Juan Cuadra Pérez.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Fantascy. Barcelona, 2014. 397 páginas.
El relativamente reciente sello Fantascy tiene a gala desde sus mismos orígenes el publicar autores españoles de género, y no sólo a aquellos que ya tienen un «nombre» entre los lectores —Juan Miguel Aguilera, Rodolfo Martínez...—, sino dando también una oportunidad a «noveles» como Concepción Perea o este Juan Cuadra Pérez, quien con su primera novela demuestra un pulso narrativo, estilístico y, sobre todo, imaginativo realmente sorprendente, una madurez encomiable —aún reconociendo ciertos pequeños fallos— con un dominio de la técnica y del tempo literarios que parecen propios de un escritor mucho más rodado, y que hacen de la lectura de esta novela una experiencia muy satisfactoria —no apta para todos los paladares, eso sí, sobre todo para los más sensibles a ciertas escenas truculentas y viscerales—. Cuadra ofrece en El libro de Ivo una oscura fantasía urbana cargada de horror psicológico, violencia extrema, sorprendente ternura, situaciones escabrosas, crudas referencias a actos sexuales, depravación y muerte que por momentos incluso llegan a abrumar, pero compensados por un escenario fascinante, pleno de imaginación, tramas interesantes y grandes personajes. Una historia que destapa el monstruo que cada persona lleva dentro, potenciando sus oscuros y mezquinos deseos, desde los más miserables a los más megalomaniacos, en un mundo donde los héroes tienen poca cabida. Llegados a este punto no es lo de menos avisar que se trata de la primera entrega de una serie, la Saga de la Ciudad, planificada para tener cuatro libros, siendo el próximo —que es de esperar y desear que Fantascy publique también sin mucha demora— El libro de Sombra. El lector que así lo desee puede encontrar mucha más información en Las Casas de la Carne.
En el prólogo de la novela un hombre sueña todas las noches que es un asesino y cuando despierta vive con el temor de que el sueño, la pesadilla, se convierta en realidad y pueda hacer daño a la mujer que ama. Así que se pone a investigar cuál pueda ser el origen, el causante de su desasosiego y temores, y, en caso de encontrarlo, ponerle un drástico remedio. Cuando empieza la acción propiamente dicha, otro hombre, que responde al nombre de Ivo Lain aunque en su interior sabe que él no es Ivo Lain, sino que solo «viste» su cuerpo, despierta en un sanatorio para descubrir tan solo muerte violenta a su alrededor. Médicos, enfermeras, celadores… todo el personal ha sido brutalmente asesinado. Ivo, no posee recuerdo alguno, pero sabe que tiene una misión, debe cazar a su presa, supuestamente el causante de la masacre, y tiene poco tiempo para hacerlo. En el Reino, el onírico territorio donde los durmientes van a «vivir» sus pesadillas, sucede algo imposible, alguien ha conseguido llegar hasta la Reina Mab y matarla. El equilibrio entre el mundo humano y el de las pesadillas se ha roto con consecuencias desastrosas y sólo hay una forma, nada sencilla, de remediarlo. Y cuánto más se tarde en conseguirlo más se extenderá el caos por el mundo «real».
La novela hace gala de una estructura que fomenta el misterio, introduciendo al lector dentro de una trama en marcha para solo pasado un buen trecho recapitular, volver sobre sus pasos, y dar algunas explicaciones de lo que está sucediendo. Se compone de tres partes que alternan dos lugares, la Ciudad y el Reino, y dos tiempos, Ahora —lo que está sucediendo— y Antes —lo que llevó a que sucediera—, y multitud de puntos de vista y líneas argumentales con un buen número de personajes que aportan su granito de arena, grande o pequeño, a la historia general. El autor propone una inmersión in media res en la acción, haciendo que protagonista y lectores vayan descubriendo de la mano las claves del relato, algo potenciado por la «amnesia» de Ivo que lo mantiene en un estado de desconcierto en el que se mueve por auténtico instinto y férrea decisión, que se transmite a la perfección al lector. Cuadra va entregando las piezas en un orden aparentemente aleatorio que consigue que la historia se convierta en un auténtico «rompecabezas» convirtiendo de inicio en un desafío su resolución. Pero las piezas encajan, vaya si encajan, aunque en un primer momento sea haga difícil aprehender toda la imagen o cuál va a ser el derrotero definitivo de las tramas. Esta estructura potencia la intriga hasta que Ahora y Antes van confluyendo conforme se obtienen algunas respuestas y la historia se va convirtiendo en un crescendo de violencia y caos con una decidida cualidad onírica. El autor introduce, además, unos intrigantes interludios que tienen lugar en el «Edificio Babilonia», con episodios aparentemente desconectados del resto, pero que a la postre resultan ciertamente importantes para el devenir de la historia.
