Las Monarquías de Dios 4.
Paul Kearney.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Alamut. Serie fantástica. Madrid, 2011. Título original: The Second Empire. Traducción: Núria Gres. 267 páginas.
[El presente párrafo y la reseña posterior puede contener, y contiene de hecho, algunos datos sobre sucesos anteriores que desvelan anticipadamente alguna sorpresa de las novelas precedentes]. La
situación en los reinos normannios es cada vez más convulsa y los
sucesos parecen precipitarse como una gran ola a punto de romper contra
la costa. La fractura entre unos y otros es ya aparentemente insalvable,
con la Iglesia himeriana convirtiéndose en un gran poder terrenal. En Hebrion, navegando desde el oeste, Hawkwood, Bardolin y Murad
han vuelto a casa llevando con ellos la dura historia de lo sucedido en
el continente occidental y una amenaza que podría acabar con el mundo
al que acaban de regresar. En Abrusio, el rey Abeleyn intenta recomponer su reino y su persona de las secuelas de la reciente guerra. Mientras tanto, los merduck siguen presionando a Torunna,
amenazando con doblegarlo en una devastadora campaña final, que su
nuevo general intentará detener a toda costa pasando a la ofensiva. Más
al este todavía, Albrec persevera en su intento de convencer a Aurungzeb y a sus gentes de que Rasmusio y Ahrimuz
eran la misma persona y, por tanto, como hijos de una misma fe ambos
bandos deberían terminar con los enfrentamientos: si toda guerra es
absurda las religiosas todavía lo son más.

La trágica historia de Corfe y Heria
planea en todo momento sobre las elecciones que han de tomar los
implicados en los derroteros de la guerra. Ante las intrigas que atan
sus decisiones y los movimientos políticos que amordazan los
sentimientos personales en pos de un bien mayor —el bien del reino que
convierte en necesarios horrores que jamás se habrían tenido en cuenta
en tiempos de paz— los escrúpulos son algo prescindible.
Kearney
desvela con un remarcable realismo la guerra en toda su salvaje
crudeza, mostrando tanto el caos de los enfrentamientos, las dudas, el
honor y el sacrificio de los combatientes como el sufrimiento que los
invasores inflingen en los inocentes, en los campesinos asesinados, las
mujeres violadas y convertidas en esclavas... Más allá de la épica y de
las acciones gloriosas se esconde la tragedia de quienes sin comerlo ni
beberlo se ven de repente inmersos en el juego perverso de los poderosos
y sus maquinaciones bélicas. Es en esa «trastienda» de la narración
donde el autor muestra con fuerza su capacidad de emocionar al lector:
La batalla de Berrona,
apenas mostrada, produce sin embargo uno de los momentos más emotivos
de la novela.

En
los momentos más introspectivos, el autor hace gala de un brillante uso
de la elipsis narrativa, aligerando la trama y haciéndola muy ágil. No
hay páginas superfluas, no hay largas descripciones innecesarias que se limiten a dar
«ambiente», no hay idas y venidas que no aporten algo. Va al meollo de la
cuestión, saltando entre los protagonistas cuando la acción lo
requiere, colocando el foco sobre lo más destacable e importante, y
obviando a ciertos personajes hasta que vuelven a ser necesarios. Alguno
de ellos, dado lo acelerado de los acontecimientos, se ven relegados de
pronto a un segundo plano, como por ejemplo la taimada Jemilla, pero no hay sitio para dudar que volverán con renovadas fuerzas más adelante.
En
la presente entrega el autor desvela por fin muchos misterios y se
puede decir que cierra alguna de las principales líneas que se venían
desarrollando desde el principio de la serie en una especie de final
anticipado que deja todo preparado para el último acto: Naves del oeste.
El olor de la pólvora persiste en el ambiente, los gritos de muerte
resuenan en los oídos, la sangre derramada tiñe la tierra y el futuro se
presenta muy negro mientras los «lobos» aullan a las puertas de los
reinos normannios... Las Monarquías de Dios es una serie de fantasía «renacentista» francamente recomendable.
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Reseña de otras obras del autor:
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