martes, 5 de julio de 2011

Reseña: Fieramente humano

Fieramente humano. 

Rodolfo Martínez.

Reseña: Santiago Gª Soláns.

NGCficción! Col. Fantasía # 1. Madrid, 2011. 556 páginas. 

Si algo negativo pudiera tener el hecho de que a un autor le publiquen dos novelas prácticamente al mismo tiempo es que va a resultar inevitable, al menos en la mente de este reseñador, compararlas entre sí, y en ese ejercicio sin duda fútil e injusto, dado que cada obra es un mundo y sus valores debieran ser juzgados por si solos, cabe decir que, siendo la que nos ocupa muy buena novela, Sondela me ha parecido un libro superior.

Fieramente humano ha sido el título acertadamente elegido para inaugurar la colección de fantasía de la editorial NGCficcion!, y a pesar de las ideas preconcebidas que tal elección podrían hacer recaer sobre la novela, no hay que esperar aquí recreaciones medievales o similares, sino algo mucho más contemporáneo. Lo cierto es que son muchos los géneros que se podrían aplicar a esta novela, desde la llamada fantasía urbana, con su toque de magia y seres sobrenaturales e incluso una pincelada de romance ―si es que se le puede llamar así― hasta el horror cósmico, con una especie de maligno dios ancestral acechando desde la oscura profundidad del desierto, pasando por el relato mitológico, la novela negra o el thriller de aventuras e intriga.

Como no podía ser de otra manera en el particular ciclo en el que se inscribe Fieramente humano dentro de la bibliografía del autor, el principal protagonista de la narración no es otro que la Ciudad, esa urbe trasunto distorsionado del actual Gijón donde también transcurriera la acción de Los sicarios del cielo y de El abismo en el espejo ―además de un buen puñado de relatos sueltos―; un lugar que parece atraer a los  individuos, fenómenos y poderes extraños como un vórtice plagado de cantos de sirenas para oídos sobrenaturales. Con una estructura absolutamente coral, por ella pululan una buena cantidad de personajes con diferente peso en la acción, pero todos importantes, como el policía Gabriel Márquez que parece haber quedado unido al destino del doctor Zanzaborna, dotado hechicero con un ego tan grande como sus poderes, después de que el mismo le salvara la vida meses antes, aunque tal vez tuviera alguna motivación oculta para hacerlo; o como la joven, y misteriosa, Eva, ayudante del mago y algo más, mucho más, que simple desahogo sexual de Márquez; o cierto Tuerto, cocinero extraordinario y buen degustador de licores, que no llega a verse nombrado pero al que cualquier lector avispado podrá poner nombre; o Laura Piedra, echadora de cartas, amiga, confidente y punto débil del corazoncito del detective... Todos ellos, o casi todos, tienen sus propios planes que no siempre van a coincidir con los de los demás, agendas ocultas sin más intereses que los propios.

Así, más allá de la relación entre el detective y el mago, la acción tendrá su auténtico detonante cuando un hombre amnésico, viejo conocido de Zanzaborna con el nombre de Niete Nowan y que resulta ser un sociópata sin escrúpulos, despierte en la Ciudad, dejando un críptico mensaje para el doctor y, marioneta de poderes arcanos, volando después a las profundidades de África, al Corazón de las Tinieblas. Se reinician entonces y de forma macabra unos hechos que quedaron inconclusos hace 30 años y que todos los implicados parecían desear que hubieran podido permanecer en el olvido, que a su vez no fueron sino consecuencia de las acciones realizadas y las decisiones tomadas otros 30 años antes, en plena II Guerra Mundial, por once personas que se verían envueltas en el despertar de cierto poder inmemorial y que desde el desierto arábigo les acompañaría a cada uno en su vuelta a la «civilización». Desde el «campo base» del presente, que conforma el grueso de la narración, Martínez va a realizar abundantes incursiones en ambos pasados para ir desvelando con retazos reveladores, atrás y adelante, la trama desde su principio a su final. Y es, irónicamente, en las partes donde se narra aquellos lejanos acontecimientos de hace 60 años, en los dos «Interludios» intercalados en la acción principal, donde el libro despega de verdad, donde más interés y tensión consigue acumular el autor y donde adquiere todo su potencial. Se trata de una auténtica novela dentro de la novela y ya solo por esas partes Fieramente humano hubiera merecido la pena.

