Reseña de: Francisco José Arcos Serrano.
La Fuga ediciones. Barcelona, 2015. Título original: The Big Town. Traducción: Manuel Manzano. 188 páginas.
Hoy vengo a presentaros a una joven editorial llamada La Fuga Ediciones, la cual ha publicado hace bien poquito una novela de Ring Lardner, uno de los escritores de mayor éxito de la década de los veinte, gozando de la rara combinación de la aprobación de crítica y público. Su títulos son considerados por la crítica como obras excepcionalmente bien elaboradas y más satíricas que simplemente humorísticas, convirtiéndose así en una de las voces más innovadoras y entretenidas de su país.
En La Gran Ciudad el escritor recrea la historia de una heredera rural, Kate, modestamente acomodada, cuya hermana mayor, Ella, se empeña en casarla con un rico, cueste lo que cueste. Así, ambas hermanas, acompañadas por Tom, el cuñado, se trasladan desde el pueblecito de Indiana donde vivían hasta la Nueva York de entreguerras con un objetivo claro que nace de un deseo oscuro. El primero, encontrarle a Kate ese panoli con los bolsillos repletos y la cabeza hueca; y el segundo vivir la vida de una vez por todas.
Llama la atención la pátina de superficialidad y vacío que caracteriza a prácticamente todos los personajes que van apareciendo por estas páginas, dando lugar a una escena muy pintoresca repleta de sujetos inmersos en un catálogo de situaciones estrictamente rocambolescas y desenfrenadas que nos provocarán una sonrisa cómplice durante nuestra lectura.
De todo este elenco, particularmente me quedo con Tom, el cual con su ironía sempiterna y socarrona nos ofrecerá un catálogo de gags que dejan sin defensa a sus interlocutores. Podríamos decir sin género de duda que todo este arsenal de chascarrillos marcas de la casa se traducen por parte del escritor en una feroz crítica hacia las costumbres establecidas en el Nueva York de los años 20.
En definitiva: La Gran Ciudad es una novela que aunque data de los años 20, fácilmente se puede extrapolar a la sociedad actual, donde las falsedades, mentiras y los personajillos de postín están a la orden del día, resultando de todo ello un retrato poco halagüeño de todos nosotros.
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