Anita Blake, cazavampiros /2.
Laurell K. Hamilton.
Reseña: Santiago Gª Soláns.
Gigamesh. Col. Gigamesh ficción nº 41. Barcelona, 2007. Título original: The Laughing Corpse. Traducción: Natalia Cervera. 293 páginas.
Ha pasado apenas un mes desde la aventura relatada en Placeres Prohibidos y Anita es convocada para reanimar un cadáver realmente antiguo. Ella se niega, pues las condiciones, el sacrificio que debería realizar para conseguirlo, son algo que no está dispuesta a llevar a cabo por enorme que sea la oferta económica recibida a cambio. Pero ahí empezarán sus problemas, pues el cliente es alguien que no parece dispuesto a aceptar la negativa. Por si fuera poco, la policía le pide ayuda para resolver unos atroces crímenes, realizados con una inusitada violencia e inhumanidad, y en los que sospechan podría estar involucrado algún zombie descontrolado. Anita tendrá que descender a los oscuros recovecos del vudú, el “vodum”, sin saber si podrá salir de nuevo a la luz con todas las partes de su alma intactas.
El cadáver alegre es aventura en estado puro, el lector asiste a un crescendo continuo de emoción, que no da apenas respiro página tras página, pasando de una situación escabrosa a la siguiente sin apenas pausa, sin descanso. Anita, una vez más, no es un personaje que se haga simpático desde un primer momento, va demasiado “sobrada”, utiliza demasiado una actitud de “no necesito a nadie”, aunque al final se demuestre que sí los necesita, y el lector no pueda evitar implicarse y sentirse preocupado por su suerte.
En esta segunda entrega, Hamilton deja en cierto modo a un lado el mundo vampírico, pasando de forma tímida o referencial sobre el vínculo de la protagonista con Jean-Claude, propietario del Placeres Prohibidos de la anterior aventura, y ahora Señor Vampiro de San Luis, sobre el que sin duda la autora tendrá que volver en alguna de las muchas próximas entregas: Anita ya ha probado el poder que el vampiro le ofrece y, aunque por un lado le repugne y lo rechace, por otro es algo que le vendría muy bien en su particular cruzada, le ayudaría sobremanera en su lucha contra las criaturas sobrenaturales a las que se enfrenta continuamente sin siquiera desearlo.
Deja a un lado, como decía, el mundo vampírico, y se centra mucho más en la profesión de la protagonista: la reanimación de muertos. De tal modo, se sumergirá en un mundo que apenas conoce, a pesar de haber estado siempre rondando alrededor, y que odia profundamente: el vudú; y se verá obligada a aceptar e incluso verse inmersa en actos que le repugnan y que siempre había rechazado de plano. Con su vida y su alma en juego, Anita tendrá que dar lo mejor de sí para salir triunfante sobre las tétricas fuerzas que se le oponen. Y, como Anita pronto descubrirá, cuando entras en un cenagal es imposible volver a salir limpia del todo.
En esta ocasión, y debido a lo extraordinario de las circunstancias, carga la protagonista con un especial interés por resolver los crímenes y llega a sentirse culpable por cada minuto que pasa sin haberles puesto fin; lo toma como algo personal: si ella no detiene al asesino, éste volverá a matar y esas muertes pesarán de alguna forma sobre su conciencia. En esta trama doble, debe además vigilar su propia espalda, pues la amenaza pende constantemente sobre ella. No hay reposo posible para Anita, ni descansando en su casa puede estar tranquila o segura, como descubrirá muy a su pesar.
El cadáver alegre, como ya sucediera con el anterior libro (que a pesar de ser de lectura independiente, es bastante recomendable haber leído con anterioridad, para no perderse alguna de las muchas referencias), posee una escritura correcta, amena, sin florituras, ágil y adecuada a la historia que se nos está narrando, con un lenguaje directo y sencillo, con gran cantidad de sangre y truculencia, y las gotitas precisas de humor para no agobiar al personal. Historia, por otra parte, que no da más, ni menos, de lo que sobre el papel ofrece: escapismo puro, diversión y aventura sin desgastar demasiado las neuronas del lector; en definitiva, un libro ideal para pasar un buen rato entretenidos y sin complicaciones.
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