Bernard Beckett.
Reseña de: Santiago Gª Soláns:
Salamandra. Barcelona, 2009. Título original: Genesis. Traducción: Gemma Rovira Ortega. 158 páginas.
Entramos de nuevo en el tema de las etiquetas, ¿es Génesis, como parece evidente, ciencia ficción? ¿Es, como dice la contraportada, una “fábula especulativa”, un “thriller filosófico” y una “meditación humanista”? ¿Es una simple comida del tarro por parte del autor? Pues lo cierto es que algo de todo ello hay, la verdad, pero desde luego nada que no haya leído ya unas cuantas veces el lector algo avezado en literatura fantástica sobre futuros post apocalípticos e intentos de conseguir Inteligencias Artificiales funcionales. Génesis sorprenderá, quizá, al lector mainstream, pero poco más, pues las tesis que quiere presentar están ya algo mascadas, incluso para ese público generalista. La decepción para el lector de ciencia ficción ya veterano viene acentuada por el escaso interés que demuestra Beckett a la hora de insuflar coherencia o hacer “real” ese futuro que plantea, mero decorado para la idea que parece querer transmitir.
Hay quien ha querido ver la originalidad del texto en su estructura, en forma de examen oral (y por tanto casi un enorme diálogo, acompañado de supuestas escenas holográficas) a la protagonista, Anaximandro, por parte de un tribunal de tres hieráticos Examinadores para su ingreso en la Academia. A través del denso interrogatorio que se sale del tema de su estudio, el lector irá conociendo un futuro distópico, en el que el mundo que conocemos ha caminado por el filo de los fundamentalismos y las plagas médicas (¿suena de algo a hoy mismo?) abocándose al peor de los abismos y donde un previsor millonario llamado Platón ha instaurado una idílica y aparentemente utópica República en una isla del hemisferio Sur, que en realidad solo se mantiene a costa de todas las libertades personales de sus ciudadanos y con el derramamiento de la sangre de toda persona que desee acceder a ella desde el exterior. En la primera parte del examen, se irán así dirimiendo cuestiones éticas y morales, perfectamente aplicables a nuestra sociedad actual para la que el autor parece predecir un futuro bastante negro.
En las siguientes partes del examen, cuando el tribunal entre más a fondo en el tema de los estudios de Anaximandro sobre la figura cuasi mítica de Adán Forde, el joven que habría de cambiar radicalmente la sociedad en la que vivía, la atención se desvía hacia temas relativos al significado de la consciencia, del sentido de la vida, de la posibilidad de la evolución de los robots en busca de una auténtica IA, de la supremacía del hombre sobre la tecnología, de los sentimientos que una máquina tendría, si los tuviera, sobre sus creadores, de en qué consiste el ser humano, de si es la inteligencia el único rasgo que nos diferencia de otras especies animales del planeta, sobre el mundo de las Ideas… Discurre Beckett por caminos algo trillados y poco originales sin conseguir, a mi entender, dar una nueva visión o aportar nuevas ideas al posible debate. A la memoria de cualquiera acuden de inmediato nombres como Asimov, Huxley, Clarke, Orwell, Dick, Stephenson o Boulle entre otros muchos que, cada cual en su parcela, sentaron las bases para estas disquisiciones con mayor profundidad y maestría que la que ahora nos ocupa.
Cuando termina de leer Génesis se da uno cuenta de que no conoce en absoluto a sus protagonistas, que no han sido caracterizados para nada, y que tampoco podría dar excesiva forma al escenario en el que se mueven, pues las descripciones e introspecciones brillan prácticamente por su ausencia. Beckett, queriendo quizá dar más fuerza a sus tesis y para que nada distraiga la atención sobre ellas, esboza apenas ese mundo del futuro poniendo todo su interés en los diálogos e interrogatorios que plantean los temas filosóficos, como si todo lo demás fuera una mera excusa para el mensaje que quiere transmitir.
Se salva entonces Génesis por su brevedad, por la agilidad de su estructura que permite que se lea de un tirón y por un final que es lo más trabajado del libro (aparenta que todo la anterior era meramente el vehículo para llegar allí), con una especie de doble sorpresa, donde aunque la identidad de los miembros de tribunal se ve venir desde lejos, al menos el desenlace de la relación entre Adán y Arte (el robot objeto de experimento en busca de la IA) consigue dar un giro a las pautas preestablecidas y cambiar la percepción de los hechos que el autor había marcado, provocando así alguna reflexión en la mente del lector. Lo cierto es que esta novela corta o relato largo plantea temas interesantes, pero de una forma tan insulsa y falta de tensión que cabría calificarla de, cuando menos, algo decepcionante, pues con un ropaje un poco más acertado seguro que habría ganado muchos enteros. Lo bueno es que su sencilla lectura no ocupa más de una tarde; y es que el que no se consuela es porque no quiere.
2 comentarios:
Yo no estoy nada de acuerdo. Me leí Génesis estando en tensión y sin parar porque el texto y el estilo del autor así me lo exigieron. Por otra parte, opino que el lector sí que llega a comprender a los personajes, aunque todo depende de si de verdad "quiere" comprenderlos. A mí el ritmo de la novela me parece espléndido: Beckett no pierde tiempo (ni es su intención) en aclarar al lector la situación de la época presente hasta el último momento, concentrándose sólo en el pasado de Adán y Arte, de Anaximandro y de la ciudad. Hasta el último momento estás con el interrogante de cuál será la situación en la que están viviendo y de cómo acabaron los cambios de los que tanto hablaban tras la República.
Para mí, en 150 páginas de Génesis se cuenta mucho más que en otros libros de 500: los diálogos me parecen ágiles, la historia interesante y escrita a modo de fábula, los personajes me atraen precisamente por cómo los emplea el autor, dejándolos en un segundo plano hasta las últimas páginas, y aun así caracterizándolos en todo momento. Y eso sin mencionar el hecho de que hace que el lector reflexione y cambie de opinión en varios momentos de la novela: a veces de acuerdo con Adán, otras con Arte... siempre con Anaximandro, hasta el desenlace final.
Saludos.
Muy buenas,
Lo bonito de los libros es, desde luego, que pueden tener tantas interpretaciones como lectores.
De todas maneras, se puede observar que en la reseña pongo que no se "conoce" a los protagonistas, no que no se les "comprenda". Claro que se les comprende, ya que son más planos que planos. No hay problemas en entenderlos. El problema es que no existe una caracterización, ni física ni psicológica, de los mismos para que el lector pueda aprehender su naturaleza.
Y no es problema; está claro que el autor ha buscasdo dar su mensaje y epatar con ese final que para muchos es terriblemente sorprendente. Objetivo conseguido, sin duda; pero podría, con poco esfuerzo, haber dado mucho más.
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