jueves, 15 de marzo de 2007

Reseña: El caballero

El caballero. Libro 1 de El caballero mago

Gene Wolfe.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Minotauro. Barcelona, 2006. Título original: The Knight: Book one of the Wizard Knight. Traducción: Miguel Antón. 485 páginas.

Gene Wolfe siempre ha hecho gala de un estilo y una forma de narrar, cuando menos, peculiares y muy particulares, jugando siempre de forma ambigua a mostrar tan sólo lo imprescindible para que el lector vaya sacando sus propias conclusiones y dejando muchas cosas libres a la imaginación. El principio de El caballero es un buen ejemplo de ello. Retorciendo la realidad en un juego de sombras, Wolfe deja tan confuso al lector como al protagonista de la historia, un jovenzuelo estadounidense que sin saber cómo se verá trasladado a un mundo fantástico donde rigen las reglas de la magia y de la caballería. Este mundo, en la primera de un montón de referencias extraliterarias, se llama Mythgarth, siendo el lugar donde habitan los seres humanos y encontrándose en el centro de otros seis mundos más, tres por arriba y tres por abajo. ¿Suena de algo? Pues es sólo el principio.

Nada más arribar a ese extraño lugar, cambiará su nombre por el de Able del Gran Corazón, será obsequiado por la Parka con una cuerda de almas para su arco y recibirá una misión a la vez que descubre el amor imperecedero. Juguete del destino o marioneta de poderes que le son ajenos se embarcará en multitud de aventuras, autonombrándose caballero con la ayuda de una reina de los elfos y tratando de justificar el título con sus acciones. Pasando de un mundo a otro, reclutando en su camino a un simpar número de compañeros a cada cual más extraño, avanzará hacia la consecución de su objetivo, la espada Eterna, con cuya posesión está convencido de que conseguirá hacer realidad todos sus sueños.

Atrapado en el cuerpo de un hombre adulto de heroicas proporciones, su mente sigue siendo sin embargo la de un adolescente y muchas veces eso se verá reflejado en sus palabras y obras, siguiendo su idealizada imagen de cómo debe comportarse un caballero. El libro, como ya he dicho, se encuentra plagado de referencias, siendo las más evidentes las de las novelas de caballerías, ciclo artúrico incluido, y las de la cosmología nórdica, con toda su parafernalia mitológica y épica.

Está escrito como si de una carta del chico atrapado en el cuerpo de sir Able a su hermano que se quedó en la tierra, al que sin embargo ha creído ver en aquel mundo, se tratase. El corte epistolar, en primera persona, permite al autor ciertas licencias que se adaptan perfectamente a su estilo, saltando en el tiempo de acción en acción de forma a veces un tanto inconexa, obviando lo que no le interesa y demorándose en parajes concretos, haciendo referencias a detalles por venir que condicionan sus presente, aventurando conclusiones para las que no ha dado suficiente base y ofreciendo al lector, en definitiva, un relato de los recuerdos de las cosas que Sir Able y sus compañeros vivieron o de las que le contaron cuando no estaba presente en los hechos y desde la óptica por lo tanto subjetiva e inconexa del que le toca rememorar su propio pasado y va saltando, lo más linealmente posible, de una ventura a la siguiente.

Es por ello una lectura exigente, lo que no implica necesariamente su bondad, plagada de nombres, de personajes y de referencias que ir desentrañando. Hay que escarbar bastante para obtener todo lo que Wolfe ha puesto en este texto bajo la apariencia de una simple novela de aventuras caballerescas. Sin embargo, cuando cierras el libro te queda una especie de sensación de desasosiego extraño, por un lado porque la novela no termina de cuajar del todo, no fluye con la debida armonía; y por otro, porque la pésima edición que ha perpetrado Minotauro dificulta y lastra bastante la lectura (si hace poco me quejaba de lo mismo en otra editorial, esta ocasión me demuestra que el tema es un mal endémico de nuestros días: la rapidez con que se quiere sacar a la calle los títulos impide sin duda una correcta corrección y edición de los mismos); como ejemplo del caso particular que nos ocupa baste con la siguiente muestra: en la página 203 línea tercera se lee “…permitido que Pouk me acompañarme.” y en la línea octava “…porque también habían abundaban los insectos.”; y un par de párrafos más abajo aparece por primera vez un personaje al que se llama Thnrolf y que en la siguiente página descubriremos que en verdad se llama Thunrolf. Y de este tipo de fallos hay unos cuantos más. ¿De verdad es tan difícil controlar un poco el tema y hacer una edición digna? Parecería que la respuesta es afirmativa.

El libro, primero de dos, termina cerrando las tramas principales en las que el protagonista se había visto envuelto, pero dejando a su vez abierto un evidente “continuará” que promete nuevas aventuras y revelaciones sobre el mundo, o mundos, a los que no se sabe muy bien cómo ha ido a parar; así que seguiremos la pista de sir Able en El mago, con el que se cierra el ciclo y donde espero que se nos desvelen muchos de los misterios que se nos han planteado en El caballero. El tema, desde luego, puede dar para mucho.

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