Aún compartiendo un Horror subyacente Cuadra diferencia estilística y narrativamente ambos mundos, una fantasía urbana violenta, oscura y descarnada en la Ciudad, y una fantasía onírica más «clásica» que bordea incluso lo épico en el Reino. La Ciudad es el arquetipo de cualquier urbe de tamaño medio - grande. Innominada e indeterminada, lo cierto es que pudiera ser cualquier ciudad del mundo occidental, con fragmentos de muchas, pero sin ser una en concreto —aunque tal vez en la mente del autor sí que lo fuera, el lector tiene la opción de imaginar la que desee—. Y es precisamente esa indefinición, esa mezcla de referencias, de barrios casi reconocibles, de edificios prototípicos, de parques indistintos mil veces visitados, lo que la hace tan fascinante y tan acertada como escenario de la macabra aventura que en ella va a desarrollarse.
En contraposición el Reino es una auténtica válvula de escape para los más oscuros instintos de los humanos. Allí pueden deshacerse de sus deseos inconfesables, de sus más bajas pasiones, y despertar renovados, dejando atrás aquellas sombras que ni ellos mismos son conscientes de poseer. Pero la reina Mab es quien se encarga de mantener todo en funcionamiento y sin ella todas las pesadillas comenzarán a cobrar realidad en el mundo de la vigilia, en la Ciudad. Así, Cuadra desata el horror dentro de lo cotidiano, demostrando —una vez más— que no hay monstruo más terrible que el propio ser humano desatado, sin restricciones morales o éticas que limiten sus actos.
Y mientras el mundo empieza a colapsar, e Ivo se sumerge en una espiral de violencia, obscenidad, crueldad y depravación, con algún pequeño episodio de ternura, el lector descubrirá que el impasible asesino no es el único agente empeñado en la carrera; que tiene algunos posibles aliados, pero que también existen otras fuerzas que se encuentran en movimiento para aprovecharse de las caóticas circunstancias. En principio sin bando aparente, porque de partida tampoco hay aquí buenos y malos, el lector va a encontrarse con una anciana vidente japonesa y su nieta necesitada de protección, o con Sombra, el Irlandés, un «mago» que se deja vencer por sus inseguridades para convencerse de que la mejor política es la inactividad, llevándole a no querer tomar decisiones para no tener que actuar en consecuencia.
Por la parte onírica cobran especial importancia los Señores del Reino y las Musas Oscuras, representaciones idealizadas de las pesadillas de los humanos, encargados de las «torturas» nocturnas de los durmientes —y que de alguna manera recuerdan, para bien, a Los Eternos del Sandman de Gaiman—: Cazadora, Bestia, Laberinto, Oscuridad...; Torturador y Víctima. Y frente a ellos sale a la luz el antagonismo de los Arcontes, quienes, ante el momento de debilidad del Reino, no dudarán en asaltar sus Puertas. Como catalizador Frank R. Schiolla, un patético y perdedor nigromante servidor de las sombras, antes agente de seguros, que despierta tanta conmiseración como desprecio y repudio, y que verá allí la perfecta oportunidad de medrar y abandonar la vida asquerosa que lleva últimamente.
Todo ello, escenario y personajes perfectamente transmitido a través de la prosa de su autor; una prosa que, a pesar de abusar de ciertas reiteraciones y una titubeante —aunque pronto vaya cogiendo «confianza»— primera aproximación narrativa, en nada refleja su condición de obra de debut. Una prosa que consigue introducir al lector en la historia sin que nada consiga distraer su atención. Sin excesivos alardes estilísticos ni llamativos trucos recursivos, se muestra vibrante, demoledora, concisa, deslenguada, cruda, hermosa cuando se requiere, dura y contundente, directa pero insinuante, dinámica, descriptiva y sugerente, dejando que el lector ponga su parte en la composición de los protagonistas, de la Ciudad y del Reino, que los «vista» a su gusto con su propia imaginación, pero a la vez creando todo un universo lleno de detalles singulares. Y destacando por encima unos diálogos precisos, muy reales, que reflejan a la perfección las diferencias entre los humanos mundanos y los algo pomposos habitantes del plano onírico.
Si alguna pega hay que ponerle a El libro de Ivo es que la trama de Sombra —a la postre centro del próximo libro—, siendo de lo más interesante, no termina de confluir con la del resto de personajes —bueno, con alguno sí—. Hay ciertas subtramas, escenas y situaciones que más parecen incluidas para ir preparando el camino de la segunda entrega que para aportar algo importante a esta, sin terminar de «casar» con el resto. Y es que si bien la que podría considerarse trama principal de la novela queda resuelta, para bien o para mal, al pasar la última página, lo cierto es que el hilo de Sombra permanece en el aire en uno de sus puntos más emocionantes, llevándose con él una buena parte de las consecuencias de todo lo narrado hasta aquí para, esperemos, seguir dando guerra en su continuación.
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