jueves, 19 de febrero de 2015

Reseña: El Rithmatista

El Rithmatista.

Brandon Sanderson.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Ediciones B. Col. Nova. Barcelona, 2015. Título original: The Rithmatist. Traducción: Albert Solé. 440 páginas.

Como sabe cualquiera de sus lectores, Sanderson es un autor prolífico donde los haya, cuyo peor «defecto» es tener iniciadas diversas series y trilogías a un mismo tiempo para desesperación de aquellos que esperan sus continuaciones —por ejemplo la que nos ocupa está anunciada como una trilogía de la que se desconoce la fecha de publicación de su segunda entrega. Caracterizado por una prosa fluida y rápida, sin excesivas florituras ni figuras literarias, pero terriblemente efectiva, su mayor bondad es la facilidad para crear sistemas mágicos absolutamente fascinantes y originales, y una ambientación especial y maravillosa para cada una de sus obras, creando para cada saga un mundo nuevo cargado de detalles sorprendentes e innovadores —en esta ocasión poblando el texto de curiosos detalles que lo emparentan con el clockpunk, dando cierta importancia a todo tipo de mecanismos de relojería, componente principal de los caballos mecánicos o los resortrenes, dado que todos los vehículos se mueven impulsados, no por ningún tipo de combustible, sino por tracción mecánica mediante resortes espirales, engranajes y demás parafernalia steampunk—. El rithmatista es una obra de misterio e intriga, supuestamente, dirigida a un público juvenil —de ahí que su protagonista principal, Joel, sea un estudiante adolescente—, pero en manos de Sanderson eso tan sólo significa que es apta absolutamente para todos los públicos, sin límite de edad.

Las cuatro líneas rithmáticas
Los rithmatistas son personas dotadas de la capacidad de «animar» ciertos dibujos realizados con tiza, los tizoides, combinándolos mediante el uso de «líneas» con ciertos símbolos, círculos y rayas, para que adquieran fines defensivos u ofensivos. En la exclusiva Academia Armedius, en Nueva Britania, estudian tanto alumnos rithmatistas como aquellos sin dichas habilidades. El joven Joel es uno de estos últimos, un becario fascinado por todo lo que rodea a la rithmática y que desearía haber sido uno de los dotados. Cuando varios estudiantes del grupo privilegiado desaparecen, sin conocerse motivo o causa alguna, si es que se hayan ido por propia voluntad, hayan sido raptados o, incluso, asesinados —los rastros de sus dibujos defensivos y pequeños rastros de sangre así podrían indicarlo—, para su sorpresa y alegría Joel se convertirá, junto a Melody, una joven rithmatista con poca habilidad para trazar los círculos pero extraordinariamente dotada para dibujar tizoides, en ayudante del profesor Fitch, un venerable y algo apocado académico encargado de intentar descubrir qué está sucediendo.

En esta ocasión Sanderson no factura una nueva muestra de fantasía épica o una novela de aventuras al uso, sino más bien una historia de misterio e intriga, de investigación policíaca y de vida académica. Los estudiantes de rihtmática están desapareciendo, es posible incluso que hayan muerto hayan muerto, y Joel y Melody se van a ver envueltos en las pesquisas que tratarán de esclarecer los hechos. La acción, en verdad, es escasa como tal; hay algunos «duelos» y unas pocas escenas de enfrentamiento rithmático, pero el ritmo de la novela es, en general, bastante pausado y sólo hacia el final se siente de forma vehemente que existe un auténtico peligro del que podría depender el futuro de la civilización.

Tipos de tizoides
El autor presenta para la ocasión todo un mundo nuevo, una realidad paralela a la nuestra, con un sistema de magia basado en líneas dibujadas por tiza, dotadas de «vida» por unos pocos elegidos, y unos personajes que se mueven con desenvoltura por la trama —hay que aceptar, como peaje juvenil, que los adultos acepten de tan  buen grado y sin aparentes recelos la colaboración del protagonista en toda la investigación, haciendo recaer en muchas ocasiones sobre sus hombros el peso de algunas decisiones y acciones que no parecen concordar con la responsabilidad que correspondería a su edad—. Sin embargo, salvando ese detalle, todos los personajes están muy bien caracterizados en cuestión de su rol, sin necesidad de ridiculizar a los mayores para satisfacción de los jóvenes

Como sucediera con David Charleston, el protagonista de Steelheart, un muchacho sin poderes en un mundo de seres superpoderosos a los que se dedica a estudiar, aquí Joel no es un rithmatista, aunque siempre desearía haberlo sido y por ello dedica buena parte de su tiempo a adquirir cuantos conocimientos pueda sobre la rithmática. Hijo de un inventivo fabricante de tizas, ya fallecido, y de una limpiadora de la Academia, al empezar el relato Joel se presenta como un joven algo quisquilloso, el listillo inteligente y decidido que desaprovecha sus propios dones, como sus innatas habilidades matemáticas, haciendo peligrar su beca al dejarse cegar por su obsesión por la ciencia de la rithmática, dejando pasar de largo otras oportunidades; pero conforme la acción avanza la percepción que el lector tiene sobre él va variando, obteniendo una imagen mucho más completa y humana.

