Karin Tidbeck.
Reseña de: Santiago
Gª Soláns.
Nevsky / Fábulas de
Albión. Título original: Jagannath. Traducción: Carmen Montes
Cano / Marian Womack. 166 páginas.
Si por cualquier razón
tuviera que escribir un «blurp» ―fase promocional― para este
libro, sería algo tan corto y contundente como: «Una delicia
inesperada». Una «delicia» porque los cuentos de esta
antología son auténticas y extrañas delicatessen; e «inesperada»
porque no tenía referencias previas de la autora ―y de su obra―
y la lectura ha sido una muy agradable y gratificante sorpresa. Se
trata de cuentos cortos, de muy difícil definición o clasificación,
y de muy amplia diversidad, desde el estrafalario steampunk
del que abre el volumen hasta el feérico encanto de aquellos
que hunden sus raíces en el folclore sueco y escandinavo. Cuentos de
«hadas» que recuerdan viejas leyendas y tradiciones pre cristianas.
Cuentos de ciencia ficción apocalíptica, de realismo mágico, de
tenso horror, kafkianos, borgianos... Unos cuentos que,
lejos de etiquetas cada vez menos adecuadas, sustentan su valor en lo
«extraño», en la sutil ―o quizá no tanto― penetración de la
fantasía en la realidad; llamados a causar sensaciones en los
lectores, a evocar y sugerir, a llevarlo más allá de su zona de confort.
Poéticos, intrigantes, dolorosos, evocativos, misteriosos, tiernos,
inquietantes, íntimos, nostálgicos y melancólicos, introspectivos,
crepusculares, fantásticos… Extraños.
Los relatos vienen
precedidos por una lúcida «Introducción», con palabras que
invitan a la lectura, de la multipremiada autora estadounidense
Elizabeth Hand ―Tiptree y Mythopoeic Fantasy Award
por Waking the Moon; Nebula y World Fantasy award por Last
Summer at Mars Hill; World Fantasy award por Bibliomancy;
Nebula por Echo; International Horror Guild Awards por Pavane
for a Prince of the Air y por Cleopatra Brimstone; Shirley
Jackson Award por Generation Loss; y de nuevo el World Fantasy
Award por Illyria. Nominada además varias veces al Philip K
Dick Award o al Arthur C. Clarke Award...―. Hand pone en
perspectiva ese «desconocimiento» de la obra de Tidbeck del
que hablaba en el primer párrafo, ya que la autora en realidad lleva
más de una década publicando estos cuentos en su tierra natal ―y
algo menos en los mercados anglosajones con traducciones propias―,
y define la atmósfera que los imbuye de forma tan atractiva, tan
deudora de la luz crepuscular de Suecia. Es sintomático que
el adjetivo más utilizado por la introductora para calificar los
cuentos sea «extraño» ―y todos sus derivados― y es que
es, definitivamente, el adjetivo que mejor les sienta a todos ellos,
el que mejor los «define» ―yo mismo lo he utilizado ya más
arriba y volverá, sin duda, a salir en esta reseña―. Una
extrañeza muy agradable, inquietante pero gratificante. Lugares
cotidianos que se muestran desconcertantes, extrañas criaturas,
atmósferas oníricas y desasosegantes, personajes desconcertantes,
sucesos inexplicables, un tiempo que no discurre… Extraño. «Raro».
Abre fuego propiamente el
relato Beatrice con un despliegue de intensa
sensibilidad para una difícil historia de amor que se torna oscura
en su final. Un hombre enamorado de un dirigible, una mujer enamorada
de una bomba de vapor. Impresionante. Bello. Steampunk
surrealista con un toque que roza ligeramente el «absurdo».
Delicado como un pequeño encaje, esconde sin embargo una terrible
denuncia sobre el abuso amparado en la incomprensión.
