Reseña
de: Santiago
Gª Soláns.
La
Factoría de Ideas.
Col. Solaris ficción # 141. Madrid, 2010. Título original: A Talent
for War. Traducción: Susana Cella. 318 páginas.
Alex
Benedict es
un tratante de antigüedades de cierto éxito que debe regresar a su antiguo hogar en el
planeta Rimway cuando su tío Gabriel,
el
hombre que lo crío en su infancia y un importante arqueólogo
«independiente», es dado por muerto en la desaparición en un vuelo
rutinario de la nave Capella,
y él es nombrado su único heredero. Pero cuando llega a la
casa descubre que alguien ha entrado en ella a robar; un robo que
parece destinado a ocultar la desaparición de un archivo sobre el
proyecto en que Gabe se encontraba inmerso últimamente. La falta
del archivo espoleará la curiosidad del protagonista por descubrir
qué era aquello tras la pista de lo que se encontraba su tío,
dedicando gran parte de sus recursos a iluminar algo que llevaba
muchos años oculto.
Un
talento para la guerra,
publicada originalmente en 1994
―
que ya tuvo en su momento una edición en español de la mano de
Ediciones B en su colección Nova, y es recuperada ahora por La
Factoría―,
es cronológicamente la segunda novela en la bibliografía de
McDevitt
y
daría muy posteriormente a una serie con Alex Benedict como
protagonista ―cuya segunda entrega, Polaris,
data de 2004―, siendo un muy buen ejemplo de lo que la narrativa
del autor iba a ofrecer posteriormente: Una ciencia ficción de
intriga, casi thrillers, con un gran componente de investigación
histórica y arqueológica, con un ropaje de aventura lleno de giros
imprevistos y grandes revelaciones galácticas.
En
esta ocasión la reconstrucción de la «vida y milagros» de
Christopher
Sim,
el héroe de guerra que consiguió unir a la Humanidad contra el
Ashiyyur,
unos alienígenas telépatas que amenazaban la expansión humana, es el
hilo conductor de la novela. McDevitt consigue transmitir a la
perfección el esfuerzo invertido en la investigación, los
callejones sin salida a los que les conducen determinadas pistas que
parecían muy prometedoras, la frustración de los investigadores al
no poder ir directamente a las fuentes y tener que contentarse con
datos de tercera o cuarta mano, o la de saber de la existencia de
documentos que podrían resultar enormemente esclarecedores y no
poder encontrarlos, o la de encontrarse versiones contradictorias
entre supuestos testigos directos que no hacen sino complicar las
líneas de investigación, o la de la falta de colaboración y los
silencios obtenidos desde los más diversos estamentos cuando se
cuestiona la historia oficial...
McDevitt
factura
una space opera que, a pesar del título, no es especialmente
«bélica», no ofrece grandes batallas, al tratarse de la
reconstrucción «histórica» de ciertos hechos de la guerra contra
los “Mudos”, los alienígenas del Ashiyyur, a través de la
figura de ese héroe mítico en torno al cual se configuró la
Resistencia de la Humanidad como figura inspiradora. No es en la
práctica ciencia ficción militar, ya que la guerra se encuentra tan
solo en el trasfondo, 200 años en el pasado del protagonista, y
aunque se describen algunas acciones de combate se hace desde el
punto de vista del estudioso, del observador, y no del participante,
lo que produce un distanciamiento de las batallas que no les resta,
no obstante, su interés.
La
figura legendaria del héroe, la construcción de un espíritu
unificador en torno a una persona inspiradora, la manipulación
partidista de la Historia, la demonización del enemigo, el
Romanticismo
de
las grandes epopeyas y los gestos desesperados... Toda una mitología
ha crecido en torno a la figura de Sim,
de los compañeros que estuvieron a su lado en aquellos difíciles, y
confusos, momentos, y de todos los sucesos en los que participaron.
