martes, 1 de julio de 2008

Reseña: El Terror

El Terror.

Dan Simmons.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Roca editorial. Barcelona, 2008. Título original: The Terror. Traducción: Ana Herrera. 761 páginas.

En 1845 el HMS Erebus y el HMS Terror emprenderían un histórico viaje expedicionario en busca del mítico paso del Noroeste, buscando una ruta para atravesar el Ártico hacia América.

En 1847 ambos barcos permanecen atrapados por el hielo, cercados por un inclemente mar blanco, amenazados por las enfermedades y el aburrimiento, esperando un deshielo que cada vez se antoja más lejano e imposible.

En unas condiciones ya de por sí duras, los expedicionarios tienen que enfrentarse además a los ataques de una brutal criatura que con sanguinaria determinación va acabando con la vida de los tripulantes. Pero, ¿se trata de un enorme oso blanco, magnificado por el miedo y la imaginación de los marineros, o de un ser sobrenatural que busca su castigo? Simmons juega ambas cartas, decantándose conforme avanza la trama por una de ellas, quizá no precisamente la más satisfactoria para el lector.

El Terror está escrita con una estructura literaria de capítulos alternos, saltando entre los protagonistas para seguir sus distintos puntos de vista, con apariciones recurrentes de los principales personajes entre los que se intercalan capítulos únicos dedicados a algún secundario que completan distintas visiones o detalles relevantes de la historia, dando una mayor riqueza y profundidad al conjunto. Al principio estos capítulos se encuentran desordenados cronológicamente, empezando con los barcos ya en el hielo, y saltando atrás y adelante para presentar a los personajes y la preparación y los primeros estadios de la expedición. Más adelante la acción se va haciendo lineal (temporalmente hablando), pero se complementa con flash-backs de la vida anterior de ciertos protagonistas como Sir John Franklin, máximo dirigente de la expedición y al que, al parecer acertadamente, Simmons refleja como bastante incompetente; o como Francis Moria Crozier, capitán del HMS Terror y sobre cuya espalda recaerá la dura tarea de comandar a los supervivientes y tratar de seguir manteniéndolos con vida.

El autor muestra de esta forma al lector un amplio tapiz, lleno de retazos que completan una trágica historia de ambición, entrega, deseo, curiosidad y romanticismo (entendido en la acepción de aquella época).

El título de la novela, El Terror, juega con el nombre del buque comandado por Crozier, y en el que de alguna manera se centra Simmons, y con la siempre palpable presencia de la criatura que acecha en el hielo y que, a pesar de permanecer casi siempre en las “sombras”, cobra un especial protagonismo; pudiendo afirmarse sin dudar que se trata de uno de los más importantes actores de este drama, aunque sus apariciones, siempre veladas, se produzcan en, casi, todo momento a través de ojos ajenos.

Simmons en esta ocasión ha decidido utilizar la base de la expedición histórica al Ártico de Sir John Franklin como punto de partida para su historia, rellenando los huecos que los datos reales han dejado, novelando lo conocido y aventurando explicaciones para algunos extraños descubrimientos inexplicables, sobre el viaje en sí y sobre las aparentes acciones de los viajeros, que se han ido conociendo gracias a expediciones posteriores. Así, parece demostrada la citada incompetencia de Franklin o la poca calidad de la comida almacenada en los buques, que debía durarles varios años y que se descubriría mal embasada y conservada. Falta, sin embargo, en una narración de estas características un poquito más de implicación emocional; en ocasiones el relato se torna frío, distante, desapegado, chocando con la crudeza descriptiva del sufrimiento en el hielo. El lector sabe, sin duda, que lo están pasando fatal, que los circunstancias son extremas para la supervivencia, que la muerte acecha detrás de cada carámbano o cada grieta… pero hay veces que es más por lo que pone de su parte el propio lector que por lo que ofrece Simmons.

En ese sentido uno se pregunta si en realidad era necesaria la inclusión del elemento “fantástico” dentro de la narración. Vale que ese suele ser el campo en el que habitualmente se mueve este autor, pero lo cierto es que el relato del fracaso de la expedición ya es apasionante sin necesidad de añadidos: desde lo más heroico del ser humano bajando hasta lo más ruin. En ese contexto la inclusión de la posible amenaza sobrenatural le resta credibilidad a lo narrado, sembrando en la mente del lector la duda sobre la veracidad histórica del resto de hechos. Las condiciones extremas a las que los expedicionarios se enfrentaron, las decisiones que se tomaron (algunas dignas de elogio y otras de desprecio), las reacciones que se suscitaron en la lucha titánica del hombre contra la naturaleza adversa y sin compasión… todo ello era más que suficiente como para conformar un relato subyugante sin necesidad de tener que añadir un elemento externo y ajeno que sirve de distracción más que de atracción. También es cierto, no obstante, que el final ofrecido por Simmons quizá no hubiese sido tan bello (aunque lleno de preguntas sin respuesta) sin la presencia de la bestia.

Simmons ha facturado con El Terror una novela sin duda interesante, planteando la titánica lucha por la supervivencia entre unos hombres que se crecen ante las adversidades, aunque no estén exentos de que la maldad o la deshumanización crezca entre ellos. Quizá la mayor virtud del libro sea precisamente el mostrar al lector cómo en todas circunstancias el alma humana es capaz de lo mejor y de lo peor, que en todo grupo humano siempre hay héroes y siempre hay villanos, y que el destino, quizá, acaba colocando al final a cada uno en su lugar. Otra virtud, desde luego, es la fluida escritura del autor, que consigue que se pasen las páginas con interés a la par que amenidad, y que un libro de este volumen no se haga pesado en momento alguno. Al final, confieso, no he tenido más remedio que acudir a informarme para saber más de la desafortunada expedición del HMS Erebus y el HMS Terror para completar el cuadro ofrecido por Simmons (y saber qué era verídico y qué inventado); lo cierto es que ha merecido la pena, pero eso es algo que debe plantearse descubrir cada lector.

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