Le sigue Cartas a
Ove Linström: Viveka escribe cartas a su padre
muerto, recordando tiempos pasados, cuando vivían en una comuna y el
futuro parecía más feliz. Va desvelando una triste historia, con el
misterio de su madre desaparecida cuando ella tenía tres años
siempre presente. Transmite toda la tristeza y añoranza de algo que
nunca llegó a conocerse. Una evocadora y hermosa revisión de la
paternidad, tierna y dura a un tiempo; y de la pérdida de las
esperanzas y los sueños con el paso inmisericorde del tiempo.
La señorita Nyberg
y yo es una muy curiosa historia. Desvelada en la oscuridad
de la noche, una visión apenas entrevista, una figura desdibujada,
da lugar a la protagonista a escribir sobre un niño una historia que
podría ser tan real como ficticia. Agridulce y melancólica.
En Rebecka,
con un comienzo escalofriante, aterrador en su sencillez, se
presentan los inescrutables caminos de la divinidad, cuando lo divino
se encuentra palpablemente presente. Habla sobre el libre albedrío,
o más bien su falta, a través de la búsqueda de la atención del
Señor de una suicida que no puede suicidarse por mucho que lo
intente, al punto que los que la rodean no terminan de creer que
desee terminar de veras con su vida. Una amiga le «ayudará» de
forma involuntaria. Un relato demoledor en sus implicaciones.
Con unas poéticas
imágenes de potente fuerza visual Herr Cerderberg
trata sobre un hombre obeso, descrito como «con forma de abejorro»,
que sufre las burlas de los demás mientras sueña con volar, hasta
el punto de interesarse por construir su propio artilugio volador.
Siendo como es de los menos memorables cuentos de la antología es,
sin embargo, un hermoso llamamiento a la superación y a vencer el
miedo que atenaza las decisiones.
Cierto surrealismo
emparenta ¿Quién es Arvd Pekon? con el anterior
relato. Un hombre, un burócrata. tiene un trabajo de «teleoperador»
realmente surrealista. Contesta llamadas destinadas a otras personas,
haciéndose pasar por ellas ―convirtiéndose en ellas―. Presenta
unos diálogos tan deliciosos como delirantes. Otra sátira kafkiana
realmente curiosa.
En El complejo de
vacaciones de Brita una escritora sin inspiración se retira
a un complejo vacacional en temporada baja para escribir su novela.
En medio de una atmósfera absolutamente onírica, descubrirá
colgando de los aleros de las cabañas unas llamativas crisálidas al
tiempo que la asaltan extraños sueños. Una intrigante historia de
su familia empieza a salir a la luz. Un relato que presenta la
naturaleza cíclica de la vida que se abre paso frente al estatismo
de quién no busca cambios en absoluto. La fugacidad del tiempo.
La montaña de los
renos es uno de los mejores cuentos entre cuentos
sobresalientes. Sumergiendo al lector en el folclore nórdico la
autora habla de los vittra, primos lejanos de los
sidhe, dotando al relato de una atmósfera absolutamente
feérica. Una mujer regresa, tras muchos años, al que fuera su hogar
familiar en el remoto Norte, para vaciar la casa, que va ser
demolida. Acude a la reunión familiar con sus dos hijas, Sara
y Cilla, que han crecido alejadas de sus raíces, apartadas de
cierta «enfermedad» que afecta a su línea de sangre. Tidbeck
vuelve a incidir en otra faceta de los ciclos vitales, de devolver lo
que fue dado, aunque no se supiera siquiera que se estaba recibiendo
algo. Fascinante.
En la desgarradora
Mermelada de mora ártica una mujer soltera hace crecer
en una lata a su singular «hijo», fruto de un irreprimible deseo
maternal, de la mezcla de su saliva, sangre menstrual, agua fresca,
media cucharadita de sal y cierta hortaliza del huerto. Un niño de
octubre, un homúnculo extraño, con la compulsión de cavar donde la
tierra es más fértil. Un relato que disecciona el imperativo deseo de ser madre, el amor
desbordante, el dolor del crecimiento de los hijos, la distancia
emocional, la difícil comunicación generacional...
