viernes, 8 de julio de 2011

Reseña: Luna de plata

Luna de plata.
Hombre lobo 2.

David Wellington.

Reseña de: Jamie M.

Timunmas. Barcelona, 2011. Título original: Overwinter. Traducción: Joan Josep Mussarra. 415 páginas.

Retomando la acción prácticamente donde quedó en Balas de plata, Cheyenne Clark y Montgomery Powell han conseguido escapar de la emboscada sufrida en la tóxica ciudad de Port Radium, y, sin embargo, no pueden abandonar su huida. Dirigiéndose siempre hacia el norte, hacia las tierras despobladas que rodean el Círculo Polar Artico en suelo de Canadá, no hay momento en que puedan sentirse realmente a salvo. Algo que se verá acentuado cuando los encuentre Lucie, una cruel mujer loba directamente salida del pasado de europea de Powell y que ya desde su primera aparición, entrando desnuda en un bar de un pueblecito costero y pagando de muy mala manera la amabilidad de los lugareños, va a dar cuenta de su conflictiva personalidad..

El trío, siempre perseguidos, emprenderán un peligroso camino hacia el norte entre terribles tormentas de nieve, en busca de encontrar el lugar donde una antigua leyenda insinua que podrían encontrar el remedio para su situación, la maldición de la licantropía. No lo van a tener fácil, un misterioso cazador ruso, Varkanin, va tras la pista de Lucie, y en su impacable misión va a verse respaldado por el gobierno canadiense, o por un brazo secreto del mismo que busca deshacerse de los lobos para poder explotar los recursos energéticos de la región.

Para añadir más presión a su situación, Chey debe luchar entre sentimientos contradictorios con respecto a Powell, entre el odio que anida en su interior por la maldición que le ha transmitido y el indudable atractivo que siente por él. Por si no fuera suficiente, la loba dentro de ella se hace más poderosa a cada día que pasa, amenazando con hacer desaparecer la personalidad humana de la joven, adueñándose tanto de sus días como ya lo ha hecho de sus noches. La búsqueda de la forma de romper la maldición, sin saber si realmente la misma existe, se convierte así en una carrera desenfrenada contra el paso del tiempo que, de manera inmisericorde, les acerca cada vez más a un desenlace dramático.

Por el camino, el enigmático Dzo vuelve a su lado, dispuesto a ayudarlos en lo que esté en su mano, y el autor aprovecha para profundizar en el tema de los espíritus  animales con alguna aparición inesperada y memorable que alcanza una importancia mayúscula. Lo cierto es que Wellington utiliza a su antojo el misticismo esquimal de una forma realmente atractiva que encaja a la perfección con la historia que se encuentra narrando, consiguiendo, además, unir pasado legendario y presente escéptico de manera suave e interesante.

Es esta una novela mucho más satisfactoria, redonda y completa que la anterior, en la que quizá pesaba en exceso el lastre de la “presentación” del mundo donde se desarrolla la acción. Aquí, con todo establecido, el autor aprovecha el impulso tomado para ofrecer sin pausas una aventura por momentos frenética, con una alta carga de tensión centrada en la persecución, los enfrentamientos entre los propios miembros del grupo y con sus cazadores, y la lucha de Chey por conservar su humanidad. No hay casi “altos” en el camino, siendo el movimiento continuo con una buena cantidad de acción, luchas, sangre, peligros, explosiones y muertes... donde Wellington deja bien claro que muchas veces los humanos podemos ser mucho más salvajes e irracionales que los propios animales.

El autor, a pesar de que la transformación de humano a lobos sigue siendo el detalle más insatisfactorio de toda la novela, sí explica en esta ocasión el origen de la maldición, remontándose muchos, muchos años atrás y uniendo su génesis casi a la del homo sapiens. Sumergiéndose en leyendas y mitos esquimales, utilizando el animismo Inuit, es de agradecer la diferente visión que el autor ofrece de unos seres sobrenaturales tan explotados por la literatura y el cine, consiguiendo imbuir en la trama un enfoque algo diferente del acostumbrado, en el que no es lo de menos la decisión de llevar la acción a unos escenarios muy poco habituales en el género (aunque algo más explotados, poco más, en el vampírico con títulos, por ejemplo, como 30 días de noche), las gélidas llanuras del Círculo Polar Ártico, sus tormentas de nieve, sus pequeñas y aisladas poblaciones y sus duros habitantes, y unas “noches” durante las cuales la luna puede permanecer visible en el cielo durante cinco días seguidos propiciando la duradera libertad de los lobos de su forma humana.

Hay en la novela un triángulo “romántico” que llena de palpable tensión sexual las relaciones, con atracciones no correspondidas, amores negados y sentimientos contradictorios. El acierto de Wellington es no centrarse tanto en el contenido romántico sino en lo que de enfrentamiento aporta a la trama, los celos de Lucie, las dudas de Chey, la contención e indefinición de Powell, crean una situación explosiva altamente inestable.

Y hay también un “villano” que no lo es en absoluto, un cazador implacable que, sin embargo, tiene un lado tierno y compasivo. El personaje y la historia de Varkanin es, sin duda, una de las grandes creaciones del libro. Un hombre capaz de cualquier cosa por alcanzar su venganza, tan obsesionado con eliminar a la loba que ya no existe otra cosa en su vida, con una cordura que roza la demencia llevándole a tomar decisiones que marcarán irremediablemente su cuerpo o le pondrán enfrente de gentes que después de todo le son simpáticas. Contradictorio y muy humano, paciente hasta el extremo, sin desfallecer nunca, su sed de venganza es lo que finalmente va a marcar el destino de la “manada” de Chey.

Luna de plata no es un libro de terror propiamente dicho, sino un thriller lleno de suspense con elementos sobrenaturales que beben de elementos legendarios y míticos de la tradición Inuit. Una aventura de ritmo rápido y ágil, que no da respiro, con una prosa sencilla y efectiva que se lee en un suspiro. Complementándose a la perfección con su predecesora, Balas de plata, la novela consigue sin embargo ser mucho más satisfactoria que aquella, aunque solo sea, además de por la profundización realizada en la sicología de los personajes, por la labor de atar cabos y dar explicaciones a la que se dedica el autor, dando un final redondo a la trama.

Y es que un acierto más de Wellington es que ha sabido terminar aquí la saga de Chey y Powell, contando la historia en su longitud precisa, sin alargarla ni añadir volúmenes innecesarios a un relato al que no hay más que añadir. Es posible que el autor vuelva de alguna manera a este mundo licantrópico que ha creado, pero con el cierre de Luna de plata, tan coherente y atado, es de suponer que no será ya con los mismos personajes. Es de agradecer en el género que nos ocupa una “serie” que no va más allá de los dos volúmenes; una rara avis, sin duda. Entretenida y sugerente.

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Reseña de otras obras del autor:


1 comentario:

MissBlueRabbit dijo...

Me gusto mucho leer este libro aunque el final no me agrado, esperaba otra clase de final, ya que me encantaron los protagonistas y la complicación entre ellos.