Breve historia de Inglaterra.G.K. Chesterton.Reseña de:
AmandilAcantilado, Barcelona, 2005. Título original: A short History of England. Traducción: Miguel Temprano. 250 páginas.
La muy cuidada y bien presentada edición de la editorial Acantilado vuelve a poner al alcance del lector español una de las más destacadas obras del genial autor inglés G.K. Chesterton. En esta ocasión, y como respuesta a un encargo recibido, el polifacético columnista redactó una breve (no más de 250 páginas) historia de Inglaterra desde su especial y original punto de vista.
Dos de los pilares en que sustenta su ensayo lo enfrentan a la manera clásica de escribir historia. Por un lado apenas hace uso de las fechas para indicar acontecimientos importantes, no hay más de tres o cuatro en todo el libro, y por otro lado abandona la perspectiva política clásica (la que se centra precisamente en la procesión de fechas, reyes, batallas y políticos) en beneficio de la meramente popular. A fin de cuentas lo que nos cuenta es la historia del pueblo de Inglaterra, adelantándose en algunos años (aproximadamente cuarenta) a la eclosión de la historiografía marxista que vendrá de la mano de historiadores comunistas como E.P. Thomson o Eric Hobswaun. Y no deja de ser irónico que existan puntos de coincidencia entre estos y Chesterton, quien escribe desde una perspectiva profundamente cristiana.
Las peripecias del pueblo inglés dan comienzo con el desembarco de los romanos y la inclusión de las islas británicas en el mundo civilizado. Chesterton sostiene que la civilización, el orden, el desarrollo y el progreso son aportados por la romanización de los territorios y su posterior cristianización. Este aspecto, que desarrolla profusamente en los dos primeros capítulos, es vital para comprender las añoranzas medievalistas de que Chesterton hizo gala durante toda su vida. Por ello son los capítulos más poéticos y espirituales, en gran medida, de toda la obra. No perderse en ellos y seguir los razonamientos del autor es imprescindible para comprender posteriormente su decepción como erudito al comprobar (en los capítulos finales, y especialmente en el referido a los puritanos y su república) como el abandono de los beneficios que el cristianismo aportó al pueblo implicó la aparición de la aristocracia oligárquica de los siglos XVIII y XIX.
En una obra histórica, como esta, sin fechas, queda en manos de la habilidad del autor que el lector no se pierda y sea capaz de comprender en qué momento de la Historia se encuentra la narración. Chesterton es un muy buen conocedor de la historia inglesa (y europea), y eso le permite manejar sin problemas todo el proceso creativo que despliega en los dieciocho capítulos del libro. Pero para un lector medio español ahí radica parte del problema para comprender en su totalidad los argumentos del autor en cada capítulo. El desconocimiento de la historia inglesa es un serio problema a la hora de disfrutar de este libro. Si no sabemos situar en un contexto histórico y temporal acontecimientos como la conquista normanda, la guerra de las rosas, la guerra de los cien años o la ejecución de Carlos I nos quedaremos sin entender la mayor parte del libro. Y aunque la prosa desplegada por el autor es genialmente simplificadora toda ella se basa en que el lector sea capaz de ir siguiendo su discurso en el correcto contexto histórico.
De todos modos el libro es sumamente interesante por sus perspectivas singulares enfrentadas a la mayor parte de las escuelas históricas que existen y han existido. Es una humilde llamada de atención para que no olvidemos que más allá de reyes, gobiernos y generales, al final la Historia es la consecuencia de las mutaciones que se dan en los pueblos. Y que muchas veces la propia dinámica de los tiempos, casi siempre consecuencia de las vilezas de los gobernantes de turno, acaba chocando con la realidad de un pueblo afecto a sus costumbres y reacio a dejarse embaucar por argumentos espurios.
Se nota, desde la primera línea, que el libro fue escrito en 1917, durante la Primera Guerra Mundial, y que buscó azotar inmisericordemente la extraña noción pangermánica que asolaba a la “intelectualidad” inglesa. Pero eso lo desvela el propio Chesterton en el libro.
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