Alex
y
su acompañante Chase,
una piloto de naves estelares que había sido previamente contratada
por Gabe Benedict y que no dudará en sumarse a la aventura para ver
dónde les lleva, deberán podar las ramas del bosque para encontrar
aquellos hechos que son Historia, que relamente sucedieron, y los que
pertenecen tan solo a la ficción de exaltación al héroe, a pesar
de que quizá lo que encuentren no les guste demasiado, o no sea en
absoluto lo que se esperaban.
Los protagonistas se encuentran así con un misterioso rompecabezas entre las manos, del que ni siquiera tienen todas las piezas, y con desconocidos pero poderosos enemigos enfrentándose a ellos aparentemente decididos a que no lo resuelvan. Buceando en los diferentes archivos, rastreando indicios nimios, entrevistando ―o intentándolo― a todas aquellas personas que pudieran conocer algún dato relevante, profundizando en antiguos textos, sumergiéndose en recreaciones y simulaciones virtuales de los hechos narrados, viajando de un mundo a otro en pos de cualquier pista que pudiera iluminar un poco las versiones incongruentes de detalles contradictorios, buscando las piezas verídicas y desechando las inventadas... finalmente se van a ver envueltos en una intriga que pondrá sus convicciones patas arriba y sus vidas en un terrible peligro.
McDevitt
ofrece
una representación de un futuro muy tecnificado, con un abundante
uso de la realidad virtual como forma de comunicación y con naves
capaces de viajar más rápido que la luz, con vehículos voladores
para desplazarse de un punto a otro de los planetas e Inteligencias
Artificiales capaces de interactuar con los humanos. Y si bien es
cierto que el escenario y la historia en que se ven envueltos los
protagonistas son fascinantes, quizá sea precisamente en el
desarrollo de las personalidades y interacciones entre ellos donde
más cojea el relato. Supeditados en todo momento a la propia
investigación, poco se llega a profundizar en sus vidas y formas de
ser, en sus sentimientos y emociones, llegando el lector a implicarse
mucho más con las figuras que se van recreando de los antiguos
luchadores a través de viejos textos que con los directamente
implicados en el primer plano de la narración.
Y
es que Un
talento para la guerra
es
más la historia de cómo se conforman las leyendas, de cómo una
idea puede mover el mundo, de cómo a veces la «realidad» necesita
un empujoncito para adaptarse a la «necesidad» y de cómo las
personas, y la Historia, pueden ser manipuladas por intereses
particulares. Y para desarrollar todo ello el autor parece haber
preferido centrarse en el pasado más que en el presente de la
narración. Se podría definir el libro como una aventura tranquila,
sin una acción excesivamente trepidante ―aunque sí destile
emoción―, un relato de descubrimiento que sirve para reflexionar
sobre el espíritu humano, un thriller de intriga con ropaje de space
opera..., sin duda, una interesante lectura y una muy buena
introducción, para quien no haya llegado ya hasta él, a las obras
posteriores del autor. McDevitt ofrece una prosa sin adornos,
directa, supeditada más a la narración que al artificio, jugando a
veces al despiste con el lector, pero con una honradez que solo se
descubre al pasar la última página ―y es que todo estaba ahí―.
Y ahora a por Polaris,
a ver cómo sigue la serie, que el listón no está precisamente
bajo.
[Como
nota final, advertir que la presente reseña ha sido realizada a
partir de la relectura de la edición de esta novela publicada por
Ediciones
B.
Según tengo entendido, la traducción de La
Factoría
ha
sido corregida a partir de la utilizada en Nova; de verdad, espero
que así haya sido, porque la original deja bastante que desear, con
abundantes y desagradables fallos que sería muy de agradecer hayan sido
subsanados en la presente edición. A pesar de ellos, la lectura
merece la pena, aunque es una lástima cómo la entorpecen. Libre de
ellos, supongo que el placer de seguir la trama será todavía mucho mayor.]
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