Arthur C. Clarke y Stephen Baxter.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Una mañana cualquiera de un día cualquiera igual que cualquier otro, sin aviso, sin explicación, diferentes porciones de
El ojo del tiempo es un libro en la línea de otras novelas catastrofistas, en la que los supervivientes, en este caso toda una serie de náufragos en el tiempo, deben plantearse la forma de continuar adelante y de reconstruir de algún modo su civilización (o una “civilización”, en todo caso). Inevitablemente se producirá un enfrentamiento cultural, entre los diferentes representantes de las diversas épocas de extracción, jugando los autores a no emitir demasiados juicios de valor entre los distintos modos de entender la “cultura” a lo largo de los tiempos, teniendo cada época su singular moralidad y costumbres.
Hay quizá, motivado seguramente por la necesidad de hacer avanzar sin demora la propia narración, alguna excesiva rapidez en la aceptación de los protagonistas más antiguos de los roles de los más actuales; sobre todo en temas como el feminismo o el mando, produciéndose tal vez demasiado aceleradamente la integración de grupos altamente heterogéneos en pos de conseguir sus objetivos “comunes”. Aparte de eso, la novela tiene un ritmo francamente estupendo, con una escritura muy fluida y agradable que hace que se lea en un suspiro.
Teniendo en cuenta que Baxter tiene ya una consolidada carrera literaria a sus espaldas y que por tanto no necesita en absoluto a Clarke para hacerse un “nombre”, el lector no puede sino preguntarse qué parte del libro corresponde a cada uno, que es lo que cada autor ha aportado a este ojo del tiempo en cuanto a ideas y narración, pero lo cierto es que es algo difícil de dilucidar, y tampoco es que revista una mayor importancia. Aunque sí se nota en la novela, y es algo a remarcar siendo quienes son sus dos autores, muy poca especulación científica, produciéndose, dentro del marcado carácter aventurero del texto, un mayor énfasis en las relaciones sociales que se crean en ese particular choque de culturas, dejando relegada la “ciencia” a un muy segundo plano.
La visión que nos muestran Clarke y Baxter es un tanto pesimista y cuando menos bastante negativa, mostrándonos a una Humanidad siempre predispuesta a la guerra, siempre buscando la supremacía de cada uno sobre los pueblos diferentes que hace que la paz sea algo prácticamente imposible de conseguir. Incluso en circunstancias tan extraordinarias el primer impulso de las élites dirigentes es la dominación de los demás. Bien es cierto que los dos pueblos que los autores han elegido para que aporten un mayor número de individuos a esta mezcolanza fueron dos pueblos conquistadores (los omito para no desvelar posibles sorpresas), con políticas expansivas bien definidas y que, en cierta forma, se encargaban de extender, difundir y unificar la cultura entre los conquistados, asimilando muchas de las costumbres ajenas en su propio acervo. Los autores ponen precisamente en la balanza esa dicotomía, sugiriendo al lector la pregunta de hasta dónde es beneficioso o negativo un imperio que una a tan distintos pueblos bajo una misma lengua y conocimientos.
El ojo del tiempo es una novela eminentemente de aventuras, pero como suele ser habitual en Clarke y Baxter, no se dejan por ello de formular ciertas cuestiones que hagan meditar al lector. Con una mirada lúcida, sin juzgar a nadie dado la abismal diferencia de parámetros, enfrentan unas épocas con otras, y no es seguro que los más modernos sean los que mejor parados salgan.
Cabe advertir, también, que esta novela es la primera entrega de lo que será al menos una trilogía, hecho que tampoco se avisa de ninguna manera ni en las solapas ni en la contraportada (una costumbre molesta que parece que desgraciadamente se va extendiendo en el mundo editorial español). Termina por ello con un final abierto, aunque podría haber acabado perfectamente así, en plan Cita con Rama, dejando en el aire muchas dudas y preguntas formuladas para que el lector les diera su propia contestación. No es el caso, así que nos mantendremos a la espera, pues seguro que a Clarke y Baxter todavía les quedan muchas sorpresas que depararnos en el futuro.
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