Paul Tremblay.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Nocturna ediciones. Col. Noches Negras # 4. Madrid, 2017. Título original: A Head Full of Ghosts. Traducción: Manuel de los Reyes. 386 páginas.
El terror tiene múltiples facetas que lo hacen funcionar, muchos resortes y enfoques tanto sobrenaturales como puramente realistas, aunque uno de sus temas más queridos por sus lectores es el de las posesiones demoníacas. Tremblay une en esta novela al relato del descenso a los infiernos de una familia que parece perseguida por la desgracia al ser poseída, aparentemente, su hija por una horda de espíritus malignos, temas tan dispares como el poder de los medios, la ceguera y fanatismos religiosos, la falta en ocasiones de respuestas por parte de la ciencia, la deshumanización de la sociedad actual que vende sus miserias por TV o la propia naturaleza del mal. Más allá de la implicación sobrenatural, puesta recurrentemente en duda, el horror no es menor porque este tenga un origen humano, más todavía si surge dentro de la propia familia. Porque venga de manos de gente que supuestamente debieran ayudar y al final tan sólo busca su propio interés, mientras una joven sufre. En realidad, es todavía mayor cuando se mezclan la codicia, el desinterés o la lucha de creencias. Lo cierto es que a lo largo de la novela el elemento paranormal permanece en todo momento cuestionado, en equilibrio de opiniones entre los creyentes, los descreídos, los que sólo quieren sacar tajada y los testigos inocentes cogidos entremedio. Entonces el terror surge de las situaciones, pero también de los corazones y acciones de los implicados, haciendo que lo que finalmente congele el alma sea una confesión postrera, una actuación de lo más humana, pero no por ello menos demoledora.
La acción emprende el relato de unos hechos terribles desde el punto de vista de su testigo más joven, Meredith Barret, Merry, una joven que emprende su carrera periodística en la actualidad y que le narra los recuerdos de la niña de ocho años que era en el momento de los sucesos a Rachel Neville, una escritora de éxito que va a novelar lo sucedido. Así va surgiendo una historia cargada de inquietante dramatismo. La de una familia que pasaba por un mal momento económico y emotivo, y de cómo su hermana Marjorie, de catorce años, empezó a mostrar un comportamiento errático y un tanto aterrador que desembocó en unos eventos inclasificables. A través de sus recuerdos infantiles va surgiendo la historia de lo sucedido quince años antes. La de un diagnosticado posible brote esquizofrénico del que su padre, al no observar una mejoría en los tratamientos médicos y rescatando del olvido su antigua fe religiosa, pasa a sospechar que su hija se encuentra poseída por entidades malignas que llenan su cabeza de voces y conocimientos supuestamente fuera de su alcance. La intervención de un sacerdote que introduce en la ecuación la sugerencia de realizar un exorcismo y, ante la delicada situación económica de la familia, de una productora de reality shows que se ofrece a grabar un programa, La Posesión, con todo lo que suceda desde ese momento, dan lugar a una conjunción de elementos que tendrán un desenlace que pocos esperaban.
Cada una de las tres partes de las que se compone la novela se abre con una capítulo inicial que recoge alguna de las entradas del blog La última chica definitiva, de Karen Brissette, donde una cínica bloguera disecciona paso a paso y uno por uno los seis episodios que llegó a tener el programa emitido por Discovery Channel. A través de los excerptos de La Posesión y de las confidencias de la Merry actual el lector se va haciendo una idea, un tanto desenfocada, de lo que realmente sucedió entre aquellas cuatro paredes. De cómo Marjorie pasa de ser su mejor amiga, la confidente con la que comparte sus cuentos y dibujos, a un ente extraño y aterrador con bruscos cambios de humor. De cómo la convivencia en la casa se convierte en una pesadilla mientras la apariencia de perfecta familia norteamericana se hace añicos, mientras los cuatro miembros de la familia se convierten en figuras trágicas. Desde la temperamental, rebelde, inteligente y desconcertante hija adolescente; la precoz pequeña atormentada y rota entre el amor a su hermana y el miedo que ahora le causa —aunque, con una dicotomía perfectamente establecida, tan sólo en ocasiones—; el enojado padre de familia con el orgullo por los suelos al no poder mantener a los suyos y con un cambiante estado de sentimientos; hasta la madre dividida entre sus dudas, el rechazo que la situación le produce y el dolor de ver a su hija en ese estado que le lleva a renunciar a sus propios principios para dejarse arrastrar al núcleo de la tragedia. La irrupción del padre Wanderly —con sus buenas intenciones como toda coraza—, de todos los componentes del equipo de televisión que colonizan la casa con sus propias vidas, de los manifestantes que sólo manifiestan su fanatismo, y del resto de actores implicados no hacen sino dar color al drama.
