martes, 10 de noviembre de 2009

Reseña: La Guardiana

La Guardiana.

Tanya Huff.

Reseña de: Jamie M.

Nabla Ediciones. Col. Fantastika. Barcelona, 2008. Título original: Summon the Keeper. Traducción: María Pardo Vuelta. 447 páginas.

De Tanya Huff en nuestro país se había publicado previamente la serie de Los libros de la Sangre (La Factoría), donde ofrecía nuevas visiones de los monstruos clásicos (vampiros, hombres lobo, momias, zombies…) desde una óptica más humana, aunque sin llegar a despojarlos de su capacidad aterrorizadora, y que también serían convertidos en serie de TV bajo el título de Hijos de la Noche (Blood Ties). Fueron cinco libros que pasaron —injustamente en mi opinión— muy desapercibidos debido quizá a su desafortunada inclusión dentro de la colección de Vampiro que seguramente hizo que no llegasen a encontrar a su público objetivo: los seguidores del juego de rol no los compraron al no pertenecer al mismo y los lectores que hubieran podido estar interesados los pasaron por alto al pensar que formaban parte de la franquicia. Más recientemente también llegó a las librerías la aportación de la autora al mundo de Ravenloft: La venganza de Aurek.

Ahora, Nabla ediciones nos ofrece una nueva serie —aunque originalmente ya tiene sus añitos—, en este caso trilogía, sobrenatural de Huff, que se abre con este La Guardiana y han continuado ya con La segunda llamada.

Es esta una novela que lo más fácil sería enclavar dentro del género de la Fantasía Urbana, y que sin embargo se escapa de la etiqueta y es algo más difícil de clasificar que eso. Con ciertas pinceladas —algo diluidas, eso sí— de terror, con guiños a las historias de mansiones encantadas, con un toque de romance paranormal… lo cierto es que lo que finalmente domina el libro es el humor y la comedia. Un humor socarrón e irónico muchas veces, pero también muy sutil en ocasiones, que recuerda de alguna manera —salvando las incuestionables distancias— al de Gaiman y Pratchett en Buenos presagios.

Claire Hansen es una guardiana, perteneciente a una rama de la humanidad que desciende de Adán y Lilith, que poseen grandes poderes mágicos y que tienen la tarea de evitar los “desgarrones” en nuestra realidad, sellando las fugas o agujeros en el tejido del universo desde los que el mal trata de escapar hacia nuestro mundo. Al comenzar el libro, Claire, cargada de maletas bajo la lluvia en las calles de Kingston, Canadá, ha sido “convocada” a una pensión de mala muerte llamada «Campos Elíseos». A la mañana siguiente de su llegada descubrirá, para su consternación, que se ha convertido en la nueva propietaria del lugar y que el mismo incluye un agujero al infierno en el sótano, una mujer que lleva dormida desde 1945 en la habitación 6, un fantasma en el ático y un ascensor entremedio que no siempre parece llevar a la planta solicitada. Así que el mundo parece venírsele encima al hacerse consciente de la posibilidad de verse anclada durante mucho, mucho tiempo —incluso de por vida— en la pensión dado el peculiar equilibro de fuerzas.

Para ayudarla en tan singular tarea, Claire cuenta con la “inestimable” asistencia de Austin, un sarcástico y poco políticamente correcto gato parlanchín, de edad avanzada, que parece más preocupado en hacer chistes a costa de la Guardiana y en recibir comida no geriátrica que en los problemas de su compañera; situación que da lugar a algunos de los mejores y más divertidos diálogos de la novela.

La Guardiana se desarrolla casi como una obra de teatro, en la que en apenas un único escenario —son pocas las ocasiones en que los protagonistas se alejan de la pensión— van entrando y saliendo los diferentes actores: por un lado los principales, los residentes permanentes en el lugar, incluida Claire, y por otro los secundarios que dan el contrapunto entre los esporádicos huéspedes y la vecina cotilla y molesta que no para de personarse en el lugar en los momentos más inoportunos.

Entre el plantel de protagonistas, además de a Claire —una mujer valiente e ingeniosa, aunque algo insegura en ocasiones, dotada de gran decisión menos cuando las cosas parecen afectar a su vida personal, con un gran corazón que a veces parece querer abarcar demasiado— y del mencionado Austin, el lector va a encontrarse con Dean McIsaac, el joven —20 añitos— cocinero y chico para todo que la Guardiana hereda con la pensión y con el que establecerá una atracción sexual no resuelta al ser “demasiado joven para ella”, y con Jacques Labaet, un libidinoso fantasma franco-canadiense de épocas pasadas que suspira por ser corpóreo de nuevo, más que nada para disfrutar de los placeres carnales una vez más.

Entre la clientela, diversos seres de la noche y un grupo de olímpicos jubilados en viaje de la tercera edad realmente hilarantes. Y no podemos olvidar a la señorita Abrams, la vecina metomentodo e inoportuna siempre acompañada de su agresivo doberman que encontrará un hueso duro de roer en Austin; ni a Diana, la problemática hermana de Claire, estudiante también para convertirse en Guardiana, poseedora de un enorme poder y muy poco sentido común, y a la que los desastres parecen seguir dondequiera que vaya. Mención aparte merecen las conversaciones que un desquiciado Infierno mantiene consigo mismo a través del agujero del sótano y su peculiar interacción con la Guardiana.

Huff, consciente de lo que tiene entre manos, estira sin embargo en ocasiones excesivamente ese lado cómico de los personajes o de las situaciones, adentrándose de lleno en la caricatura y desdibujando el realismo de los mismos —el caso de Jacques sería el más evidente—, lo que hace que se pierda un tanto la tensión necesaria en los momentos más “serios”, donde el terror debiera haber dominado la escena sin llegar a conseguirlo. Tal vez no era su objetivo.

La Guardiana es un libro divertido, difícil de clasificar, frenético en muchas ocasiones, que se aleja sin duda de la actual “fantasía urbana”, un tanto dado a la exageración y con un puntito perverso muy refrescante. Es una comedia de enrredos en medio de una carrera contra el Infierno. Claire, si no quiere verse atada para siempre al «Campos Elíseos», deberá encontrar la manera de sellar la brecha del sótano sin despertar a la huésped de la habitación 6 mientras lidia con la atracción que siente por dos hombres que se le antojan equivocados —uno es demasiado joven y el otro está demasiado muerto— y aún así encuentra tiempo para embarcarse en la reforma de la pensión y dar alojamiento a la más variopinta clientela. Casi nada. ¿Podrá con todo ello Claire? Tendréis que leer el libro para saberlo, pero al menos la diversión —creo yo— está garantizada. Me voy a por el segundo.

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