martes, 12 de diciembre de 2017

Reseña: Paradox 13

Paradox 13.

Keigo Higashino.


Reseña de: Santiago Gª Soláns.


Ediciones B. Col. Nova. Barcelona, 2017. Título original: パラドックス13. Traducción: Francisco Barberán. 487 páginas.

Keigo Higashino es un autor de thrillers de gran éxito en el sudeste asiático que con la presente novela, sin alejarse de la intriga, el suspense y el misterio, se embarca en una historia apocalíptica con ropaje de ciencia ficción y una buena pista en su título. La historia de un aparente fin del mundo, repleta de cuestiones filosóficas causadas por el inusual escenario y, que, aunque se nota un tanto alargada innecesariamente en algunas de las situaciones planteadas, se encuentra narrado de forma harto ágil, lo que hace muy rápida su lectura. La trama juega con la existencia inexplicada de una ciudad vacía de población —y de animales—, donde unos pocos seres humanos van a tener que sobrevivir en condiciones cada vez más extremas mientras se empeñan en tratar de entender qué les ha sucedido. Una mezcla entre la escena inicial de Abre los ojos con las catástrofes de 2012 o El día después de mañana circunscritas a Tokio —los protagonistas en ningún momento llegan a conocer la situación en el resto del planeta— y si tan sólo quedarán unos pocos supervivientes sobre la faz de la Tierra. Los títulos de ciencia ficción de autores orientales comienzan a abrirse un hueco en la oferta editorial en español y es muy de agradecer que Ediciones B a través de Nova —donde también están publicando a autores como Cixin Liu— haya elegido la traducción directa de su idioma original para su edición en nuestro país, añadiendo unos pies de página explicativos de ciertos términos y aptitudes muy bienvenidos.

El gobierno en pleno de Japón —y el resto de gobiernos mundiales— recibe un aviso de que el 13 de marzo a las 13 horas 13 minutos 13 segundos tendrá lugar un evento de naturaleza global de efectos desconocidos, pero que debería resultar imperceptible para la población y tras el cual todo debería seguir exactamente cómo discurría en el momento anterior. Sin embargo, al ser un fenómeno impredecible nadie parece poder aventurar las consecuencias reales del mismo, así que la recomendación que reciben todos los departamentos gubernamentales es la de suspender cualquier actividad de riesgo desde las 13:00 a las 13:20. Sin embargo, eso no es algo posible en todos los casos, como en el de proceder a realizar una redada de vital importancia en la que si no se actúa de inmediato los criminales muy posiblemente escaparán a su captura. Pasado el momento del fenómeno diversas personas, trece hombres, mujeres y niños, van a encontrarse deambulando por un Tokio totalmente despojado, de forma súbita, de sus millones de habitantes. Solos, en medio de un mundo que empieza a desmoronarse víctima de los accidentes que la ausencia de gente ha causado: coches chocando al desaparecer sus conductores, incendios en cocinas que han quedado desatendidas…, y de una serie de catástrofes naturales que parecen anunciar el fin del mundo, al menos del que todos ellos habían conocido hasta el momento, pronto tendrán que aceptar la necesidad de colaborar para seguir viviendo.

Higashino plantea, como en toda buena narración catastrofista, primero la difícil relación que se establece entre los «supervivientes», sobre todo de confianza; la aceptación del deber de colaboración; la búsqueda de pertrechos, de comida y ropa; las esperanzas de que todo vuelva a ser como antes; el duro camino hacia la supervivencia; o los sacrificios que cada uno debe afrontar para continuar adelante. Luego, conforme el relato se adentra cada vez más en un sombrío tono catastrofista, salen a la luz nuevas cuestiones que inciden sobre todo en el cambio de significado de los valores morales en el nuevo escenario en que se mueve el grupo. El bien y el mal, en una situación que escapa a cualquier explicación y en la que las anteriores reglas de convivencia de la sociedad ya no son aplicables, obtienen nuevas definiciones, quizá tantas como supervivientes, teniendo cada uno que forjar una nueva forma ética de enfrentar las relaciones con los demás. El autor en un relato de pura supervivencia muestra la forma en que diferentes personas reaccionan a un mundo sin reglas, donde las catástrofes naturales —terremotos, lluvias torrenciales, inundaciones…— marcan el devenir de cada día con intensidad creciente y cada paso que se da o cada misión que se emprende pudieran muy bien ser los últimos.