Como ya viene siendo habitual en el autor, en esta ocasión vuelve a elegir una estructura literariamente compleja, con capítulos cortos y directos, con distintos estilos literarios según se siga a un personaje u otro; con diversas voces y puntos de vista, en general en tercera persona salvo cuando sigue a Márquez en primera, dotando a la narración de un tono de novela detectivesca realmente atractivo; con variadas elipsis y cambios temporales, con diversas líneas argumentales que se entrecruzan en diversos momentos; con un escenario que se intuye más grande que lo mostrado; con personajes secundarios bien retratados que aportan su granito a la trama ―las tres brujas, el Jugador, los hombres-lobo, los cuervos, el Guardián...―, algunos de los cuales perfectamente podrían haber quedado fuera del relato pero que apareciendo le dan una mayor robustez y profundidad, como si lo que se estuviera relatando fuera ―y es que lo es― tan solo una parte de una historia mayor. Haciendo además que parezca fácil, cuando no lo es dado el nivel de esfuerzo exigido para seguir todas las líneas argumentales, Martínez en ningún momento pierde la atención del lector, ni lo lleva a confusión alguna, ya sea espacial o temporal, mientras lo acompaña a través de una compleja trama con diversidad de personajes, capas y lecturas.

Y es que aparte de la aventura que se está narrando propiamente dicha, hay mucho más que rascar en sus páginas. Por ejemplo, aunque sea de lectura totalmente independiente, es un placer para el lector iniciado en las obras anteriores ambientadas en la Ciudad el ir rastreando todos los pequeños detalles y guiños que el autor ha ido dejando en sus esquinas: la aparición de un monumento, de una cafetería, de una música, de un transeúnte visto de refilón... que imbuyen al texto de un sentimiento de complicidad, de vuelta al hogar. Como un juego añadido, se puede intentar encontrar las abundantes influencias y homenajes incluidos en el relato, como los comic-books de Walter Simonson o de Neil Gaiman, el muy evidente ―desde la misma portada― paralelismo entre la figura del Doctor Stephen Strange superponiéndose a la del doctor Zanzaborna ―esa curación en un templo en la cima de una altísima montaña, esos viajes extracorporales...―, o las reminiscencias de arcanos poderes y ritos sexuales que lo hermanan con el Constantine de Hellblazer, con esa especial dimensión «demonológica» y un cinismo que raya lo ofensivo ―y es que Zanzaborna va a demostrar que, desde luego, no es ningún santo―. En lo literario, de nuevo se siente la sombra de Gaiman con su American Gods, de Lovecraft y un horror ominoso, innombrado y primordial, o de cierto escritor colombiano que comparte nombre y un apellido con uno de los protagonistas, además de crear cierta ciudad intemporal de grato recuerdo.

En la intrahistoria de la novela, fuera de lo que realmente contiene sus páginas, es curioso asistir a la génesis y a los entresijos de su creación, desde el lejano, en el tiempo, relato Bajo la ciudad, en el que se puede observar el germen de alguno de los personajes, hasta lo que el autor explica al cerrar el volumen de una antigua novela inacabada, Donde yacen las sombras, rescatada para la ocasión del cajón ―o, para ser más precisos, de sucesivos discos duros―. Resulta llamativo que, al menos en mi opinión, la narración de los sucesos iniciales, durante la II Guerra Mundial, esté más lograda en ambientación, emoción y coherencia interna que los sucesos radicados en la Ciudad propiamente dichos. Lo cual no quiere decir en absoluto que el relato situado en el presente carezca de interés, sino que lo que había en aquella novela embrionaria ofrece una unidad mayor que lo construido a posteriori a su alrededor. Una construcción sin fisuras, es cierto, pero sin el mismo ritmo ni capacidad subyugante.

