Matthew Mather.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Ediciones B. Col. Nova. Barcelona, 2014. Título original: Cyberstorm. Traducción: Albert Solé. 414 páginas.
Dentro del cada vez más numeroso mundo de la autoedición en los EE.UU. hay unos cuantos títulos que triunfan de forma abrumadora por las más diversas razones. Cibertormenta es uno de ellos. Gracias a las ventas masivas, a la recomendación de los aficionados, las buenas críticas y un tema muy interesante y, de alguna manera, cercano la novela consiguió en su momento una edición profesional y ser vendida a otros países, llegando así a España de la mano de Ediciones B. Presenta con buen pulso una historia de ficción especulativa de «hoy mismo», con una trama bastante apocalíptica tras un ataque de ciberterrorismo de proporciones globales, que aúna la amenaza tecnológica con una catástrofe natural que complicará sobremanera la vida de los protagonistas, aislados en la ciudad de Nueva York. Mather ofrece un tenso relato sobre sacrificio y supervivencia cuando tantas cosas que se dan por descontadas en nuestra sociedad moderna fallan, cuando la ciudad se convierte en un lugar hostil de la forma más inesperada, lo peor de la naturaleza humana sale a relucir y la ayuda tarda en llegar.
En un mundo globalizado la tecnología informática domina en gran parte la vida cotidiana de los ciudadanos, sobre todo en el mundo occidental, sin que siquiera se den cuenta en gran parte de los casos. No es solo la creciente dependencia de internet y las redes sociales, sino de la gran cantidad de aparatos, dispositivos, maquinarias, sistemas de comunicación y servicios básicos conectados a la red o dependientes de procesos informáticos y a los que difícilmente se podría ya renunciar, soslayar o sustituir. Es difícil, por no decir imposible, volver atrás. La vida moderna cotidiana, con un gran número de operaciones rutinarias realizadas a lo largo del día a día de manera casi inconsciente, depende en gran parte de la conexión informática que se da por sentada y a la que muy pocos estarían dispuestos a renunciar.
Pero, efectivamente, se produce un ataque cibernético de alcance aparentemente mundial y las cosas empiezan a ir realmente mal. Además, en Nueva York, la caída de los servidores parece demoniacamente coordinada con uno de los peores temporales invernales que golpean la ciudad. Las comunicaciones se caen, la electricidad falla causando apagones masivos, las turbinas que garantizan el servicio de aguas se detienen cerrando el suministro, se corta el gas, los transportes dejan de circular, las redes de distribución colapsan y los alimentos y otros bienes de primera necesidad no llegan a destino…, todo mientras una ola de frío de fuerza inesperada complica sobremanera las condiciones climáticas. La nieve se acumula en las calles, el frío golpea con enorme virulencia, las enfermedades se disparan, las muertes empiezan a sucederse…, una caótica situación para lo que las autoridades no estaban en absoluto preparadas.
Al estar la acción del libro relatada en primera persona desde la óptica de uno de los protagonistas, Mike Mitchell, la narración se va a centrar en ver cómo todo esto afecta a un grupo concreto de neoyorquinos, totalmente indefensos ante lo que se les viene encima. Los residentes de un edificio de apartamentos de la Gran Manzana deberán organizarse para sobrevivir en medio del caos resultante. Mike y su esposa Lauren son una pareja acomodada con un hijo pequeño, Luke, preocupados por su trabajo y por el mal momento que atraviesa su matrimonio, que van a ver cómo al caer internet su mundo cambia de forma radical. En su mismo rellano, el «supervivencilaista» Chuck, su mujer Susie y su hija Ellarose, el elitista Richard y su callada esposa Sarah, el portero de la finca Tony, con una formación militar más que bienvenida, y el «asimilado» genio de la tecnología informática Damon, cuya contribución será de alguna manera inestimable, junto a algún secundario más —el matrimonio ruso, los Borodin, es impagable—, tendrán que permanecer unidos y cooperar para mantenerse con vida. Con un variado elenco, una cosa que llama la atención, dado el evidente acierto de otro tipo de detalles, es el escaso papel que el autor reserva para sus personajes femeninos, que caen en actitudes y en un reparto de tareas bastante poco actuales, supeditadas a lo que digan o hagan sus «hombres»; sólo bien adentrados en la trama la cosa va a ir variando un poco, demostrando que ellas tienen tanto que decir como ellos, incluso más cuando de la supervivencia de sus familias y seres queridos se trata.