Una trama de suspense y misterio, incluida bien adentrada la trama la explicación al fenómeno, que recuerda poderosamente a ciertos mangas y animes —me encantan ambos formatos, así que la comparación no tiene nada de peyorativa— de temática post apocalíptica. El cúmulo de circunstancias adversas va convirtiendo en desesperado el objetivo de supervivencia del grupo, haciendo inevitable preguntarse cuál va a ser el siguiente de sus miembros en caer. El suspense y la intriga es un poderoso motor de la narración, flotando en todo momento sobre ella cuestiones como el origen y causas de su situación, el destino del resto de habitantes de Tokio o la forma de volver al status quo anterior, si es algo siquiera posible. Pero también, como suele ser habitual en ciertos mangas, el alargamiento de ciertas situaciones —como el parón de la enfermedad que se estira en demasía cortando el ritmo— no contribuyen a mantener la necesaria emoción en un relato que quizá hubiera mejorado con algo de concreción, aunque cumpla no obstante de sobras su objetivo de entretenimiento.

El peor handicap de la novela son unos personajes que se muestran un tanto arquetípicos, muy poco dibujados fuera del rol que están llamados a desempeñar, tanto sea como objeto de seducción o de confrontación, y, por tanto, con los que resulta difícil de empatizar. Cada uno de ellos encarna un tipo de persona concreto, potenciando la diversidad del grupo, desde el líder pragmático a la joven estudiante que sentimientos volátiles, pasando por los sacrificados ancianos, la abnegada madre con un secreto, la enfermera en quien todos buscan ayuda, el dominante hombre de negocios a quien cuesta asumir la nueva situación o el yakuza que esconde más de lo que sus tatuajes muestran. Muy posiblemente la forma de pensar y actuar del carácter oriental, la introversión con que se relacionan y que impregna en todo momento el relato, con diferentes modos de enfrentar temas tan vitales como la muerte, el suicidio o las relaciones sociales o sexuales, influya algo en esta visión distorsionada de la forma en que reaccionan ante lo que están viviendo los protagonistas. Algo que no es óbice, no obstante, para que algunos comportamientos resulten francamente chocantes, cuando no abiertamente inverosímiles. Paradigmática es la presencia de un bebé dentro del grupo, ante cuyo «cuidado» y alimentación, cualquiera que haya criado a un hijo no puede sino llevarse las manos a la cabeza y preguntarse cómo sigue vivo después de la ordalía. Todos cumplen a la perfección su misión, todos están ahí por algo y su presencia se revela interesante, pero, para un lector occidental al menos, hubiera sido de agradecer algo más de pasión y no tanto el distanciamiento que todos parecen mostrar hasta prácticamente el final, donde alguno muestra algo más de carácter.

Con una prosa sobria, directa y nada recargada, muy sencilla y agradecida de leer, tras toda la incertidumbre acumulada buena parte del interés de la novela radica en saber si el autor podrá resolver todo el misterio en que ha envuelto su relato. Si, tras un interesante planteamiento y un interesante aunque algo alargado desarrollo, Higashino conseguirá cerrar la trama con la necesaria coherencia y una explicación que no haga que el libro salga lanzado por la ventana. Y la respuesta es sí, lo consigue. La revelación del misterio da una explicación suficientemente consistente como para dar por satisfactorio el desenlace. Una explicación que satisfará más a unos lectores que a otros, con esa mezcla de jerga tecnocientífica y la amenaza de algo místico tras la fuerza desatada de la naturaleza.  Como si una película catastrofista fuera, Paradox 13 se revela como una lectura rápida y entretenida, que se disfruta de forma casi adictiva mientras se lee aunque deje después unas cuantas cuestiones peliagudas en la mente.

4 comentarios:

Javi dijo...

Me alegra ver que coincidimos en nuestra valoración, aunque tu reseña esta mucho más trabajada.

Esta es una novela entretenida e incluso puede llegar a enganchar, pero los personajes son un lastre difícil de superar y terminan afeando un producto que podría haber dado mucho más de si.

Saludos y muy buena reseña.

Santiago dijo...

Sí, coincidimos mucho, sobre todo en lo de los personajes. Y no creo que mi reseña esté más trabajada que la tuya (quien esté interesado en comparar: http://fantasiascifiymuchomas.blogspot.com.es/2017/12/paradox-13-novela-entretenida-y-con-un.html), sino que cada cual tiene su propio estilo. La tuya está mkejor sintetizada ;-)

Saludos

Mangrii dijo...

Suena muy a típica thriller de ciencia ficción del mundo del anime. Creo que a mi particularmente me va a gustar, ya que estoy aún más acostumbrado a esos personajes más arquetípicos dentro del género. Un abrazo^^

Santiago dijo...

Sí, Mangrii, precisamente lo comento en la reseña por eso. Es una trama muy emparentada con ciertos animes y mangas de carácter catastrofista, aunque con su debida originalidad; no es copia de ninguno exactamente, sino que comparten una serie de parámetros e "idearios" que harán que a los que disfrutan de aquellos se sumerjan mucho más a fondo y a gusto en la lectura de la novela, encontrando, creo yo, niveles que los demás pasarán por alto. Creo que a tí, por gustos, te puede resultar interesante ;-)

Saludos