Lauren Kate.
Reseña de: Jamie M.
Alfaguara. Madrid, 2011. Título original: The Betrayal of Natalie Hargrove. Traducción: Mercedes Núñez. 319 páginas.
Cumpliendo sus largamente anhelados sueños Natalie Hargrove está a punto de convertirse, en su último curso, en la Reina del Palmetto, el instituto de la parte adinerada de la ciudad, y está empeñada en que su novio Mike sea coronado Rey junto a ella. Pero, al aparente desinterés de este por la corona, se une el peligro de la candidatura de Justin Balmer
al trono, algo que podría amargarle terriblemente la celebración, dado
el evidente enfrentamiento entre Natalie y el joven. Huyendo de su
pasado, la chica tiene muchos y brillantes planes para su futuro, y no
va a permitir que nada ni nadie se interponga en su consecución. Así, en
la celebración de una fiesta que rememora el Mardi Gras
en casa de un alumno, donde el alcohol corre desbocado, las chicas se
desinhiben, las cámaras graban indiscretamente, y los chicos buscan
comportarse como gallitos mostrando sus “virtudes” a las posibles
conquistas, Natalie encuentra la manera de dejar a Justin en ridículo,
desvaratando sus opciones de conseguir la corona del Palmetto. Una simple
broma en la que, obviamente, algo va a salir mal, y por lo que la vida
de la pareja podría muy bien convertirse en un infierno mientras la
fecha de la “coronación” se acerca.
Lo
cierto es que la novela es extrañamente entretenida. La cosa empieza
regular, con una trama que no deja fuera ni uno solo de los tópicos de
las historias de institutos estadounidenses (tan distintos, al parecer,
de los de nuestro país por otra parte) o de series en plan Gossip Girl:
la chica “popular”, una auténtica “perra” mala, malísima, con un pasado
oculto, que hará cualquier cosa por convertirse en la reina del baile,
odiada y envidiada a partes iguales por el resto de estudiantes; el
novio de la misma, un tanto pelele, deportista y figura del equipo, que
piensa más con la entrepierna que con la cabeza, con buen corazón, pero
demasiado influenciable por las “armas” de su novia; el “aspirante” al
amor de la chica, que no ceja en su empeño, objeto de su encono y
desprecio; los rumores y chismorreos envenenados que crecen cual canto
rodado ladera abajo; la madre que avergüenza a la protagonista; la
elitista familia del novio que mira a la chica por encima del hombro; un
policia baboso sin demasiadas luces; las “groupies” descerebradas de la
chica popular, jóvenes, alocadas y ligeras de cascos dispuestas a
rebajarse para que las ilumine algo de la luz de aquella; la fiesta
salvaje en una casa particular, con alcohol y drogas circulando y baño
ligero de ropa en la piscina incluido; el baile del instituto; la abundancia de
referencias sexuales sin sexo explícito, sin “mostrar” nada...
Pero con unos elementos particularmente poco originales, y un punto de partida poco prometedor, Kate ofrece una historia de secretos reprimidos, desvelados poco a poco, con algún flash back
bien integrado en la narración, y que con apenas giros argumentales ni
explosivas sorpresas consigue crear una tensión palpable para ver dónde o
cuándo le estalla a la protagonista en la cara todo el castillo de
naipes que tan laboriosamente ha construido partiendo de una censurable
mentira. De una forma totalmente lineal, la autora atrapa el interés por
saber cuánto más allá puede ir la protagonista, de qué es capaz de
hacer para conseguir alcanzar la meta que se había fijado años atrás, en una especie de huida hacia adelante donde lo más importante es negarlo todo y saber qué es lo que saben los demás.
Natalie,
la protagonista absoluta, es una ¿encantadora? arpía de armas tomar, de
las que usan al resto de personas sin ningún rubor ni mala conciencia,
una trepa social, no especialmente inteligente, pero sí muy astuta, manipuladora, mentirosa, egoista, cruel, pródiga en
sonrisas y puñaladas traperas, capaz de cualquier cosa por lograr sus
objetivos, que sabe perfectamente de dónde viene y a dónde no quiere
volver, y a quien, sin embargo, sus raíces terminan traicionando. Lo
cierto es que es el único personaje del libro trabajado con algo de
profundidad, pues el resto de los que aparecen están apenas supeditados a
darle la replica y servirle de apoyo en su historia. Natalie es una
protagonista a la que es fácil, e inevitable, odiar durante
prácticamente toda la lectura, pero a la que, sin embargo, termina
otorgándosele un sentimiento de conmiseración con las revelaciones que
la autora guarda sobre su pasado para casi el final. Y si bien es
difícil justificar sus acciones, sí se consigue comprenderlas de alguna
manera y, quizá, perdonarla. El título, que termina desvelándose
irónicamente ambiguo, juega con el objeto de la traición y con las
sombras que toda verdad contiene, demostrando que nunca nada es solo
blanco o negro, y que muchas veces los sucesos del pasado modelan en
exceso el porvenir.
El
estilo es tan ligero y ágil como directo, perfecto para la historia que
se está relatando, sin artificios ni rodeos, pero particularmente
efectivo llevando al lector en volandas hasta el deseado desenlace, el
destino final de Natalie. Kate
va directa al grano, sin distraerse con caminos secundarios ni
historias paralelas, sin requiebros ni distracciones, ni ningún tipo de
referencia paranormal que tan habitual es en este tipo de historias
actualmente (y que sí incluiría en obras posteriores) y ofrece una
historia de consumo rápido, muy rápido, con una trama sencilla, pero efectiva, que se lee de un
tirón y se cierra con quizá el único giro inesperado de todo el relato.
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