Conforme avanzan los días y la situación no mejora, Mather va creando el retrato psicológico de unas personas enfrentadas a condiciones infernales para los que no están preparadas. Solidaridad frente a individualidad, sacando lo mejor y lo peor del ser humano. Algunas se dejan llevar por el egoísmo, colocando su supervivencia personal por encima de cualquier otra consideración, otras no dudan en sacrificarse para ayudar a los demás. Las condiciones de convivencia en la ciudad se deterioran de forma acelerada y alarmante. La sociedad se disgrega, mientras unos cuantos intentan hacer lo correcto, ciertos valores desaparecen y se empieza a imponer la ley del más fuerte. Los hospitales se colapsan, el ejército no da abasto para atender a todos los afectados por la crisis, la policía se ve desbordada para tratar con los saqueadores.
Los protagonistas enfrentan la dura, casi desesperada, lucha para mantener con vida a su familia y amigos, desconectados del resto del mundo del que tan sólo reciben rumores contradictorios, sin saber lo qué realmente está sucediendo ni quién es el culpable, atrincherados en el edificio, haciendo uso de todo su ingenio para adaptarse lo mejor posible a la situación. Tienen la suerte —y aquí el autor hace un poquito de «trampa»— de contar entre sus filas con Chuck, un supervivencialista que había acumulado ciertos suministros de primera necesidad temeroso precisamente de que tuviera lugar alguna catástrofe como la que están sufriendo. Gracias al precavido vecino, y a la aportación de los conocimientos combinados de otros elementos del grupo, una comunidad de «urbanitas» sin una especial preparación va a conseguir mantener cierto grado de confort en medio de la gran carestía, «disfrutando» de los artículos y suministros que había ido acumulando y que se van a demostrar imprescindibles para la supervivencia de todos ellos, haciendo que su situación inicial, aún desesperada, sea mucho mejor que la de otros muchos miles de neoyorquinos que no disponen de nada para subsistir.
A través de capítulos cortos, una prosa sencilla y un ritmo rápido Mathew enfoca la trama de forma harto realista, con un tono sostenido que alterna los momentos de exposición con las secuencias de «acción». Sin excesos ni exageraciones, casi con una mirada aséptica que va describiendo de manera muy eficaz el desastre. No hay tiroteos, persecuciones o explosiones innecesarias, lo que tampoco quiere decir que la tensión no se palpe a cada paso y que los cadáveres pronto comiencen a amontonarse sin nadie que los recoja. Más allá del evidente tono de advertencia sobre la dependencia y la vulnerabilidad de los procesos informáticos del mundo occidental, Cibertormenta es una entretenida novela, ágil, ligera e interesante, con las debidas dosis de tensión, así como cierta intriga sobre el origen y procedencia del ataque y sus consecuencias en el área de la política internacional —aunque sólo se trate como un atractivo telón de fondo ante el que se desarrolla el drama de Mike y sus compañeros—. Al terminar de leer es imposible no echar un vistazo en derredor y pensar lo que haría uno en esas condiciones, un tanto extremas, pero no imposibles después de todo.
2 comentarios:
Hola, Santiago; buena reseña como siempre. Un gusto pasar por aquí. Aunque tengo una opinión algo diferente... ¿No te parece que el libro empeora considerablemente en la última parte, justo desde que consiguen salir de Nueva York? Yo creo que se vuelve deslavazado y como con prisa; se pierde el líneas que no va a desarrollar (como la de los vecinos "canibales") y que luego cerrará mal. Y el final es terriblemente precipitado, a mi entender. Aparte que me estropearon mucho el conjunto las explicaciones finales, de nuevo con prisa por acabar y cogiendo por los pelos algunas líneas que creo que el autor no supo cerrar.
En cualquier caso, gracias por la reseña. Repito que es un placer visitarte y leer buenos comentarios de un montón de libros. Gracias y saludos,
Ángel
Hola Ángel.
Es cierto que el último tramo cambia totalmente la orientación de la novela, pero tampoco me pareció tan traído por los pelos.
Sí, después de contarnos con pelos y señales la supervivencia en Nueva York, al salir de allí quizá el autor acelera demasiado las cosas, pero en realidad considero que ya había contado lo que deseaba y que por eso tiene "prisa" por cerrar el libro con una sensación de conclusión, un final que no deje todo el tema del origen del ciberataque en el aire.
Y sí, quedan líneas abiertas, pero son parte de un trasfondo que, como la vida misma, no siempre da respuesta o cierra todo de forma plena.
Seguramente peca de apresurado, pero a mi no me dejó insatisfecho.
Gracias por pasarte y comentar.
Saludos
Santi
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