martes, 15 de marzo de 2011

Reseña: La conspiración de Coltham

La conspiración de Coltham.
 
Jo Walton.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

La Factoría de Ideas. Col. Línea Maestra # 27. Madrid, 2010. Título original: Ha’penny. Traducción: Beatriz Ruiz Jara. 309 páginas.

Poco tiempo después de los sucesos narrados en El Círculo de Farthing el inspector Charmichael debe enfrentar un nuevo caso, totalmente independiente del anterior, en medio de las presiones de sus superiores que mantienen sus «riendas» bien cortas con la amenaza de desvelar su homosexualidad. La autora retorna así al «escenario» creado para la novela anterior, una ucronía distópica donde los nazis ganaron la II Guerra Mundial conquistando una buena porción de Europa ante la inmovilidad de EE.UU. y la aquiescencia reticente de una Gran Bretaña donde ocho años después de negociar la paz con Alemania un régimen casi dictatorial disfrazado apenas de democracia se ha instalado en el poder. El fascismo se extiende por el continente y sentimientos contradictorios circulan entre la sociedad británica ante las noticias de campos de exterminio y otras barbaridades que cruzan el Canal de la Mancha.

En esta ocasión, Charmichael recibe el encargo de resolver con discreción la investigación de una extraña explosión en casa de una famosa y veterana actriz, Lauria Gilmore, ya que sospechan pudiera tratarse de un atentado. Al mismo tiempo, y aparentemente sin ninguna relación con el caso, otra actriz, Viola Lark ―nacida Larkin en el seno de una importante familia aristocrática con la que no guarda buenas relaciones― se postula para representar el papel de Hamlet ―según se explica, está de moda que las mujeres interpreten los papeles masculinos reescribiendo los clásicos― en la obra homónima de Shakespeare. Sin comerlo ni beberlo, un miembro cercano de su familia va a introducirla contra su voluntad en una conjura terrorista para colocar una bomba en el teatro donde tendrá lugar la representación destinada a acabar con las importantes autoridades fascistas que acudirán a la misma.

Walton utiliza de nuevo una estructura narrativa de dos líneas separadas, siguiendo en capítulos alternos las peripecias de Viola en primera persona y la investigación de Charmichael en tercera, permitiéndose en algún momento narrar un mismo acontecimiento desde ambas ópticas con interesantes resultados. Mientras la figura del investigador está ya firmemente asentada en unos comportamientos ya adelantados en la anterior novela, es de destacar el buen trabajo de la autora para hacer evolucionar a la joven actriz desde su inicial actitud despreocupada y egoísta en la que solo está interesada en su carrera dramática y en vivir tranquilamente el día a día, muy alejada de cualquier preocupación política, hasta una concienciación de la situación europea que le llevará a ver con otros ojos la conspiración en la que ha sido embarcada de forma totalmente coaccionada.

Tal vez lo más difícil de aceptar en ese «crecimiento», sea la relación que establece con el también conspirador Devlin, que peca de precipitada y poco explicada, pero es cierto que en medio de la convulsión que le ha tocado vivir, Viola quizá no tiene otra salida que la que elige. Mientras se debate entre razones a favor y en contra para continuar o no con el complot, el lector se da cuenta de que quizá esté sufriendo un fuerte ataque de Síndrome de Estocolmo que la lleva a tomar algunas decisiones que no hubiera imaginado siquiera en otras circunstancias menos amenazantes.

La conspiración de Coltham es una novela de suspense, un thriller político de cómo el fascismo podría haberse aposentado en tierras británicas y la manera en que la gente se acostumbra a vivir con lo que le toca, aceptando con cierta resignación indiferente las atrocidades de las que tienen noticia mientras se desarrollen lejos de ellos. En el momento de tomar partido es muy fácil encontrarse en el lado equivocado por los motivos correctos, propiciando los tiempos desesperados extrañas alianzas y aún más extraños compañeros de cama. Es esta una novela donde la atmósfera tiene una enorme importancia, donde el desasosiego se instala al ver cómo las buenas gentes miran hacia otro lado permitiendo con su indiferencia y aquiescencia las atrocidades sobre los judíos y otras minorías sociales en Europa. El ritmo sosegado de la narración invita también a la reflexión, consiguiendo retratar con humanidad las motivaciones tanto de los terroristas como de sus perseguidores, y en general de toda una sociedad que de alguna manera da la espalda a la realidad y solo desea alejarse del horror de la guerra, sentirse seguros, sin cuestionarse el precio que han de pagar por su tranquilidad.

Uno de los aciertos de la autora es ofrecer una historia no de buenos y malos, sino de personas navegando en una ambigüedad moral que impregna de realismo sus acciones. Los personajes de Walton deben tomar decisiones muy difíciles en situaciones muy complicadas y no siempre lo harán de forma desinteresada. Carmichael se siente interiormente impelido a cumplir con su deber y vencer su cobardía, al tiempo que protege a su amante y lucha contra el desprecio que despiertan en él sus superiores y el Gobierno al que sirven. Viola deberá enfrentarse al despertar de su propia conciencia mientras duda de su implicación en el complot, anteponiendo primero su propia vida y carrera a cualquier otra consideración e implicándose después de forma paulatina conforme va conociendo la situación de Europa. El variopinto grupo de terroristas, de tan variada procedencia ―del movimiento obrero, de la nobleza, de los leales a la monarquía, del IRA o de la vida bohemia― que se antoja no tienen otra cosa en común salvo su «causa», deberán a su vez hacer frente a sus propias dudas y ver si el Bien mayor justifica rebajarse a hacer el mal. Pues, ¿justifica la erradicación de un monstruo la muerte de muchos espectadores inocentes? ¿Se puede quedar uno de brazos cruzados, cerrar los ojos al sufrimiento, mientras los que sufren se encuentren lejos? ¿Hasta dónde debe llegar la «obediencia debida» cuando el mando es patentemente corrupto? ¿Pueden unos pocos individuos decidir por toda una nación?

La trama detectivesca persiguiendo hechos que el lector ya conoce en buena medida por la línea paralela de Viola tiene una factura «clásica», mezclando la labor policiaca de reunir y seguir pistas con breves momentos de acción violenta, sombreando en todo momento las actuaciones de Charmichael por el secreto que quiere mantener oculto a cualquier precio, incluida su propia integridad. El difícil equilibrio de convivencia con su ayudante, del que es consciente que le traicionó pero con el que le une una especie de amistad basada en el respeto del trabajo bien hecho, y el deseo de abandonar la policía una vez resuelto este caso, condicionan las formas de actuar del inspector.

El buen hacer de Walton queda demostrada cuando llega el final y, mientras se reconoce que es perfecto tal y como se desarrolla, no se puede sino desear que fuera distinto. Es un final sin duda amargo y triste, irónico en grado sumo, duro, y a pesar de quedar totalmente cerrado ―las novelas de la serie son de lectura independiente― deja en el lector el deseo de poder leer cuanto antes el siguiente libro de la serie.

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Reseña de otras obras de la autora:

  

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