miércoles, 19 de marzo de 2014

Reseña: Muerte de un imperio

Muerte de un imperio.
Profecía de Merlín, II.

M.K. Hume.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Grijalbo. Barcelona, 2014. Título original: Prophecy: Death of an Empire. Traducción: Manu Viciano. 542 páginas.

En este segundo volumen de la trilogía Profecía de Merlín Hume continúa con la tarea emprendida en el anterior para ofrecer su particular visión de la figura de uno de los magos más famosos de todos los tiempos, con un enfoque más «histórico» que fantástico, y «rellenando» los huecos más desconocidos de su vida anteriores a su servicio para el rey Arturo. A través de la pluma de la autora surge una figura alejada de la mítica acostumbrada, pero cargada igualmente de fuerza, y más «humana» si cabe de lo que suele ser habitual. Un joven de gran inteligencia, dominado por su afán de saber, por su necesidad de conocimientos que aplicar a sus tareas de sanación, siempre al servicio de los demás, y a la vez atormentado por su «don» de profecía que le asalta sin que él pueda hacer nada por evitarlo y sin que sepa nunca lo que va a salir por su boca y en qué líos van a meterle sus palabras. Hume sumerge a su personaje en un periodo tan interesante como sangriento de la historia del continente, en un momento de profundos y violentos cambios, una época tan oscura como fascinante. Testigo de excepción, Myrddion va a encontrarse justo en el centro de eventos que marcan de alguna manera el fin de una época, con los prolongados estertores de un Imperio moribundo.

Tras los eventos de Batalla de reyes, el joven se embarca, junto a sus dos «aprendices» y las viudas que le ayudan en sus tareas sanadoras, en un viaje de autoconocimiento que habrá de llevarles a través de tierras inmersas en sangrientos conflictos que pondrán incluso sus vidas en peligro. Decidido a conocer la identidad de su padre y a profundizar en sus conocimientos médicos, el grupo dejará atrás las islas británicas para adentrarse en el continente justo cuando Atila y sus hordas asolan buena parte de la Galia forzando a los restos del Imperio romano y a los reyes de las tribus «bárbaras» que ocupan su lugar a una alianza que ponga freno a los desmanes de los hunos. Sus dotes como sanador serán puestas a prueba en las más difíciles circunstancias en su camino hacia Roma y, posteriormente, Constantinopla, haciendo que su fama crezca cada vez más. Hume imbuye al texto de un tono de ficción histórica, situando a los protagonistas en medio de acontecimientos y personajes documentados como el propio Atila, el último de los grandes generales romanos Flavio Aecio, los reyes Teodorico de los visigodos y Meroveo de los francos, el papa León I o el emperador Valentiniano entre otros muchos.

Myrddion pronto va a descubrir que, por muy lejos que viaje, no puede escapar a su leyenda, a su dramático origen, ni a las consecuencias de su don profético. Busca educarse con algunos de los mejores médicos del mundo conocido, pensando que podrá encontrarlos en el centro del Imperio, en esa Roma casi mítica que se va a revelar mucho más mundana de lo imaginado. Y lo que de verdad va a descubrir son unas cuantas verdades sobre sí mismo. A su paso va dejando un rastro de amistades y enemistades que sin duda definen su personalidad. Incluso el amor va a surgir en su camino, aunque no sea precisamente un amor afortunado, sino intermitente y lleno de complicaciones, con el veleidoso vaivén de una mujer caprichosa. Es así este un viaje en el que se va a ir forjando su carácter, ganándose su «auténtico» nombre y consolidando su fama. El joven descubrirá con duros golpes de qué materia está hecho, cuáles son sus principios irrenunciables, y cuál es esa personalidad que parece destinarlo a la grandeza.

La autora recrea con convencimiento la sociedad y la manera de vida de los pueblos con los que el grupo de sanadores va cruzándose, sobre todo con los romanos, sus costumbres y usos, la forma de sus edificios y viviendas, de sus vías, sus termas y otras instalaciones de importancia para el día a día, sus festejos, incluido el Circo donde para desagrado de Myrddion la vida humana tiene más bien poco valor. Muestra la absoluta decadencia y agonía de Roma, la insalubridad de la ciudad, la vida disoluta de sus nobles... El Imperio se desmorona en medio de un mar de corrupción, de desinterés, de conspiraciones y de ambiciones poco lícitas.

A través de un un profundo trabajo de documentación Hume una imaginativa reconstrucción de los hechos para hacer que todo «encaje» sin fisuras, de forma muy natural. Myrddion y sus gentes se encuentran, sin desearlo, en el centro de acontecimientos de vital importancia para el devenir histórico del continente. Así asistirán en lugar privilegiado a los enfrentamientos entre hunos y los ejércitos romano, visigodo y franco, sobre todo en la decisiva batalla de los Campos Cataláunicos, al encuentro entre Atila y el papa León I o a los últimos momentos del emperador Valentiniano envuelto en las conjuras que a la postre tiempo después darían final al poder romano en Occidente.

Como ya sucediera en la anterior entrega, las escenas de batallas, son narradas con el distanciamiento propiciado por la posición de Myrddion y sus acompañantes lejos de la acción, observadores desde la retaguardia y receptores de sus peores consecuencias: los heridos y moribundos a los que deben intentar salvar, asistiendo a la violencia de los combates pero sin ser partícipes directos de la misma. Conforme se internen en la península itálica, la narración se irá centrando más en lo social, abandonando el tono bélico para centrarse en la vida y costumbres del pueblo romano y en las conjuras de sus dirigentes.

La única concesión al género fantástico que habitualmente se asocia con la figura del «mago» Merlín es la incontrolable fuerza profética que en momentos inoportunos se apodera de él, haciendo más difícil todavía su vida y ganándole poderosos y peligrosos enemigos. A pesar de la ausencia de ―activos― poderes mágicos, la autora sabe dotar al protagonista de unos rasgos fuertes y atractivos, con unas dotes para la sanación y una sabiduría impropias de su juventud, que engrandecen su leyenda llevando a comprender que sus coetáneos lo consideraran un auténtico hechicero.

Dentro de un relato bastante lineal, especialmente interesantes resultan los «interludios» con lo que está sucediendo en torno a Gorlois, Ygerne y su hija Morgana y ciertos ritos ancestrales. Escenas que dejan entrever la enorme importancia que esta figura debe jugar en el futuro de Myrddion y de la serie.

En Muerte de un imperio la autora usa una prosa reposada y muy descriptiva, agradablemente diáfana y casi didáctica en su trasmisión de los elementos históricos. Resulta llamativo que, ya desde el principio de la novela, la lectura ofrezca una mayor sensación de fluidez, cálidad y cercanía que la anterior, y uno empieza a preguntarse si tanto ha evolucionado la escritura de la autora o si el cambio de traductor tendrá mucho que ver en la evidente mejora, haciendo de la experiencia lectora una tarea más satisfactoria. El final de la novela, casi como sucediera en la anterior, deja a Myrddion Merlinus y sus compañeros a punto de embarcarse en un nuevo viaje en su camino hacia la historia más conocida, su encuentro con Arturo. Un futuro que habrá de narrarse en la inminente Red de traiciones.

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