Jack Dann.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Tras el Enorme Aullido, una especie de grito telepático que llevo a grandes multitudes a un estado de demente paroxismo destructivo y al mundo al borde del caos, muchas ciudades de
En un mundo chocante, donde una tecnología altamente futurista convive con las ruinas y la barbarie, el camino al conocimiento pasa por bajar a los infiernos de la conexión telepática con las mentes de los muertos; un proceso que se ha convertido en una auténtica religión prohibida y perseguida, y que el protagonista se ve impelido a probar por si encontrase allí el rastro de su esposa.
La fusión de mentes es una curiosa mezcla entre la acción y la metafísica, pero que carece del necesario equilibrio para hacer ambas facetas interesantes. Mientras las descripciones de la casi irreconocible Tierra futura y las partes más “aventureras” están bien narradas y mantienen un pulso firme e interesante, las partes más pseudo filosóficas y “profundas” dan ganas de saltar páginas. Los momentos de introspección psicológica, de reflexión sobre lo que está sucediendo se ven plagados de diálogos que a fuerza de querer ser muy trascendentes rozan el ridículo por lo rimbombante de su tono, sonando absolutamente falsos, acartonados, faltos de vida y de convicción. Diálogos circulares que no terminan de llegar a ningún sitio, pero que quieren quedar, aparentemente, muy profundos, sin conseguirlo.
A lo largo de la novela no existen explicaciones de cómo se ha llegado a aquella situación, de dónde surge ese Gran Aullido destructor, cuáles son sus causas, cómo se ha desarrollado esa telepatía entre un gran sector de la raza humana o por qué se siguen reproduciéndose de vez en cuando los estallidos de olas destructivas. Simplemente se presenta como un telón de fondo, un inicio que se da por hecho y que sirve como excusa y punto de partida para la búsqueda del protagonista a través de las más peligrosas capas de la desencantada, decadente y oscura sociedad del futuro pintado por el autor.
La tecnología es presentada casi como algo mágico, inexplicable o incomprensible; la telepatía se transmite como una especie de internet, una red informática a la que ciertas personas pueden conectarse si reúnen una serie de condiciones especiales y donde se puede acceder a diferentes planos existenciales. La realidad virtual se ha llevado a sus últimas consecuencias y se ha convertido en algo tan real como la vida misma.
Entremedio, Dann incluye ciertas relaciones interpersonales que podrían resultar morbosas para los estándares de hoy en día (o de 1984, año en que fue escrita la novela), pero que se nos presentan como lo más normal en el momento de la acción, con ciertas dosis de amor libre y sexo tabú que no consiguen más que hacer esbozar una tímida sonrisa al lector. No sé si la intención del autor era la de impactar o escandalizar, pero no lo consigue. Tal vez si los personajes hubiesen sido algo más “humanos”, más cercanos, la cosa hubiese ganado en credibilidad, pero tal y como están reflejados no terminan de hacerse reales, ni creíbles. No es que sean “planos”, pero sí demasiado ambiguos, casi como si se encontrasen desenfocados y faltos de una personalidad más y mejor definida.
Por ello, es en las escenas donde Dann describe lo que queda de esa Tierra futura donde La fusión de mentes sale ganando, en ese retrato de un París extraño y misterioso, en esa Francia o esos EE.UU. que se pueden reconocer apenas en los detalles, pero que nos resultan tan sorprendentes a veces como si el autor nos hablase de otro mundo (que al fin y al cabo es lo que está haciendo) o en la curiosa reconstrucción y viaje del Titanic donde se recrearán algunas de las escenas más impactantes del libro.
Uniéndolo todo, para mí, La fusión de mentes es una novela algo fallida, lejos del “clásico de la ciencia ficción mundial” que se nos anuncia en portada; que se deja leer, que interesa a ratos, con buenas escenas incluso, pero que no deja un gran recuerdo al pasar la última página.
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