viernes, 9 de noviembre de 2012

Reseña: Oscuro

Oscuro.

Teo Rodríguez.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Minotauro. Col. Terror. Barcelona, 2012. 454 páginas.

Si recientemente nos llegaba la tarjeta de presentación literaria de Teo Rodríguez en forma de un conjunto de relatos breves reunidos en el libro digital Niños, ahora Minotauro ofrece su debut en la distancia larga con el libro que nos ocupa, un libro que se adentra sin tapujos en el género de la fantasía oscura o el terror sobrenatural —aunque sustos en sí mismos, la verdad es que pocos, ya que el autor parece preferir que sean los lectores quienes visualicen en su imaginación los sucesos, antes que describirlos con pelos y señales—.

Con una evidente influencia del Stephen King de sus primeros tiempos, tanto en lo temático como en la estructura narrativa, es una pena que la presentación, desde el mismo prólogo, del ser que va a desencadenar los acontecimientos siglos después de su encierro en un volcán, reste gran parte del inicial misterio y de la ambigüedad en la que tan bien se mueve el autor estadounidense. Eso no impide, en absoluto, que el mensaje sobre ese «oscuro pasajero» que todo ser humano lleva en su interior, se convierta en un aterrador y amplio catálogo de las formas en que un individuo puede causar lo más dolorosamente posible la muerte a otro.

La novela arranca con un inquietante personaje, una especie de brujo o chamán primitivo, báculo incluido, de nombre el Oscuro, pura encarnación del Mal, que se encierra voluntariamente en el fondo de un cráter, contaminando con su presencia todas las tierras circundantes. Centenares de años después, el pueblo de Crystal Hood se asienta en el antiguo volcán extinto y una serie de temblores de tierra, que abren grandes grietas en el suelo dejando escapar un misterioso gas, parecen ser los antecedentes a una serie de hechos inexplicables y violentos que acabarían con la cordura del más pintado.

Y en el centro de la locura, Ethan Crow ha permanecido en un estado catatónico los últimos catorce años debido a un trauma infantil. Pero ahora, en la mejor tradición lapidaria de Poltergeist, despierta para lanzar al aire una única frase: «Ya viene». Al mismo tiempo, su hermano Isaiah, quien durante años ha cargado con el cuidado de Ethan desdeñando otras parcelas de su vida, como la atención romántica que desde el instituto le dedica Steffi, empieza a revivir episodios de desconexiones de la realidad, desdoblamiento de la personalidad y sueños recurrentes que creía cosa del pasado y que le llenan de temor.

Junto a su colega de la infancia, Sunny, un miembro de las fuerzas policiales un tanto «independiente», Isaiah deberá desentrañar lo que está sucediendo y cómo ponerle freno, mientras en las cabezas de sus vecinos resuena una voz y una melodía que les impulsa a cumplir sus más oscuros deseos, pulsando la tecla de la envidia, de la ira, del racismo y de tantos impulsos ocultos que duermen en los profundo de los corazones de los hombres y mujeres sin que ellos mismos sean conscientes . La matanza está servida.

Material del proceso de creación de la novela.
La narración, mediante el uso de capítulos muy cortos, con la voz en tercera persona de un narrador omnisciente un tanto distanciado, alterna los sucesos actuales en Crystal Hood con episodios dedicados a reconstruir la desgraciada infancia de los dos hermanos, con un traumático pasado, víctimas de malos tratos familiares, donde podrían estar encerradas ciertas claves para hacer frente a la amenaza presente. En el ambiente aislado del pequeño pueblo, donde todos sus habitantes —bastante arquetípicos de este tipo de narración— se conocen y es difícil mantener la intimidad, donde aunque nadie se mete en la vida de los demás, los odios soterrados se mantienen latentes en un ambiente de aparente cordialidad, la más mínima chispa puede desencadenar la tragedia.

Como ya he comentado, es una lástima que Rodríguez se haya decantado por asumir tan directamente la explicación sobrenatural, sin jugar al menos de principio la baza de la duda sobre el comportamiento voluntario o forzado de los lugareños, de si actúan por decisión propia o por influencia externa, ya que de alguna manera desvía y disculpa la culpa de lo que están haciendo. Cierto es que el extracto periodístico que cierra la novela invita a revisar todo lo leído bajo un nuevo enfoque, una nueva visión que puede cambiar la interpretación de lo sucedido, aunque seguramente ya sea algo tarde para buen número de lectores.

La acción se mueve entre el thriller psicológico y el horror paranormal, con un tipo de terror «suave», lleno de escenas impactantes destinadas a crear antes tensión que repulsión. Hay asesinatos terribles y situaciones realmente macabras, cierto, pero en ningún momento el autor abusa de los salpicones de sangre, haciendo mayor hincapié en el sufrimiento psicológico de los protagonistas que en la truculencia intrínseca de los sucesos; y eso a pesar de que la gran mayoría de los personajes se encuentren mínimamente caracterizados, apenas lo imprescindible para hacer avanzar el relato en la dirección correcta. Ejemplo claro de ello es que las relaciones se sienten terriblemente forzadas, inexplicadas o desaprovechadas.

La prosa, agradable y descriptiva, cinematográfica podría decirse en muchos pasajes, se va de alguna manera «simplificando» —sin que sea ningún demérito— conforme avanza la novela, desde un principio lleno de metáforas con un indudable tono poético e imágenes muy elaboradas, a un estilo mucho más directo, y rápido, para  narrar los sucesos en un tenso crescendo de emoción hasta el desenlace con un cierre es un tanto desconcertante, no por lo extraño del mismo, sino por la brusquedad con que tiene lugar. Y, como ya se ha comentado, la nota final invita a revisar todo lo sucedido bajo una nueva óptica que, sin duda, invita a reevaluar el mensaje del relato.

Al final, la novela se condensa en una curiosa reflexión sobre la naturaleza del mal, sobre esa sombra oscura que, según parece abogar el autor, todo ser humano lleva en su interior. Sobre si es posible, o no, enfrentarse y sobreponerse a su presencia. Sobre aquellos horrores que puede llevar a cabo el ciudadano más anónimo y aparentemente pacífico cuando es llevado al límite. Sobre los prejuicios que todo individuo arrastra aunque sea en su subconsciente...

Oscuro es una interesante, y ambiciosa, primera novela; entre el homenaje a Stephen King y cierta reminiscencia del maniqueísmo de Dean R. Koontz, se lee con agrado, con la historia fluyendo con soltura y provocando cierta sensación de desasosiego que no deja indiferente, ni decepcionado. Se trata de un más que digno desembarco de Rodríguez en la distancia larga —no exento de ciertos fallos a pulir en próximos libros— que, unido a lo ya visto en Niños, augura sin duda un prometedor futuro literario.

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Reseña de otras obras del autor.

    Niños

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