Los poderes oscuros II.
Kelley
Armstrong.
Reseña
de: Jaime
M.
Marlow.
Barcelona,
2010. Título original: The Awakening. Darkest Powers II. Traducción:
Ignacio Alonso Blanco. 382 páginas.
Retomando
la acción allá donde se quedara en la anterior entrega, Invocación,
prosigue la aventura de la nigromante adolescente Chloe
Saunders
y
sus compañeros de la Residencia
Lyle,
el centro para adolescentes con problemas donde fuera internada y de
donde se escapara anteriormente. Después de la traición de su tía
Lauren,
Chloe permanece encerrada junto con la piroquinética Rae
mientras
sus captores intentan localizar a los todavía fugados Simon
y
Derek.
Conforme la protagonista vaya conociendo más detalles de ese Grupo Edison que la mantiene retenida: sus estudios genéticos para controlar o erradicar los poderes y/o dominar a criaturas sobrenaturales, sus asesinatos y conspiraciones, sus engaños y mentiras..., más convencida se encuentra de que debe escapar de nuevo, encontrar a sus amigos y enfrentarse a la poderosa organización. Pero para ello, sin duda, necesitará ayuda exterior y no sabe a quién podría acudir ni en quién confiar; así, lo primero es reunirse de nuevo con sus amigos y después seguir jugando con las escasas cartas que le han tocado.
Al ser el segundo libro de una trilogía, libre de las ataduras que supone el tener que presentar protagonistas y ambientación, la trama avanza mucho más rápidamente que en el primer libro, con más movimiento y acción y una ampliación del escenario. Según el relato avanza se irán sumando a la misma nuevos “actores”, como cierto demonio que se dedica a susurrar en el oído de Chloe, y las lealtades se verán modificadas con diversas traiciones y cambios de bando, plagando la narración de suspense y misterio. Sin embargo también peca precisamente de esa cualidad de “libro puente”, donde la trama avanza sin llegar realmente a ningún sitio a la espera del desenlace en la tercera novela, contestando algunas preguntas pero planteando otras muchas y dejándolo todo prácticamente en el aire.
Conforme la protagonista vaya conociendo más detalles de ese Grupo Edison que la mantiene retenida: sus estudios genéticos para controlar o erradicar los poderes y/o dominar a criaturas sobrenaturales, sus asesinatos y conspiraciones, sus engaños y mentiras..., más convencida se encuentra de que debe escapar de nuevo, encontrar a sus amigos y enfrentarse a la poderosa organización. Pero para ello, sin duda, necesitará ayuda exterior y no sabe a quién podría acudir ni en quién confiar; así, lo primero es reunirse de nuevo con sus amigos y después seguir jugando con las escasas cartas que le han tocado.
Al ser el segundo libro de una trilogía, libre de las ataduras que supone el tener que presentar protagonistas y ambientación, la trama avanza mucho más rápidamente que en el primer libro, con más movimiento y acción y una ampliación del escenario. Según el relato avanza se irán sumando a la misma nuevos “actores”, como cierto demonio que se dedica a susurrar en el oído de Chloe, y las lealtades se verán modificadas con diversas traiciones y cambios de bando, plagando la narración de suspense y misterio. Sin embargo también peca precisamente de esa cualidad de “libro puente”, donde la trama avanza sin llegar realmente a ningún sitio a la espera del desenlace en la tercera novela, contestando algunas preguntas pero planteando otras muchas y dejándolo todo prácticamente en el aire.
Cuando
los jóvenes consigan reunirse de nuevo (¿alguien acaso lo dudaba?)
la trama adquiere un interesante tono de novela de fugitivos al
escape, siempre con la paranoia en la mente de sentir el aliento de
sus perseguidores en el cogote y teniendo que valerse y sobrevivir
por sí mismos en circunstancias adversas. A la búsqueda del padre
de Simon y Derek, quien podría tener alguna de las claves de lo que
les está sucediendo, se une la necesidad de encontrar un lugar
seguro donde refugiarse, manteniéndose mientras tanto todo el rato
en movimiento, siempre un paso por delante de la gente del
grupo Edison (siempre presentes en sus mentes, aunque casi
desaparecidos físicamente de la trama principal hasta el clímax de
su cierre).