La singular y efervescente personalidad de Melody, que no se deja aplastar por el desánimo a pesar de todas las cosas que parece tener en contra, permite al autor, sin caer en absoluto en la ridiculización, introducir unas gotas de humor refrescante y agradecido, con unas actuaciones y unos diálogos divertidos. También es una interesante forma, con su dificultad para plasmar bien las líneas y su consecuente «castigo» a seguir un curso de verano de perfeccionamiento con el profesor Fitch —motivo por el que subsidiariamente pasa a formar parte del «equipo» investigador—, de presentar de una forma didáctica y no terriblemente expositiva el aprendizaje de las diferentes vertientes de este tipo de «magia».
Las Islas Unidas
El escenario y trasfondo, al igual que el sistema mágico, se antoja bien pensado y trabajado. En lo que podría considerarse una realidad paralela a la nuestra, las Islas Unidas son un inmenso archipiélago que ocupa el lugar de los EE.UU. actuales, donde cada isla corresponde a un estado diferente. Europa ha sido «asimilada» casi en su totalidad por el llamado Imperio JoSeun, una potencia de origen oriental —coreano según se deduciría del nombre— y en el sur del continente americano las cosas se han desarrollado de muy diferente manera a cómo nosotros las conocemos, sobre todo debido a la presencia de los tizoides, siendo dominado por el llamado Imperio Azteca. En el centro del archipiélago de las Islas Unidas se encuentra la de Nebrask, y en ella se levanta La Torre, el lugar de donde provienen los peligrosos tizoides salvajes, la gran amenaza para toda la civilización. La lucha allí es continua y el esfuerzo de los rithmatistas, que deben servir allí en un periodo forzoso de diez años, se centra en no dejar salir nada de la torre, manteniendo la paz del resto del mundo.

Existe también un pequeño componente podría decirse que de carácter «religioso» en la narración, centrado en el rito establecido en torno al nombramiento de los rithmatistas, que ha derivado en religión organizada: Todos los niños de ocho años deben pasar por una ceremonia en la que se dilucida quién va a ser rithmatista y quién no, fijando así de alguna manera su destino. Y, como ya sucediera en otros de sus libros, la edición de El Rithmatista incluye antes de cada capítulo unos «apuntes» con esquemas, lecciones y dibujos de las principales técnicas rithmáticas, y otras anotaciones que tienen que ver con la investigación en curso, haciendo que el lector entre de forma rápida en el escenario y el sistema mágico imperante en este mundo.
Sin ninguna plasmación dogmática ni discursiva, sin apelaciones directas sino «predicando» con el ejemplo que surge de las propias actuaciones de los protagonistas, como cuando se trasluce lo mucho que Joel ama a su madre y cómo comprende y respeta el sacrificio que está haciendo por él o cómo las palabras del profesor Fitch se van filtrando en la mente de Melody llevándola a sorprendentes resultados, Sanderson introduce en la trama una serie de «mensajes» destinados principalmente al lector adolescente, como la importancia de aplicarse en los estudios para abrirse camino en la vida, la necesidad de la perseverancia y del impulso para seguir los sueños, la problemática de la discriminación social y escolar con la diferencia de oportunidades entre ricos y pobres, entre fuertes y débiles, entre privilegiados y desfavorecidos, el valor del compañerismo y la amistad desinteresadas, lo injusto de los prejuicios, el respeto a los mayores y el amor a la familia, o el ser fiel a uno mismo pero dejándose aconsejar por los que le quieren. Mensajes positivos reforzados por la forma suave y entretenida de entregarlos por parte del autor.

Y, aunque la trama principal El Rithmatista termina de forma definitiva —hasta tal punto que si no fuera por cierto apunte final casi se podría considerar la novela como autoconclusiva, es evidente que la semilla ha sido plantada, el enemigo presentado, el reto lanzado y la puerta queda abierta para la segunda entrega de la trilogía, y tan solo sería de desear que, entre sus múltiples proyectos, Sanderson no dejase pasar demasiado tiempo para ofrecérsela a sus lectores.
Dibujos que acompañan al número de cada capítulo
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