M.K. Hume.
Reseña de: Santiago
Gª Soláns.
Grijalbo.
Barcelona, 2014. Título original: Prophecy: Death of an Empire.
Traducción: Manu Viciano. 542 páginas.
En este segundo volumen
de la trilogía Profecía de Merlín Hume
continúa con la tarea emprendida en el anterior para ofrecer su
particular visión de la figura de uno de los magos más famosos de
todos los tiempos, con un enfoque más «histórico» que fantástico,
y «rellenando» los huecos más desconocidos de su vida anteriores a
su servicio para el rey Arturo. A través de la pluma de la
autora surge una figura alejada de la mítica acostumbrada, pero
cargada igualmente de fuerza, y más «humana» si cabe de lo que
suele ser habitual. Un joven de gran inteligencia, dominado por su
afán de saber, por su necesidad de conocimientos que aplicar a sus
tareas de sanación, siempre al servicio de los demás, y a la vez
atormentado por su «don» de profecía que le asalta sin que él
pueda hacer nada por evitarlo y sin que sepa nunca lo que va a salir
por su boca y en qué líos van a meterle sus palabras. Hume
sumerge a su personaje en un periodo tan interesante como sangriento
de la historia del continente, en un momento de profundos y violentos
cambios, una época tan oscura como fascinante. Testigo de excepción, Myrddion
va a encontrarse justo en el centro de eventos que marcan de alguna
manera el fin de una época, con los prolongados estertores de un
Imperio moribundo.
Tras los eventos de
Batalla de reyes, el joven se embarca, junto a sus dos
«aprendices» y las viudas que le ayudan en sus tareas sanadoras, en
un viaje de autoconocimiento que habrá de llevarles a través de
tierras inmersas en sangrientos conflictos que pondrán incluso sus
vidas en peligro. Decidido a conocer la identidad de su padre y a
profundizar en sus conocimientos médicos, el grupo dejará atrás
las islas británicas para adentrarse en el continente justo cuando
Atila y sus hordas asolan buena parte de la Galia
forzando a los restos del Imperio romano y a los reyes de las tribus
«bárbaras» que ocupan su lugar a una alianza que ponga freno a los
desmanes de los hunos. Sus dotes como sanador serán puestas a prueba
en las más difíciles circunstancias en su camino hacia Roma
y, posteriormente, Constantinopla, haciendo que su fama crezca
cada vez más. Hume imbuye al texto de un tono de ficción histórica,
situando a los protagonistas en medio de acontecimientos y personajes
documentados como el propio Atila, el último de los grandes
generales romanos Flavio Aecio, los reyes Teodorico de
los visigodos y Meroveo de los francos, el papa León I
o el emperador Valentiniano entre otros muchos.
Myrddion pronto va
a descubrir que, por muy lejos que viaje, no puede escapar a su
leyenda, a su dramático origen, ni a las consecuencias de su don
profético. Busca educarse con algunos de los mejores médicos del
mundo conocido, pensando que podrá encontrarlos en el centro del
Imperio, en esa Roma casi mítica que se va a revelar mucho más
mundana de lo imaginado. Y lo que de verdad va a descubrir son unas
cuantas verdades sobre sí mismo. A su paso va dejando un rastro de
amistades y enemistades que sin duda definen su personalidad. Incluso
el amor va a surgir en su camino, aunque no sea precisamente un amor
afortunado, sino intermitente y lleno de complicaciones, con el
veleidoso vaivén de una mujer caprichosa. Es así este un viaje en
el que se va a ir forjando su carácter, ganándose su «auténtico»
nombre y consolidando su fama. El joven descubrirá con duros golpes
de qué materia está hecho, cuáles son sus principios
irrenunciables, y cuál es esa personalidad que parece destinarlo a
la grandeza.
La autora recrea con
convencimiento la sociedad y la manera de vida de los pueblos con los
que el grupo de sanadores va cruzándose, sobre todo con los romanos,
sus costumbres y usos, la forma de sus edificios y viviendas, de sus
vías, sus termas y otras instalaciones de importancia para el día a
día, sus festejos, incluido el Circo donde para desagrado de
Myrddion la vida humana tiene más bien poco valor. Muestra la
absoluta decadencia y agonía de Roma, la insalubridad de la ciudad,
la vida disoluta de sus nobles... El Imperio se desmorona en medio de
un mar de corrupción, de desinterés, de conspiraciones y de
ambiciones poco lícitas.
A través de un un
profundo trabajo de documentación Hume una imaginativa reconstrucción
de los hechos para hacer que todo «encaje» sin fisuras, de forma
muy natural. Myrddion y sus gentes se encuentran, sin desearlo, en el
centro de acontecimientos de vital importancia para el devenir
histórico del continente. Así asistirán en lugar privilegiado a
los enfrentamientos entre hunos y los ejércitos romano, visigodo y
franco, sobre todo en la decisiva batalla de los Campos
Cataláunicos, al encuentro entre Atila y el papa León I o a los
últimos momentos del emperador Valentiniano envuelto en las conjuras
que a la postre tiempo después darían final al poder romano en
Occidente.
Como ya sucediera en la
anterior entrega, las escenas de batallas, son narradas con el
distanciamiento propiciado por la posición de Myrddion y sus
acompañantes lejos de la acción, observadores desde la retaguardia
y receptores de sus peores consecuencias: los heridos y moribundos a
los que deben intentar salvar, asistiendo a la violencia de los
combates pero sin ser partícipes directos de la misma. Conforme se
internen en la península itálica, la narración se irá centrando
más en lo social, abandonando el tono bélico para centrarse en la
vida y costumbres del pueblo romano y en las conjuras de sus
dirigentes.
La única concesión al
género fantástico que habitualmente se asocia con la figura del
«mago»
Merlín es la incontrolable fuerza profética que en momentos
inoportunos se apodera de él, haciendo más difícil todavía su
vida y ganándole poderosos y peligrosos enemigos. A pesar de la
ausencia de ―activos― poderes mágicos, la autora sabe dotar al
protagonista de unos rasgos fuertes y atractivos, con unas dotes para
la sanación y una sabiduría impropias de su juventud, que
engrandecen su leyenda llevando a comprender que sus coetáneos lo
consideraran un auténtico hechicero.
Dentro de un relato
bastante lineal, especialmente interesantes resultan los
«interludios» con lo que está sucediendo en torno a Gorlois,
Ygerne y su hija Morgana y ciertos ritos ancestrales.
Escenas que dejan entrever la enorme importancia que esta figura debe
jugar en el futuro de Myrddion y de la serie.
En Muerte de un
imperio la autora usa
una prosa reposada y muy descriptiva, agradablemente diáfana y casi
didáctica en su trasmisión de los elementos históricos. Resulta
llamativo que, ya desde el principio de la novela, la lectura ofrezca
una mayor sensación de fluidez, cálidad y cercanía que la
anterior, y uno empieza a preguntarse si tanto ha evolucionado la
escritura de la autora o si el cambio de traductor tendrá mucho que
ver en la evidente mejora, haciendo de la experiencia lectora una
tarea más satisfactoria. El final de la novela, casi como sucediera
en la anterior, deja a Myrddion Merlinus y sus compañeros a
punto de embarcarse en un nuevo viaje en su camino hacia la historia
más conocida, su encuentro con Arturo. Un futuro que habrá de
narrarse en la inminente Red de traiciones.
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Reseña de otras obras de la autora:
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