Chloe,
en primera persona, sigue profundizando, muchas veces contra su
propia voluntad, en el conocimiento de sus poderes nigrománticos,
intentando dominarlos para evitar consecuencias indeseadas e
impredecibles, sin conseguirlo en ocasiones. La tensión en que se
encuentra inmersa su vida no propicia precisamente el ambiente
necesario para una exploración tranquila de sus habilidades y el
miedo puede llevarla a “resucitar” a extraños compañeros de
viaje. Y mientras tanto, y después de los sucedido en la anterior
entrega y al principio de esta, la protagonista va a cuestionarse en
todo momento en quién puede depositar su confianza, recelando de
todo y de todos los que la rodean.
La autora profundiza en las relaciones que se establecen entre los jóvenes protagonistas y en las vidas que han llevado hasta llegar hasta allí, conformando sus personalidades y haciéndoles ser como son. La historia tras todos ellos empieza a desvelarse y crece la sospecha de que, tal vez, las ideas preconcebidas del primer libro puedan estar muy equivocadas y que los enemigos de ayer pueden ser los reticentes aliados de hoy. La tensión se masca dentro del grupo y vivir en las calles no es lo mejor precisamente para rebajarla. Al igual que Chloe, el resto de adolescentes también van experimentando los cambios que suponen el despertar de sus poderes; así, Derek tendrá que lidiar con los dolorosos cambios que la licantropía provoca en su cuerpo, Simon tendrá que ver cuáles son los límites de su hechicería y Tori tendrá que asimilar y aceptar ciertas revelaciones dolorosas. Hay un interesante crecimiento en todos los personajes que consiguen hacerlos más cercanos a pesar de toda su extrañeza paranormal; un crecimiento que los va a llevar al límite, sin saber si finalmente podrán regresar de allí.
La autora profundiza en las relaciones que se establecen entre los jóvenes protagonistas y en las vidas que han llevado hasta llegar hasta allí, conformando sus personalidades y haciéndoles ser como son. La historia tras todos ellos empieza a desvelarse y crece la sospecha de que, tal vez, las ideas preconcebidas del primer libro puedan estar muy equivocadas y que los enemigos de ayer pueden ser los reticentes aliados de hoy. La tensión se masca dentro del grupo y vivir en las calles no es lo mejor precisamente para rebajarla. Al igual que Chloe, el resto de adolescentes también van experimentando los cambios que suponen el despertar de sus poderes; así, Derek tendrá que lidiar con los dolorosos cambios que la licantropía provoca en su cuerpo, Simon tendrá que ver cuáles son los límites de su hechicería y Tori tendrá que asimilar y aceptar ciertas revelaciones dolorosas. Hay un interesante crecimiento en todos los personajes que consiguen hacerlos más cercanos a pesar de toda su extrañeza paranormal; un crecimiento que los va a llevar al límite, sin saber si finalmente podrán regresar de allí.
Despertar
es
una emocionante, aunque a veces excesivamente previsible, “fantasía
urbana” (a pesar de que buena parte de la trama se desarrolle lejos
de ninguna ciudad) de lectura totalmente dirigida y recomendada a
jóvenes-adultos, con temas, problemáticas y referencias
directamente provenientes del mundo adolescente, de sus
preocupaciones y formas de encarar el mundo, y con una forma de
escritura muy directa y asequible. Para pasar un agradable rato, los
adultos a secas quizá no encuentren demasiada “chicha” aquí,
más allá de la aventura en sí misma, que tampoco es poca cosa. Al
final todo queda preparado para el cierre de la trilogía en el
próximo Rebelión,
ya anunciada por Marlow
en breve.
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