sábado, 23 de febrero de 2008

Reseña: La carretera

La carretera.

Cormac McCarthy.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Random House Mondadori. Col. Literatura Mondadori # 338. Barcelona, 2007 (7ª edición, noviembre 2007). Título original: The Road. Traducción: Luis Murillo Fort. 210 páginas.

En un mundo devastado, un padre y un hijo caminan hacia el sur empujando un carrito de supermercado con todas sus pertenencias, buscando un tiempo (atmosférico) mejor, un tiempo que aparentemente no ha de llegar. Ni siquiera llegaremos a conocer sus nombres en un mundo que ha dejado de necesitarlos, donde tantas cosas han desaparecido que parece que el olvido es el único destino, que la muerte, tal vez, sea la elección lógica ya que no quedan esperanzas.

McCarthy despliega sus artes literarias y con una original y peculiar narrativa ofrece al lector un más que correcto e interesante relato del sufrimiento humano tras una hecatombe que ha de cambiar todos los parámetros de la vida. Hay que reconocer que el autor hace un buen trabajo y que el libro se lee con un creciente interés, que atrapa la atención e implica emocionalmente en la trama; sin embargo, si en lo estilístico, en su escritura, el libro me ha parecido estupendo, también tengo que reconocer que en lo narrativo, en la trama, no me ha parecido en absoluto algo tan “original” como nos lo han querido vender. Me da la sensación de que si esta novela la hubiera escrito, palabra por palabra, cualquiera de las plumas punteras de la actual ciencia ficción la misma no hubiera recibido ni un décimo de la atención que, siendo el autor quien es, ha recibido.

McCarthy construye una historia post holocausto nuclear (se supone, ya que aunque no queda explícitamente indicado en el texto, todas las pistas señalan a ello) con una singular estética. Ofrece escenas muy cortas, casi como si se tratase de fotografías de instantes determinados, flashes que van mostrando instantáneas del día a día, de la supervivencia, dura y peligrosa, de padre e hijo, a la vez que intercala escenas puntuales del mundo anterior al desastre. Se trata de una escritura casi minimalista, con apenas signos de puntuación, con pocas comas, con muchas conjunciones de unión, con frases cortas, que convierte la lectura en algo muy ágil y rápido. Los diálogos, sin guiones de comienzo, se encuentran incrustados en el texto, con conversaciones muchas veces redundantes, pero extrañamente cercanas, muy humanas, sinceras y verosímiles.

Logra McCarthy crear una extraña empatía entre el lector y los protagonistas. Hay un sentimiento de soledad casi palpable, de frío extremo, de humedad, de sufrimiento agotador. Padre e hijo deben estar siempre alerta, siempre mirando por encima del hombro, siempre desconfiando, sin un momento de auténtico descanso, de relajación. Se crea un ambiente opresivo, con un mundo que se antoja siempre oscuro, en sombras, con el sol perpetuamente tapado por negros nubarrones, y el suelo cubierto de cenizas y de muerte.

Un mundo donde lograr la supervivencia es una tarea brutal, donde bandas de caníbales hacen que la soledad sea algo casi deseable; donde incluso los “buenos” deben endurecer su corazón ante el dilema que supone el compartir o no una comida que necesitarán sin duda el día siguiente con alguien que seguramente no sobrevivirá más allá de ese tiempo. Un mundo donde la vida y la muerte han dejado de depender de uno mismo; o tal vez no, pues el suicidio llega a contemplarse a veces como la única salida coherente.

La carretera, en definitiva, no contiene nada que un lector avezado de ciencia ficción no haya leído ya en otras ocasiones, al menos en cuanto a su planteamiento; pero McCarthy ha conseguido llevarlo a un terreno más intimista, menos aventurero de lo habitual. No se trata de reconstruir el mundo que ha quedado tras la hecatombe, de volver atrás o de recuperar lo perdido, sino de la simple supervivencia diaria, del sufrimiento, del poner un pie detrás del otro y seguir caminando cuando ya no quedan fuerzas, de encontrar comida, conservas, y de ver un nuevo amanecer y luego otro, sin mirar mucho más allá, porque lo cierto es que ya no queda nada que ver.

La carretera saca a la luz un particular retrato del alma humana con una visión descarnada, muchas veces brutal, muchas veces tierna, cuando las personas se enfrentan a sus límites y se ven forzados a traspasarlos. Se trata, sin duda, de un buen libro, aunque según mi subjetivo entender se ha visto muy sobrevalorado debido a la fama de su autor, fama que ha generado un auténtico “fenómeno” en torno a él totalmente ajeno a la propia novela.

Y para los que no gusten de leer demasiado (pecado mortal) y a pesar de que la novela es breve, siempre podrán esperar a la ya anunciada película; que, sin embargo, seguro que es peor que el libro…

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