Jasper Fforde.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Duomo ediciones. Barcelona, 2011. Título original: The Last Dragonslayer. Traducción: Montse Triviño. 260 páginas.
A la espera de que Ediciones B retome la publicación de las aventuras de Thursday Next los lectores podemos amenizar la espera con otra de las obras más recientes del autor, la serie de la última cazadragones, con dos títulos publicados en origen hasta el momento. Con un enfoque más juvenil que la serie de la particular detective, dejando a un lado la erudición literaria que allí hiciera gala y con una trama algo menos «complicada», Fforde
no renuncia sin embargo a las características que hacen tan agradable
leer sus libros: un humor un tanto surrealista que a veces roza el
absurdo, una intrigante trama llena de giros que no da respiro, un gusto
por el enredo y la confusión —de los personajes, no de los lectores—,
una mascota sorprendente, un mundo alternativo basado en el nuestro pero
ciertamente diferente, un montón de idas y venidas arriba y abajo que
obligan a la protagonista a volver sobre sus propios pasos una y otra
vez, una protagonista femenina firme y decidida,
simpática y resolutiva, inteligente, valiente y algo obstinada,
determinada a no dejarse vencer por sus dudas ni por las dificultades
que salen a su encuentro, unos secundarios tiernamente humanos, llenos
de vida, y magia, mucha magia.
Jennifer Strange,
a punto de cumplir los 16 años, mostrándose muy madura para su edad, se ha
visto obligada por las circunstancias a ejercer el cargo de directora en
funciones de la agencia Kazam,
una institución mágica en el Reino de Hereford. En un mundo donde cada
vez queda menos magia, los diversos practicantes de las artes mágicas
se ven obligados a utilizar sus menguantes habilidades en tareas de lo
más mundanas, como cambiar sin obras todo el cableado y la fontanería de
una casa. Y cada vez están más controlados, menos valorados y más
hundidos en la burocracia, debiendo rellenar un buen número de impresos y
papeleo para cada hechizo realizado. Sin embargo, de la noche a la
mañana una premonición sacude a la sociedad: el último de los
cazadragones matará en el futuro próximo al último de los dragones y con
ello el Pacto, firmado 400 años antes, dejará de tener efecto y así los
enormes terrenos donde el dragón vive, 900 kilómetros cuadrados de
tierra virgen, podrán —en una especie de «carrera de Oklahoma»— ser
reclamados en propiedad por cualquier ciudadano que se interne en ellos y
cerque la superficie que desee poseer. Una premonición que parece
anticipar un nuevo tiempo para la magia. Y, como desvela el título
español —no así el original—, Jennifer se va a encontrar en el centro de
todo, narrándolo en primera persona.
A
pesar de estar, supuestamente, destinado a un publico adolescente, lo
cierto es que la novela puede ser disfrutada por cualquiera al que le
hayan gustado las novelas anteriores del autor o por aquellos que sin
haberlas leído disfruten de una lectura satírica y divertida, con
acerados dardos bien repartidos y una protagonista que se hace querer.
Terriblemente imaginativo, extrapolando un fascinante mundo a partir del
nuestro, donde las islas británicas están ahora constituidas por los
Reinos Desunidos, donde los políticos, los medios de comunicación y las
grandes corporaciones siguen deseando imponer su juego y privilegios y a
los que el autor disfruta despojando de sus «razones», mostrando su
cara menos «amable», su codicia y su falta de escrúpulos, la lectura del
libro es una tarea enormemente satisfactoria y educativa.
Yo, Jennifer Strange, la última cazadragones
es, sin duda, una novela más lineal, ligera y menos compleja, con menos
niveles de lectura —lo que no implica que carezca de ellos— que a lo
que nos tiene acostumbrados Fforde con Thursday Next,
pero eso tan solo consigue que se lea en un suspiro —también ayuda que
es bastante breve— y con una sonrisa perpetua en los labios, puro
entretenimiento con una pincelada de crítica social tan bien introducida
que apenas es perceptible. Con un humor blanco, inocente, apto para
todos los públicos, nacido más de la situación que del sketch o del gag,
que no busca tanto la carcajada —aunque alguna es inevitable lanzar—
sino una diversión amable típica de una comedia de enredo con un toque
absurdo. Y con una trama interesante, con unos cuantos interrogantes, un
misterio por resolver, una premonición que amenaza con auto cumplirse y
buenas dosis de aventura.
Como es habitual en él, el autor despliega toda su fuerza en la caracterización de sus
personajes, principales y secundarios, desde la protagonista, pasando
por su nuevo «ayudante» Tiger, un expósito de 12 años que llega a Kazam
precisamente para sustituirla cuando ella cumpla 18 y que sirve como
excusa perfecta para explicar al lector toda la especial idiosincracia
de la agencia al tiempo que muestra gran desparpajo y una personalidad
propia; deteniéndose en cada uno de los residentes de Kazam, los magos,
hechiceros, conductores de alfombras mágicas —relegados en la actualidad
al transporte de órganos para trasplantes y al reparto de pizzas—,
videntes y adivinos, levitadores...; hasta encontrar en el lado opuesto
al despótico rey Snodd IV, acostumbrado a salirse siempre con la suya, o al irresistible, manipulador y ególatra cabellero Sir Matt Grifflon.
Fforde
crea para la ocasión un mundo fascinante, un relato subyugante, una
protagonista interesante y una trama intrigante y muy divertida. ¿Juvenil? Supongo que
sí, cuando juvenil
implica tener un corazón que todavía palpita ante las buenas historias
independientemente del público para el que supuestamente están
dirigidas. Es más bien una novela que puede ser leída, y disfrutada, a
cualquier edad, un libro para adultos que cautivará a los adolescentes
con imaginación. Un cuento de hadas que sigue al pie de la letra todas
las etapas de los clásicos y sin embargo consigue hacerse novedoso. Todo
está allí, desde la huérfana llamada a grandes cosas, la espada
encantada, el rey malvado, el terrible dragón, el poderoso hechicero, el
ayudante del héroe, los valientes caballeros..., pero es obvio que no
todo es lo que parece y el giro que le imbuye Fforde a la trama es por
momentos sorprendente y por momentos hilatante, siempre, eso sí, al
servicio de la aventura. Y como en todos los buenos cuentos populares
hay escondida una moraleja, perfectamente integrada en la narración, y
nada que realmente sorprenda a quienes ya hayan leído y captado el
mensaje de las otras obras del autor.
Por
cierto, para quien escriba esas cosas o para quien se deje guiar por
ellas, por favor, olvídense de la comparación de Fforde con según que
otros escritores, o con lo de que es el “nuevo” quien sea. No se parece
en nada a Rowling y su Harry Potter;
es más, Fforde le da cien mil vueltas, así que flaco favor le hacen como
publicidad. A pesar de estar menos destacado, algo más de relación
tiene, en efecto, con Pratchett,
al menos en cuanto a la diversión que provocan y a su gusto por la
parodia, pero tampoco creo que su orientación y forma de enfocar el
humor sea similar, son diferentes, divertidos ambos, pero con distinta
forma de plasmarlo, de contar los chistes o buscar el doble sentido. Y
es que las comparaciones son odiosas y, normalmente, no suelen dejan
contento a nadie.
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Reseña de otras obras del autor:
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