Fco. Javier Pérez.
Reseña de: Alb Oliver.
Grupo Ajec. Col. Albemuth # 36. Granada, 2010. 116 páginas.
Libro de la colección
Albemuth, que nos presenta jóvenes valores de la literatura
española. La primera impresión que me llevé de él es que es un
libro plagado de topicazos del género policiaco, o negro, para más
tarde descubrir que todo es completamente intencionado. A pesar de
ello, sigues leyendo con la sensación de que los clichés la han
convertido en una novela más del montón. Luego me centro en ello,
pues Fco. Javier Pérez tenía todo calculado.
Se nos presenta una
visión ligeramente futura en la que Barcelona es una ciudad invadida
por el agua. Volvemos a tener una sociedad corrompida y degenerada en
la que las drogas y las perversiones son de lo más cotidiano, además
de cierto toque ciber-punk al estilo de Neuromante, Snow Crash
o Matrix.
El personaje principal es
Aitor Stebowsky, detective privado ex-miembro de élite de la
agencia de Inteligencia, al que “retiraron” por encontrarlo
pasado en el consumo de drogas y manteniendo relaciones homosexuales
con un menor. Su situación no mejoró desde entonces, dándose al
alcohol, drogas y otras perversiones. Con esto se da comienzo a los
tópicos de novela negra.
Uno de sus antiguos
superiores, Larraz, Conocido como “el lagarto”, entra en
escena para encargarle una misión, que le aportará una gran suma de
dinero y una posibilidad para su redención. Debido al carácter
cínico del protagonista, se obvia eso y se centra, aunque poco, en
su interés por el dinero como único motivo para aceptarla.
Su misión consistirá en
encontrar y recuperar el Demótico, una antigua tablilla con
un alfabeto antiguo (cuyo origen se vincula con alienígenas) del que
se dice se puede utilizar como piedra roseta para descifrar todos los
lenguajes y que además parece poseer poder en sus palabras. A partir
de ahí aparecen personajes secundarios como confidentes, aliados y
un genio malvado (antiguo miembro del CESID español) para seguir la
historia como cualquier otra perteneciente a este género.
Se puede ver que los
personajes que aparecen son bastante planos, y la sensación hasta el
momento en el que se encuentra con Nommo, el hombre al que se
suponía que debía encontrar pues tiene en su poder el Demótico,
es de que todo ocurre demasiado rápido (con un gran número de
clichés por página), y que todo ocurre muy casualmente.
Es cuando llegamos a ese
punto en el que se nos explica ligeramente que todo es un juego del
autor con el metalenguaje, haciendo referencia incluso a nosotros los
lectores, y en el que vemos que hay algo más que una simple novela
de detectives. También he de decir que es cuando se complica la cosa
a la hora de seguir la lectura y nosotros como lector hemos de tirar
de nuestros conocimientos sobre otras obras parecidas para intentar
hilar los datos que se nos dan y darle sentido a lo que vamos
leyendo, pues más tarde se nos aclara un punto de gran importancia
pero nuevamente nos quedamos sin una explicación explícita del
funcionamiento del universo de Aitor.
En cuanto al lenguaje
utilizado, también cambia, siendo la primera parte bastante simple,
con un vocabulario simple, y en algunos casos soez, para verla luego
ligeramente diferente, como si la narración del protagonista la
realizara otra persona. Cualquiera que lea esta reseña se habrá
empezado a hacer hipótesis, pero creo sinceramente que no acertará,
siendo ése uno de los puntos positivos de la obra.
Luego entramos un poco en
la materia ciber-punk, en la que aparece un aparato llamado Decodech,
pieza de última tecnología capaz de todo, pero que aparece
inicialmente como un simple localizador de personas. El mundo
presentado por el autor mezcla varios componentes realmente no
innovadores, como poder conectarse a los aparatos, o participar en
videojuegos de guerra a nivel real, cosa que me recordó a Snow
Crash, de Neal Stephenson.
Como aspectos positivos,
destacaría el concepto de la novela, que da un giro radical a lo que
llevas leído hasta el momento, como negativo, posiblemente que no te
explican con claridad qué es lo que lees, pero convencido de que el
autor lo hace intencionadamente, para que seas tú mismo el que
interprete su obra.
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