En la mejor tradición
«borgiana», Pyret presenta un estudio sobre unas
criaturas sobrenaturales que se mimetizan con otros seres,
imitándolos. Una fantasía disfrazada de tesis académica
recopilando diferentes escritos y experiencias sobre estos seres que
termina emparentada con La invasión de los ladrones de cuentos. Un ensayo-ficción sobre el folclore nórdico realmente curioso.
Augusta Prima
comienza con un demencial partido de croquet ―imposible no evocar a
Alicia― en la corte de otro mundo que toca el nuestro y
donde el tiempo no discurre. Un mundo de criaturas inmortales,
crueles y despreocupadas. Sigue con el descubrimiento de un cadáver
humano que porta un reloj de bolsillo, el elemento extraño que lo
cambia todo. Una peculiar historia del atemporal reino de las hadas
cuando el tiempo «fluye».
En Tías el
lector se va a encontrar con un relato derivado del anterior ―los
únicos de la antología que están en realidad directamente emparentados―. Tres
mujeres que aparecían en aquel, las tías del título, en su reino
sin tiempo, viven solo para comer y engordar, servidas y alimentadas
por sus «sobrinas», y dando macábramente a luz a sus reemplazos:
ellas mismas ―otra vez el ciclo de muerte y renacimiento―. Pero
las consecuencias de Augusta Prima van a alcanzar su
tranquilidad con consecuencias desastrosas. Grotesco, desagradable e,
irónicamente, enternecedor.
Cierra el volumen de forma magistral la
historia que le da título: Jagannah. Una historia que
representa un cambio radical respecto a las anteriores, de enfoque,
escenario y género derivando hacia la ciencia ficción más
oscura. En un mundo postapocalíptico, en el interior de lo que
parece una inmensa criatura orgánico-mecánica que es madre y
sustento de su tripulación en una relación simbiótica, nace y
crece Rak. Pero algo va terriblemente mal y ella tendrá que
abandonar su puesto, algo inimaginable, para sobrevivir. Un extraño
canto a la maternidad, con una ternura un tanto distanciada y un amor
nacido de la necesidad. La feminidad, la decadencia, la muerte, el renacimiento... La
rueda de la vida incluso en medio del erial.
Como puede observarse, la
antología ofrece una enorme variedad con una cierta
cohesión interna. Y es que aunque, salvo dos, los relatos no estén
estrictamente «emparentados», no tengan lugar en un mismo universo
o no repitan personajes, sí que presentan ciertas claves
recurrentes: Historias todas sobre el amor y el deseo ―en todas sus
facetas―, sobre la desesperación y el anhelo, sobre los ciclos de
la vida, sobre el nacimiento y la muerte, sobre la familia y su
falta, sobre el desarraigo, sobre lo efímero y el miedo al cambio…
y sobre el gusto por el color rojo de los vittra. Tidbeck
desliza sus relatos a través de una prosa incisiva y brillante,
aparentemente simple pero con sustratos ocultos, certera y sin
excesos. Una escritura condensada, con una destacable economía del
lenguaje, con las palabras justas y necesarias, perfectamente
equilibrada, y una sensibilidad descriptiva que produce gran
implicación emocional ―todo ello algo a lo que la impoluta
traducción también contribuye, sin duda―. La mayoría de los
relatos quedan «abiertos» para que sea el lector quien los cierre
según sus propias inclinaciones, para que añada lo que se ha
«dejado» sin narrar según su propia imaginación. Historias
delicadas, casi frágiles, que siguen desvelando capas subterráneas
incluso cuando ya se ha cerrado el libro. Cotidianidad mágica,
iluminada por una luz sesgada que apenas calienta, entre sombras
parpadeantes. Inquietantes. Dulces. Terribles. Historias que invitan
a la relectura nada más ser leídas… Extrañas.
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