Jo
Walton.
Reseña
de: Santiago
Gª Soláns.
La
Factoría de Ideas.
Col. Línea Maestra # 27. Madrid, 2010. Título original: Ha’penny.
Traducción: Beatriz Ruiz Jara. 309 páginas.
Poco
tiempo después de los sucesos narrados en El
Círculo de Farthing
el
inspector Charmichael
debe
enfrentar un nuevo caso, totalmente independiente del anterior, en
medio de las presiones de sus superiores que mantienen sus «riendas»
bien cortas con la amenaza de desvelar su homosexualidad. La autora
retorna así al «escenario» creado para la novela anterior, una
ucronía distópica donde los nazis ganaron la II
Guerra Mundial
conquistando
una buena porción de Europa
ante
la inmovilidad de EE.UU.
y
la aquiescencia reticente de una Gran
Bretaña donde
ocho años después de negociar la paz con Alemania
un
régimen casi dictatorial disfrazado apenas de democracia se ha
instalado en el poder. El fascismo se extiende por el continente y
sentimientos contradictorios circulan entre la sociedad británica
ante las noticias de campos de exterminio y otras barbaridades que
cruzan el Canal de la Mancha.
En
esta ocasión, Charmichael recibe el encargo de resolver con discreción la investigación de una extraña explosión en casa de
una famosa y veterana actriz, Lauria
Gilmore,
ya que sospechan pudiera tratarse de un atentado. Al mismo tiempo, y
aparentemente sin ninguna relación con el caso, otra actriz, Viola
Lark
―nacida
Larkin en el seno de una importante familia aristocrática con la que
no guarda buenas relaciones― se postula para representar el papel
de Hamlet
―según
se explica, está de moda que las mujeres interpreten los papeles masculinos reescribiendo los clásicos― en la obra homónima de
Shakespeare.
Sin comerlo ni beberlo, un miembro cercano de su familia va a
introducirla contra su voluntad en una conjura terrorista para
colocar una bomba en el teatro donde tendrá lugar la representación
destinada a acabar con las importantes autoridades fascistas que
acudirán a la misma.
Walton
utiliza
de nuevo una estructura narrativa de dos líneas separadas, siguiendo
en capítulos alternos las peripecias de Viola en primera persona y
la investigación de Charmichael en tercera, permitiéndose en algún
momento narrar un mismo acontecimiento desde ambas ópticas con
interesantes resultados. Mientras la figura del investigador está ya
firmemente asentada en unos comportamientos ya adelantados en la
anterior novela, es de destacar el buen trabajo de la autora para
hacer evolucionar a la joven actriz desde su inicial actitud
despreocupada y egoísta en la que solo está interesada en su
carrera dramática y en vivir tranquilamente el día a día, muy
alejada de cualquier preocupación política, hasta una
concienciación de la situación europea que le llevará a ver con
otros ojos la conspiración en la que ha sido embarcada de forma
totalmente coaccionada.
Tal
vez lo más difícil de aceptar en ese «crecimiento», sea la
relación que establece con el también conspirador Devlin,
que peca de precipitada y poco explicada, pero es cierto que en medio
de la convulsión que le ha tocado vivir, Viola quizá no tiene otra
salida que la que elige. Mientras se debate entre razones a favor y
en contra para continuar o no con el complot, el lector se da cuenta
de que quizá esté sufriendo un fuerte ataque de Síndrome
de Estocolmo
que la lleva a tomar algunas decisiones que no hubiera imaginado
siquiera en otras circunstancias menos amenazantes.
La
conspiración de Coltham
es
una novela de suspense, un thriller político de cómo el fascismo
podría haberse aposentado en tierras británicas y la manera en que
la gente se acostumbra a vivir con lo que le toca, aceptando con
cierta resignación indiferente las atrocidades de las que tienen
noticia mientras se desarrollen lejos de ellos. En el momento de
tomar partido es muy fácil encontrarse en el lado equivocado por los
motivos correctos, propiciando los tiempos desesperados extrañas
alianzas y aún más extraños compañeros de cama. Es esta una novela
donde la atmósfera tiene una enorme importancia, donde el
desasosiego se instala al ver cómo las buenas gentes miran hacia
otro lado permitiendo con su indiferencia y aquiescencia las
atrocidades sobre los judíos y otras minorías sociales en Europa.
El ritmo sosegado de la narración invita también a la reflexión,
consiguiendo retratar con humanidad las motivaciones tanto de los
terroristas como de sus perseguidores, y en general de toda una
sociedad que de alguna manera da la espalda a la realidad y solo
desea alejarse del horror de la guerra, sentirse seguros, sin
cuestionarse el precio que han de pagar por su tranquilidad.
Uno
de los aciertos de la autora es ofrecer una historia no de buenos y
malos, sino de personas navegando en una ambigüedad moral que
impregna de realismo sus acciones. Los personajes de Walton
deben
tomar decisiones muy difíciles en situaciones muy complicadas y no
siempre lo harán de forma desinteresada. Carmichael se siente
interiormente impelido a cumplir con su deber y vencer su cobardía,
al tiempo que protege a su amante y lucha contra el desprecio que
despiertan en él sus superiores y el Gobierno al que sirven. Viola
deberá enfrentarse al despertar de su propia conciencia mientras
duda de su implicación en el complot, anteponiendo primero su propia
vida y carrera a cualquier otra consideración e implicándose después de forma
paulatina conforme va conociendo la situación de Europa. El
variopinto grupo de terroristas, de tan variada procedencia ―del
movimiento obrero, de la nobleza, de los leales a la monarquía, del
IRA o de la vida bohemia― que se antoja no tienen otra cosa en
común salvo su «causa», deberán a su vez hacer frente a sus
propias dudas y ver si el Bien mayor justifica rebajarse a hacer el
mal. Pues, ¿justifica la erradicación de un monstruo la muerte de
muchos espectadores inocentes? ¿Se puede quedar uno de brazos
cruzados, cerrar los ojos al sufrimiento, mientras los que sufren se
encuentren lejos? ¿Hasta dónde debe llegar la «obediencia debida»
cuando el mando es patentemente corrupto? ¿Pueden unos pocos individuos decidir por toda una nación?
La trama detectivesca persiguiendo hechos que el lector ya conoce en buena medida por la línea paralela de Viola tiene una factura «clásica», mezclando la labor policiaca de reunir y seguir pistas con breves momentos de acción violenta, sombreando en todo momento las actuaciones de Charmichael por el secreto que quiere mantener oculto a cualquier precio, incluida su propia integridad. El difícil equilibrio de convivencia con su ayudante, del que es consciente que le traicionó pero con el que le une una especie de amistad basada en el respeto del trabajo bien hecho, y el deseo de abandonar la policía una vez resuelto este caso, condicionan las formas de actuar del inspector.
El
buen hacer de Walton
queda
demostrada cuando llega el final y, mientras se reconoce que es
perfecto tal y como se desarrolla, no se puede sino desear que fuera
distinto. Es un final sin duda amargo y triste, irónico en grado
sumo, duro, y a pesar de quedar totalmente cerrado ―las novelas de
la serie son de lectura independiente― deja en el lector el deseo
de poder leer cuanto antes el siguiente libro de la serie.
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Reseña de otras obras de la autora:
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