Rafael Marín.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Sportula. Gijón, 2012. Edición digital [epub]. 100 páginas.
Sportula,
en su labor de recuperación de obras significativas del género, trae a
la palestra una novela corta publicada originalmente en 1980 en la revista Nueva Dimensión nº 129, y reeditada posteriormente en sendos volúmenes recopilatorios, Unicornios sin cabeza (Ultramar, 1987) y El centauro de piedra (Pulp ediciones, 2002). En ella Marín aunaba ya dos de los géneros que habría de visitar en sus obras posteriores: la ciencia ficción y la novela negra,
ofreciendo un mestizaje que luego ha podido observarse en diversos
autores y en diversas corrientes. Sus lectores se van a encontrar aquí
con una distopía retratada desde un punto de vista narrativo cercano al de las obras de Raymond Chandler.
Es esta una obra que en su momento marcó un antes y un después en la
ciencia ficción patria, demostrando que se podía escribir buena ficción
especulativa, tanto en ideas como en prosa, fuera del mundo anglosajón
—aunque deba muchas influencias precisamente al mismo—, sin renunciar a
una identidad propia —identidad que se iría marcando decididamente en
obras posteriores del autor—.
La acción de Nunca digas buenas noches a un extraño se sitúa en el futuro de una Holanda alternativa, donde, por ejemplo, el euro no
ha entrado en vigor y se sigue usando el florín como moneda, con un
régimen totalitario mantenido mediante la fuerza de un brutal cuerpo
policial compuesto por cyborgs, y dirigida por un dictador, que vive encerrado prácticamente enclaustrado en un rascacielos denominado el Palacio de Cristal, con el apoyo de un poderoso computador llamado «Madre».
Un grupo revolucionario buscará asaltar el impenetrable rascacielos,
eliminar al dictador y reprogramar la computadora, y para ello
contactarán con un individuo que por sus circunstancias vitales y cierto
suceso reciente está más que «quemado» con el actual estado de las
cosas.
Ebenezer Steel
es un investigador privado, conscientemente alejado del tópico
literario que está encarnando: ni fuma ni bebe, pero eso sí, le encantan
las mujeres y no deja pasar ocasión de remarcarlo. Cínicamente
divertido, desencantado con su vida, se trata de un investigador
encargado de pequeños casos que aspira a la grandeza. De hecho, la
novela comienza, al estilo de ciertas películas fácilmente rastreables,
con el encargo de un caso que ha de convertirse en el detonante de las
decisiones que tomará posteriormente. Un caso aparentemente fácil,
aunque bordeando peligrosamente la legalidad que, una vez «cerrado»,
deja a Steel en la situación psicológica óptima para aceptar peligrosas
«sugerencias». Y es que un edificio impenetrable, fuertemente protegido
por unos policías prácticamente invulnerables, despiadados y fuertemente
armados, parece invitar a una misión imposible, casi suicida y con pocos visos de éxito.
Ofrece así Marín,
a través de una narración plagada de referencias cinematográficas y, en
menor medida, tebeísticas y literarias, una entretenida aventura, que va
subiendo en intensidad sin permitir excesivos tiempos muertos —por
ejemplo, el «entrenamiento» para la misión es celérico, sin perder la
atención en describir detalles que no hayan de ser necesarios después— y
que termina con una ensalada de tiros y una resolución no por intuida
menos impactante.
Dentro de un relato que en ciertos toques anticipaba una tendencia cyberpunk, el autor imaginaba un futuro distópico y opresivo, con unos vigilantes cyborgs
que son policía, juez y verdugo, que dentro de un marcado tono de
aventura pura y dura se permitía incluir una fuerte carga de crítica
social. También es cierto que la brevedad de la obra no permite al autor
profundizar en las circunstancias que han llevado al actual estado de
las cosas, sobre todo en la terrible situación política de la radicalmente cambiada ciudad de Ámsterdam y,
por deducción, de todo el resto de Europa, ni en los avances tecnológicos que han propiciado la aparición de tan particular fuerza policial o de la computadora que rige los
destinos de la población de la ciudad.
El volumen de Sportula se complementa con No me digas adiós, un breve y explosivo texto con el prólogo de lo que habría de ser una nueva aventura de Steel
y que, sin embargo, se queda en un breve relato de acción con el
protagonista luchando por su vida a bordo de un tren y en una posterior
persecución en coche que deja con ganas de conocer lo que podría haber
sido si Marín hubiera seguido con ello.
Es
de agradecer el esfuerzo de la editorial, aprovechando las facilidades
que ofrece el formato digital, de ir recuperando ciertos clásicos que
por su longitud o disponibilidad difícilmente podrían verse reeditados,
dadas las circunstancias del mercado editorial de hoy en día, en otros
soportes más «tradicionales». La edición —en epub
a la que hace referencia esta reseña— se ve algo lastrada por la
repetida falta de algún guión de diálogo al abrir los subsiguientes
párrafos descriptivos, en un volumen por otra parte más que correcto,
sin más erratas ni otros fallos tipográficos detectables.
Nunca digas buenas noches a un extraño es una breve e intensa historia donde Marín
ya apuntaba buenas maneras, una gran imaginería, una prosa depurada
—más concisa y menos recargada que aquella hacia la que avanzaba— y un
tono irónico algo socarrón que habría de convertirse en obras
posteriores en cierta marca de fábrica del
autor. Es fácil rastrear en ella muchas de las influencias de un autor,
en aquel momento todavía primerizo —algo que se nota mucho en el
recursivo uso de clichés de ambos géneros, noir y ciencia ficción—,
que vuelca en su obra gran parte de sus propios gustos para conformar
una amalgama, si no rigurosamente novedosa, muy interesante, que debe
contemplarse con cierto desapego histórico, ya que detalles que hoy
pueden parecer absolutamente superados y manidos, en 1980 eran sin duda
bastante originales.
La
novela corta principal, que se lee de un tirón, se cierra con un final
muy acorde con la personalidad del protagonista, sorprendente y a la vez
terriblemente coherente de un mundo deshumanizado. La truncada y
frustrante promesa de una continuación invita, sin embargo, a buscar
otros libros posteriores del autor —ya sean antologías de relatos o
novelas— para ser partícipes de su profunda evolución, con una obra cada
vez más alejada, desgraciadamente, de la ciencia ficción, pero siempre
recomendable.
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Reseña de otras obras del autor:
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