Las aportaciones del blog le sirven a Tremblay para mantener una distancia psicológica de los eventos narrados, un distanciamiento que le permite analizar el programa de un forma «objetiva» y que se muestra en ocasiones contrapuesta a lo que Merry le está confesando a la escritora que va a novelar la historia. Muchos detalles se demuestran quedar fuera de cámara, matizando lo que el público vio en el programa y lo que, en el recuerdo infantil de Merry, estaba realmente sucediendo. No es cuestión baladí, porque una parte importante del mensaje de la novela es la denuncia del poder manipulador de los programas televisivos y su capacidad para crear opinión según se usen unos enfoques o imágenes y no otros. Una manipulación que no se queda en la discusión sobre los límites morales del entretenimiento, sino que plantea profundas cuestiones como, por ejemplo, la cosificación y sexualización de la mujer en la cultura actual.
El autor se muestra muy consciente del material que tiene entre manos. Sabe que va a resultar inevitable la comparación con grandes hitos del terror, tanto literarios como cinematográficos —a veces ambas cuando existe versión escrita y filmada—, como El exorcista, Siempre hemos vivido en el castillo, The Ring, House on Haunted Hill, Evil Dead, Paranormal Activity o American Horror Story, así que él mismo se adelanta citándolas a todas y otras muchas como referencia o inspiración del reallity show, y por el camino de la misma novela. Con cuatro referencias —bueno, unas cuantas más— bien plantadas, que incluyen también desde Lovecraft a Navokov pasando a la muy reveladora para la trama El papel de pared amarillo de Charlotte Perkins Gilman, consigue hacer cómplice y partícipe al lector, aficionado o no a este tipo de películas, al mismo tiempo que logra impregnar de su atmósfera el relato. Ahorrándose descripciones superfluas al remitir la lectura al compartido imaginario popular, con escenas perturbadoras e inquietantes que inevitablemente traen rememoranzas de las anteriores, construye una historia apasionante y muy sugerente a partir de ahí.
Tremblay hace gala de un estilo fresco y directo, manteniendo en todo momento el suspense, la tensión y la duda. Ofrece en determinados momentos declaraciones y acciones contradictorias en torno a la figura de Marjorie, pero el lector no puede saber si es parte de una actuación magistral, de los demonios que pueblan su interior, o de los recuerdos de Merry difuminados por el paso del tiempo. Juega con la ambivalencia y la ambigüedad para no desvelar sus cartas. ¿Está realmente poseída la adolescente o es tan sólo un ataque psicótico? ¿Se puede confiar en lo que afirma un demonio que dice ser tu hija o es ella la que habla en realidad? ¿No sería un espíritu maligno tan convincente como para que ni su propia familia, su hermana del alma, pudiera notar la diferencia? ¿Pudiera ser tan sólo un elaborado plan de Marjorie para salvar a su familia de la quiebra económica? ¿Son fiables los recuerdos de la Merry de ocho años? ¿Qué partes de ellos son reales y que otras son ficciones creadas por el paso del tiempo y las lecturas de lo que se escribió y el visionado de lo que se emitió después sobre los sucesos y el propio programa?
La duda en sí misma se desvela precisamente como una de las claves principales del relato. Esa es la fuente del terror asociado a los eventos. A cada paso el lector debe elegir entre posibilidades abiertas a la interpretación en un sentido u otro, siempre en manos de la sospecha y suspicacia que el autor mantiene en todo momento a través de una narradora, la Merry niña y la adulta, en cuyos recuerdos, de los que ella misma parece dudar en ocasiones, no se puede confiar del todo ya que algunos de ellos parecen chocar frontalmente con los hechos documentados. Incluso puede que se esté guardando algunos secretos hasta prácticamente la revelación final que imprime un demoledor broche a la historia.
Una historia escalofriante y llena de misterio, muy satisfactoria, que encierra una mirada histórica, diseccionadora y analítica de todo el género de terror a través de un planteamiento enormemente tradicional de inicio, pero con interesantes y complejas variaciones posteriores. Una novela ofrecida por Nocturna con su habitual gusto estético y buen hacer, y con una estupenda traducción que no se hace notar en ningún momento, como si el original se hubiera escrito en nuestro idioma. Terror sobrenatural o realista, al final cada lector tiene la palabra para decantarse por uno u otro, pero en ambos casos el escalofrío final parece garantizado.
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