jueves, 5 de mayo de 2011

Reseña: Sondela

Sondela.

Rodolfo Martínez.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Dolmen editorial. Palma de Mallorca, 2011. 365 páginas.
 
Resulta evidente que en los últimos tiempos Rodolfo Martínez, literariamente hablando, está viviendo un momento dulce. A su «experimento» editorial con la creación del sello Sportula, donde se autopublica tanto novelas inéditas ―como El adepto de la reina, por ejemplo― como obras antiguas que merecen estar al alcance de su público ―como la recuperación en curso del corpus literario del universo de Drímar al completo―, se une ahora la edición de no una sino dos novedades en diferentes editoriales prácticamente de forma simultánea, esta que nos ocupa y Fieramente humano en NGCficción!

A falta de leer esta última, Sondela ha sido una experiencia muy satisfactoria, colocando el listón del autor realmente alto. Martínez ofrece a sus lectores una novela sorprendentemente ambiciosa en lo formal y muy interesante en lo narrativo. Desde hace tiempo, las obras del autor asturiano navegan entre la fantasía y la ciencia ficción jugando un tanto al despiste genérico, tomando recursos y haciendo guiños a ambos sin circunscribirse realmente a ninguno, incluso llevándolos a terrenos tan supuestamente alejados como los pastiches de Sherlock Holmes. En Sondela da un paso más allá y ofrece un relato con dos vertientes aparentemente irreconciliables, una fantástica y otra tecnológica, que sin embargo confluyen de forma perfecta llenando cada una los huecos de la otra. Ambas son igual de importantes y la historia no podría haber sido contada si faltase alguna de las dos.

La aparición ―o reaparición, más bien― de la mítica ciudad de la Atlántida en medio del Atlántico unos veinte años en el pasado del momento en que se inicia la narración, en una Tierra que ha avanzado tecnológicamente desde nuestros días, sumergiéndose en una era de la información que incluye persochips implantados en las palmas de las manos de cada humano y que mantienen en contacto permanente a los individuos, causó una evidente y lógica sorpresa en todo el mundo. El hecho de que la vuelta también trajese consigo un retorno de los antiguos dioses helénicos ―o pre helénicos―, de la magia y de la existencia de ciertos seres que hasta entonces se habían considerado míticos o fantásticos ―como los faunos, centauro, sátiros...― no hizo sino aumentar el choque cultural.

En el área de influencia de la Atlántida la tecnología se desconectó dando paso a la preponderancia de la magia, mientras en el resto del mundo la ciencia seguía reinando. Dos culturas tan antagónicas parece que estaban destinadas a luchar por la supremacía de una sobre la otra, aunque en la actualidad parecen haber llegado a un difícil, e inestable, equilibrio donde ambas formas de entender el mundo conviven de forma incómoda. La propia realidad está obligada a «acomodarse» a la nueva situación, desechando en ciertas zonas las leyes físicas y aceptando un nuevo escenario donde cobran fuerza hechos hasta entonces imposibles. Es precisamente en este equilibrio no exento de tensiones donde la trama se interna de forma intrigante, jugando con las posibilidades y límites de ambas para, aprovechándose de los recovecos que cada sistema causa en el otro, ofrecer al lector un thriller político con el destino del mundo en el fiel de la balanza.

En esta situación el asesinato de un sirviente de un importante cargo atlante, un esclavo que encima es un fauno, y la posterior investigación en busca de su asesino, va a desencadenar unos acontecimientos imprevisibles que pueden hacer tambalear los ya inestables cimientos del mundo. En el camino del detective Campos, el «terrano» ―en contraposición a «atlante»― encargado de desentrañar las causas que llevaron a la muerte del fauno, se cruzarán las vidas de dos humanos, Quirón y Akademos, nacidos terranos y convertidos en ―o más bien «renacidos» como― atlantes tiempo ha, la de Nerea, la hija de un filósofo que tiene una historia previa con ambos, y de una conjura siempre en las sombras que busca cambiar el status quo de la situación actual.

Formalmente, Martínez en vez de acomodarse como autor ya veterano que es y ofrecer una narración más «clásica», decide arriesgar en una estructura de cierta complejidad, con variedad de narradores en primera persona, desde presenciales hasta ausentes, cambiando continuamente de estilo según el punto de vista desde el que el lector asiste a los sucesos, ofreciendo variadas piezas del puzzle, cada una en posesión de los diferentes actores de este drama, para conseguir una imagen mayor. El autor consigue dotar además a sus personajes de un pasado que extiende sus ramas hasta el presente, influyendo en él y motivando en muchas ocasiones las acciones en las que se ven envueltos o las decisiones que toman según los circunstancias. El recuerdo de un amor no del todo correspondido, de un amigo demasiado ambicioso y competitivo, de una esposa y una hija que tomaron otro camino abandonando el hogar matrimonial... van a ser piedras fundamentales en el empedrado del camino que lleva a su futuro. Nada importa la mano manipuladora que se intuye tirando de los hilos de sus vidas, lo que tenga que ser será y ninguno podría, ni querría, evitarlo.

Cada capítulo, siguiendo a uno de los protagonistas, tiene su propio estilo y voz, desde la investigación policíaca al más puro estilo novela negra hasta la épica mítica de los dioses de la Grecia clásica e incluso anteriores, tocando palos como el cyberpunk, la intriga y el romanticismo. Mas que nadie se asuste, que el romance es lo suficientemente rompedor como para marcar las distancias con cualquier novela «rosa», ya sea paranormal o no; la tensión del triángulo romántico, aparentemente ya disuelto, pero todavía indudablemente latente, es un poderoso motor que transmite su energía por debajo de todo el relato, siempre presente pero pocas veces en primer plano...; la cualidad competitiva, los detalles no resueltos, las palabras no dichas, pesan sobre las decisiones posteriores de los protagonistas, quienes parecen en todo momento estar persiguiendo encontrarse a sí mismos alejándose sin embargo de los demás. El autor, irónicamente dada la mezcla de géneros «fantásticos», imprime en el relato un tono sorprendentemente realista, con personajes con motivaciones y reacciones muy humanas y cercanas, perfectamente comprensibles para el lector, transmitiendo de forma espléndida los sentimientos de dolor y pérdida y, sobre todo, de confusión e incomprensión en que viven sus vidas y que no les impiden, no obstante, tomar las decisiones que consideran correctas. Hay también en todo ello un soterrado mensaje anti racista ―o anti «clasista», más bien― y a favor de la integración y el mestizaje como forma de abordar un futuro más halagüeño que el presente.

En Sondela Martínez da una lección de magisterio literario mostrando una amplia paleta de estilos y registros, ofreciendo una prosa a un tiempo profunda y amena, rompedora en ocasiones ―como cuando da voz al Oráculo―, atractiva y llena de recursos, y lo hace poniéndola al servicio de una historia francamente interesante que atrapa la atención del lector desde el principio hasta el desenlace, implicándolo emocionalmente en la suerte de los protagonistas y en el destino de su mundo. Un brillante ejercicio que consigue salir triunfante de la difícil tarea de fundir sin fisuras los distintos géneros haciendo que nada rechine, que cada historia vaya encajando en las demás y que la trama fluya de forma emocionante hasta la certera conclusión. No es la primera vez que lo digo con un libro de este autor, pero... Sondela es, desde luego, muy recomendable.

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