jueves, 16 de junio de 2011

Reseña: El corazón de Tramórea

El corazón de Tramórea.
Tramórea 4.

Javier Negrete.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Minotauro. Col. Fantasía. Barcelona, 2011. 669 páginas.

Finaliza la saga iniciada años ha con La espada de fuego. La novela continúa exactamente allá donde quedara El sueño de los dioses, con la que forma en realidad una unidad novelística dividida por la longitud que habría adquirido de publicarse en un solo tomo ―para los que se quejaban de que el anterior resultaba un tanto «escaso», este son más de 650 páginas de letra apretada―. Negrete ha incluido en esta ocasión, antes de empezar con la acción propiamente dicha, un resumen de lo sucedido hasta el momento que se agradece ―aunque el propio autor reconoce que quizá debiera haberlo ofrecido en la anterior entrega, dado el tiempo transcurrido entre la publicación del segundo y el tercer volumen― y que ayuda a situar correctamente la acción y los personajes.

Mientras Tubilok sigue adelante con sus maquinaciones para abrir las puertas del Prates ―una acción que tendría como una de sus consecuencias el fin de la propia Tramórea― con el fin de trascender a un plano superior y enfrentarse a las Moiras, el grueso de los personajes ―tanto humanos como dioses― se dirigen por distintos caminos hacia una confluencia donde se decidirá el destino final de todos ellos y del universo que comparten. A pesar de la sensación de inminente batalla con la que se cerraba la anterior novela, los derroteros por los que se interna la acción de esta son algo diferentes de lo que se podía esperar. Ante el inminente peligro, el relato en principio se demora, se ralentiza mientras el lector asiste a la forja de Zemal primero, y mientras los principales actores se dirigen hacia sus «marcas» después. Hay ciertos momentos en que todos los personajes parecen encontrarse en «tránsito», viajando de un lugar a otro, restando un tanto de la carga épica para sumergir al lector en el descubrimiento o la descripción de las maravillas que todavía no habían sido desveladas del mundo de Tramórea y de lo que el mismo encierra.

Las maniobras de Tubilok para traspasar las puertas del Prates y las de Tarimán, forjando una nueva espada de poder, para evitarlo, hacen de la narración una muy particular partida de ajedrez, donde en algún momento dado todos los implicados se sienten meros peones en manos de los dos poderosos. El desenmascaramiento de quiénes ―o qué― son los Kalagorinôr, de sus verdaderas intenciones y el paso adelante que dan para reclamar un importante protagonismo en la trama cierran con acierto un círculo perfecto. Las explicaciones sobre el mundo, sobre las aceleraciones, sobre los dioses ―o metahumanos―, sobre la «magia», sobre las espadas de poder... no dejan nada en el aire, cerrando todas las tramas y contestando a todas las dudas que pudieran haber ido surgiendo en la mente de los lectores por el largo camino.

Hay, en efecto, en el libro una menor dimensión épica asociada a batallas que impliquen gran movimiento de tropas ―de hecho, se puede decir que solo hay una «gran» batalla como tal―, pero eso no implica que el lector no vaya a asistir a un buen número de situaciones plenas de dramatismo. Además, el autor ha incluido un buen número de enfrentamientos individuales que garantizan la emoción y la tensión, al tiempo que las muertes de alguno de los principales protagonistas llena el texto de una tristeza multiplicada por la sensación de «adiós» a un buen amigo conocido desde hace tiempo con la que se cierra la novela. La carrera contrarreloj, la conjunción anunciada de las lunas, que deben asumir los protagonistas, llena entonces de premura el relato, al tiempo que el seguimiento puntual de unos y otros de los protagonistas, ofreciendo momentos concretos del avance de alguno de ellos hacia el Prates por muy distintas sendas, dejando en la sombra a otros para ser revelados más tarde, dota de una enorme agilidad e interés al texto. Si quizá hay menos épica, la carga sentimental lo compensa con creces.

Poco se puede añadir a lo ya dicho en la reseña de la anterior entrega, que se puede leer aquí, sobre la prosa de Negrete, sobre su buen hacer narrativo, sobre su desbordante imaginación ―acompañada en esta ocasión por el apoyo técnico y la «plasmación» visual de Juan Miguel Aguilera―. Tan solo decir que, después de cuatro libros y un gran número de páginas, el autor consigue seguir sorprendiendo con el mundo que ha creado, con la enorme obra de ingeniería que supone Tramórea y con todo lo que la rodea, al tiempo que ofrece una narración de factura impecable con una prosa que se lee de forma muy gratificante.


Si en el libro anterior, la narración se quitaba abiertamente la careta ante el lector, mostrándose como un relato con un trasfondo de ciencia ficción, en esta ocasión lo hace ante los propios personajes, haciéndolos conscientes de que viven en un mundo mucho más extraordinario de lo que pudieran haber imaginado. Abierta la puerta de la ciencia ficción más «hard», el autor se sumerge a fondo en la explicación de las Branas y de las diferentes universos existentes más allá del de Derguin y compañeros. La inmersión en las explicaciones cientifistas, echando mano de realidades alternativas, mundos huecos fruto de enormes obras de ingeniería y sorprendentes técnicas utilizadas en la génesis del «planeta», o de los fenómenos extraños, hasta ahora mágicos, de los que son capaces algunos de los protagonistas, incorpora a la trama algunos elementos tecnológicos que, quizá ―y aunque ya se intuían en las anteriores entregas―, pueden desconcertar e incluso producir un cierto rechazo rechazo en aquellos lectores más apegados a la Fantasía que a la Ciencia Ficción. Sin embargo es de remarcar que las mismas se encuentran tan perfectamente integradas en el relato que nadie debiera temerlas ni privarse de la lectura por el «cambio» de registro efectuado desde aquel lejano principio.

El corazón de Tramórea es ese típico libro que uno no quiere que termine a pesar de estar deseando saber cuál es su final, tanto por el disfrute de la aventura en sí misma que ofrece como por ese componente de despedida anunciada que conlleva. Tal vez no sea exactamente lo que uno esperaba después de todo lo acaecido hasta entonces, pero lo cierto es que se trata de un broche casi perfecto para una de las mejores, sino la mejor, saga de Literatura Fantástica española. Habrá que permanecer atentos a las siguientes obras del autor. Una lectura muy satisfactoria.

2 comentarios:

Iraya Martín dijo...

Confieso que soy una de las que le guarda cierto temor a los dos últimos libros de la saga precisamente por ese giro hacia la ciencia ficción pero bueno, los libros ya están en casa y no me apetece quedarme a medias :P

Santiago dijo...

La verdad es que yo estoy acostumbrado a leer tanto Fantasía como Ciencia Ficción, así que ese giro o mezcla de géneros me ha encantado, pero entiendo que alguien tenga ese recelo que citas. Sin embargo, creo de corazón que no hay que tenerle miedo en absoluto, porque Negrete lo ha integrado a la perfeccción en el relato y no creo que suponga ningún problema grave. Donde antes había una estatua que "quemaba" con la mirada ahora se sabe que lanza rayos láser, por ejemplo, o donde había un viaje al infierno (el Prates) ahora se va a una dimensión paralela o superior; pues bien, ya se ve que tampoco es realmente lo importante, es quizá tan solo un cambio de nomenclatura muy bien hecho.

Estos libros hay que leerlos; y más si ya los tienes en casa ;-)

Saludos