Charles Stross.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Editorial Via Magna. Col. Sci fi. Barcelona, 2007. Título original: Glasshouse. Traducción: Carmen T. L. 436 páginas.
¡Dios mío! ¡Qué estropicio! Ya sé que no es muy habitual, ni muy recomendable, empezar una reseña del modo en que ésta empieza, pero es que hacía tiempo que no me encontraba semejante despropósito de edición como el libro que nos ocupa, a pesar de lo mucho y malo que nos han hecho tragar en tiempos recientes editoriales que todos tenemos en mente. Parece que nos estemos mal acostumbrando a dejar pasarlo todo y vamos cuesta abajo. Error sobre error, a los fallos tipográficos, sintácticos y gramaticales, se une una traducción flojita y una corrección que deja bastante que desear y que consigue sacar en algunos momentos al lector de su lectura, impidiéndole el buen disfrute de la narración.
Palabras a las que les faltan o les sobran letras, palabras mal partidas por los guiones, guiones mal puestos o que directamente sobran, palabras que faltan o que están de más..., el resultado es francamente desalentador. Al menos a mí, me cuesta mucho avanzar en la lectura de una novela en estas circunstancias.
Si añadimos a la ecuación el que ésta, por mucha nominación al Hugo que tenga, no es que sea la mejor novela de Stross comparada con las que ya hemos podido leer en español, da como resultado que la lectura se resienta y deje un sabor de boca algo amargo.
Lo cierto es que, yo al menos, esperaba más de Stross, cuyas novelas anteriores me habían francamente gustado mucho; así que no puedo negar que La casa de cristal me ha dejado un tanto frío. Al comienzo de la novela nos encontramos en un futuro lejano, donde al parecer la ingeniería genética es lo más normal del mundo, convirtiendo a la humanidad en auténticos posthumanos, y donde el protagonista, a quien tan sólo conoceremos como Robin, se acaba de someter a un proceso de rehabilitación que incluye el borrado selectivo de su memoria. Pronto descubrirá que alguien intenta asesinarle por algo que él ni siquiera recuerda y que la única forma de escapar a la amenaza parece ser presentarse voluntario para un experimento de recreación de una sociedad pre-aceleración (que el lector irá descubriendo que vendría a ser la de mediados del siglo XX). Introducirse en el experimento supone adoptar una nueva identidad, desconocida para todos, pero también someterse a cambios más radicales, de cuerpo y mente, y la imposibilidad de abandonarlo si uno lo desea.
La trama, a priori, es interesante, pero al tratarse de seguir al protagonista dentro de esa Casa de Cristal donde se desarrolla el experimento, se convierte en algo demasiado lineal (a pesar de estar adornado con algunos flash backs o menciones a la historia de cómo ha llegado la humanidad al punto en que se encuentra en ese momento) y donde los personajes “secundarios” están poco o nada caracterizados, careciendo de la debida profundidad. Tan sólo el protagonista da señales de algo de personalidad, según va recobrando partes de su pasado, pero el resto de sus acompañantes son excesivamente planos, meras comparsas que a veces motivan la acción, pero que no involucran emocionalmente al lector en la lectura. Puede ser, también, culpa de lo flojito de la traducción, excesivamente monótona, ya que me extrañaría mucho semejante bajón de escritura en Stross; pero lo cierto es que la trama no está a la altura de anteriores obras suyas, siendo mucho más simple que aquellas y aportando mucha menos (por no decir prácticamente ninguna) especulación científica y adelantos técnicos de lo que nos tiene acostumbrados el autor. Hay en el libro algo de post cyberpunk, algo de intriga y suspense (por supuesto el experimento no puede ser tan bonito y limpio como lo pintan, y oculta un oscuro objetivo que el protagonista tendrá que desentrañar), mucho de crítica irónica hacia nuestra sociedad actual y sus orígenes recientes, un poquito de sátira bien dirigida y la debida dosis de acción.
El libro da, además, en algunos momentos la impresión de que estamos ante un universo que nos debería ser conocido; impresión que se comprende mejor al saber que la novela se desarrolla en el mismo futuro que la previa, y todavía no publicada en castellano, Accelerando. No influye mucho, pero tal vez le quite algo al “escenario”, supongo que lo sabremos si Accelerando se publica algún día en español (pero, por favor, con una edición más digna que ésta).