Y es que, a pesar de sus muchos aciertos, no se puede decir que Fieramente humano sea una obra totalmente redonda. Descendiendo a terrenos puramente subjetivos, se antoja que hay en la acción una machacona insistencia en ciertos aspectos. Como un innecesario exceso de violencia e imágenes sexuales explícitas ―muchas veces en la misma escena― que no terminan de encajar de manera fluida en la trama, haciendo gala de demasiadas alusiones retorcidas. Parece que Martínez haya querido que sus lectores apuren hasta las heces la copa de la degeneración humana, pero su insistencia en incidir en la dominación por medios sexuales, en los abusos, en el regodeo de la violencia gratuita, resulta cansina y forzada, excesiva y redundante, sin llegar a conseguir sus objetivos aparentes, sino causando cierta saturación en su público.

Además, en esta ocasión, al autor parece haberle faltado un tanto la sutileza de la que ya ha hecho gala en muchas otras de sus obras. Sobra tanto recordatorio desde muy diversas fuentes de que Márquez sabe más de lo que sabe y sobran parajes repetitivos que remachan lo que ya se ha visto, y es que, por ejemplo, ya sabemos que el Guardián guarda algo muy importante, pero ¿de verdad hace falta insistir en ello tantas veces? En el afán de que el lector capte toda la historia Martínez cae en la trampa de explicar demasiado, haciéndose de forma puntual innecesariamente farragoso. Hay momentos en que el relato se hace algo moroso por reiterativo.

Y una pequeña tontería absolutamente personal: el sacramento de la confesión católica incluye un precepto que es el de «propósito de la enmienda» que básicamente es la intención de no volver a pecar, con lo que no sirve confesar pecados futuros ya que ningún sacerdote daría la absolución de los mismos. Dada la, me atreveré a llamarla, obsesión de Martínez por el tema religioso, fácil de rastrear a lo largo de toda su obra, al menos debiera tener cuidado con estos detalles que no llegan a aportar nada realmente trascendente a la trama ―lo mismo daría que el personaje implicado no se confesase y siguiese con su vida sin decir nada a nadie― y sin embargo sí puede causar confusiones e ideas equivocas al tiempo que resta coherencia y verosimilitud a lo narrado. Sinceramente, entiendo que es una chorrada, pero son los detalles así los que marcan la diferencia entre sumergirse a fondo en la trama o seguirla con distanciamiento.

Y a pesar de lo que pudiera desprenderse de estos últimos párrafos Fieramente humano es una buena novela, una magnífica inauguración de la colección de fantasía de la editorial, un extraordinario edificio añadido a la particular fisonomía de la Ciudad ―a la que esperemos que el autor vuelva pronto―, un ejercicio literario sobresaliente con una historia que atrapa de principio a fin, con un toque de terror, mucha ironía, y misterio y aventura a partes iguales. La prosa de Martínez apela a las sensaciones más profundas del lector, es visceral, excesiva en sus imágenes en ocasiones, dispuesta a agitar las neuronas, a revolver ciertas conciencias... Aunque el sobresaliente del curso se lo haya robado Sondela, lo cierto es que Fieramente humano alcanza el notable sin dificultad y solo sufre en la comparación, que siempre es injusta ―también diré que a otros Sondela les ha gustado menos que a mí, con lo que es posible que la que nos ocupa pueda superarla en podios ajenos, y es que lo bueno de los gustos es que cada uno tiene el suyo―. Tan solo añadir que Martínez se está convirtiendo, sino lo era ya, en uno de los más imprescindibles autores del fantástico hispano, un referente dentro del género en su más amplia definición, no apto para todos los paladares sin duda, pero abierto a un gran público dado su enorme cantidad de registros y temáticas. Ya estoy esperando con impaciencia su próxima obra.

2 comentarios:

Earendilion dijo...

Una buena reseña, si señor. Particularmente soy de los que prefieren ésta a Sondela, pero como bien dices... los gustos...

Santiago dijo...

Muchas gracias por el comentario.

Sí, soy consciente de que me estoy quedando solo en mi ensalzamiento de "Sondela", pero es que me gustó mucho ;-)

Creo que si las hubiera leído en orden inverso, mi opinión de "Fieramente humano" habría sido incluso más positiva, pero ya se sabe que las comparaciones son odiosas, y yo no he conseguido separarme lo suficiente de aquella para juzgar esta.

Saludos