Kim Stanley Robinson.
Reseña de: Santiago
Gª Soláns.
Minotauro.
Barcelona, 2013. Título original: 2312. Traducción: Miguel Antón.
527 páginas.
2312 es una novela
sobre la investigación de una muerte sospechosa, primero, y de una
posible conspiración interplanetaria con horribles ramificaciones
terroristas, después, que esconde entre sugerentes escenarios una
muy peculiar historia de amor en un momento de la historia humana en que los
géneros sexuales se han «diversificado» más allá de lo mero
masculino y femenino. No obstante, por encima de una trama más o
menos intensa, lo llamativo y fascinante de la novela es el
detalladamente descrito ―y bien justificado― futuro imaginado por
Robinson. Así, la investigación se convierte en la excusa
perfecta para embarcar a sus protagonistas, y con ellos a los
lectores, en un periplo a lo largo y ancho de un Sistema Solar
ampliamente colonizado por unos humanos adaptados a muy diversos
entornos. Se trata, no podía ser menos, de una obra densa, intrigante, erudita y didáctica ―hay
puntos que se leen más como un ensayo que como una obra de ficción―,
con una evidente carga filosófica, un claro mensaje ecológico y una
crítica socio-política bastante poco disimulada ―aunque
referencias a sistemas como el «Mondragón» y su muy utópica,
ingénua y distorsionada aplicación en la novela podrían dar para
grandes discusiones en otro contexto más allá de los límites de
una mera reseña―.
El autor extrapola
tendencias actuales y plantea de forma harto realista ―dentro de lo
que es, obviamente, una ficción especulativa― el futuro de nuestra
especie, con una Tierra agotada y fustigada por el cambio
climático y ecológico, superpoblada, fragmentada en centenares de
micro estados con China como la única gran potencia superviviente, y
la enfrenta a las posibilidades de la terraformación y colonización
de ámbitos absolutamente hostiles a la vida humana. Obviamente, todo
ese despliegue ha tenido consecuencias entre los propios seres
humanos. Las sociedades evolucionan de forma diferente según su
entorno y dependencias; los equilibrios de poder se desplazan
inevitablemente creando enormes tensiones; la transhumanidad
se encuentra fragmentada; la evolución avanza en múltiples y
diferentes formas ayudada por la ingeniería genética; muchas
personas han implantado en sus cuerpos «qubos», auténticas
Inteligencias Artificiales de estado cuántico, para
orientarles o ayudarles en sus tareas, y han modificado su género
sexual en un buen número de variantes ―hermafroditas, andróginos,
ginandromorfos…―, que han conllevado a su vez a nuevas
definiciones del modelo familiar. Tras un accelerando incompleto, los
restos de la Humanidad están a un paso de dividirse en diferentes
subespecies de longeva vida en medio de una balcanización del
Sistema.
Hacia principios del
siglo XXIV la transhumanidad ha colonizado todo el Sistema Solar,
abandonando en gran número una sobrecalentada y depauperada Tierra.
Se han terraformado los grandes planetas, se han colonizado la Luna y
otros muchos satélites, y gran cantidad de asteroides han sido
ahuecados, dotados de rotación para imprimirles gravedad en su
interior y convertirlos en terrarios con ecosistemas propios y
autosostenibles donde se recuperan especies extintas o en vías de
extinción o, simplemente, se crean otras nuevas en multitud de
nuevos ambientes. Incluso Mercurio se encuentra habitado y la
ciudad de Terminador circunnavega su superficie sobre raíles
huyendo de la luz directa del cercano Sol.
Y es precisamente en el
calcinado planeta donde Cisne Er Hong, una antigua diseñadora
de terrarios, artista extrema y amante de las sensaciones fuertes con
el cuerpo biológica y mecánicamente modificado, recibe la dolorosa
noticia de la muerte de su abuela Alex, una de las personas
más influyentes de Mercurio y ampliamente respetada en el resto de
asentamientos humanos a lo largo del Sistema Solar. Una muerte
sospechosamente prematura, pues, dado que los tratamientos de
longevidad han elevado las perspectivas de vida por encima de los
doscientos años, todavía le quedaba mucho por vivir. Embargada por
la pena y sospechando de juego sucio, cuando todo el mundo no cese de
preguntarle si Alex dejó algo para ellos, Cisne se embarcará en una
investigación que la va a llevar a recorrer gran parte del Sistema
Solar y a verse envuelta en una oscura trama que busca cambiar los
equilibrios de poder y el futuro de la propia Humanidad ―aunque la
definición de la misma se haya flexibilizado bastante con el
tiempo―.
Lo cierto es que la
«excusa» de la intriga policiaco-detectivesca se «siente» un
tanto desatendida, apenas una justificación para poder mostrar en
toda su profundidad y extensión el fascinante futuro imaginado por
el autor. La trama se muestra entrecortada, más interesada en
mostrar los lugares por los que van viajando los protagonistas y
explicar las maneras en que se ha llegado hasta allí ―la
terraformación de Marte o Venus, la colonización de
Mercurio o Saturno,
la «fabricación» de los hábitats y terrarios de los asteroides,
la terrible situación de la Tierra y el orgullo desmedido de
sus habitantes…― que en plantear una investigación causa-efecto
en toda su plenitud, aunque cuando finalmente se pone a ello también
es verdad que consigue atrapar la atención.
La «dispersa» ―en
intereses― Cisne va a encontrar la horma de su zapato en la
figura de Fitz Warham, uno de los amigos - colaboradores de
Alex, procedente de Titán ―por lo que es alto y con
«apariencia de rana»―, intentará aunar esfuerzos con ella para
encontrar respuestas en el mar de facciones e intereses encontrados
que podrían estar implicados en lo sucedido, desde los chinos
encargados de la terraformación de Venus, las inteligencias
artificiales cuánticas a los viejos poderes terrestres y el
ascendente marciano, aunque lo haga siguiendo una agenda propia.
Cisne y Warham orbitarán el uno en torno al otro ―ambos
sexualmente ambiguos― en un rumbo de colisión de resultados
imprevisibles. Sus caminos se cruzarán también con el de la
inspectora Jean Genette, quien investiga los extraños sucesos
que están teniendo lugar a lo largo de todo el Sistema Solar y que
podrían ocultar funestas intenciones.
Los actos terroristas
increíblemente despiadados imbuyen a los implicados de un
sentimiento de premura, de necesaria rapidez en resolver lo sucedido
para que no vuelva a ocurrir y para que el futuro no se desmorone.
Sin embargo, esa urgencia no se contagia al relato, que entre elipsis
y elipsis, largas descripciones de los lugares por donde pasan los
protagonistas y las diversas técnicas de terraformación necesarias
para hacerlos habitables, no consigue transmitir de forma acertada el
paso del tiempo o la duración de los viajes, siendo el ritmo del
relato, junto a la espesura de ciertas exposiciones, uno de los
escasos escollos de la novela.
Y es que éste es, sin
duda, un libro denso, exigente en cierta forma, con una estructura
que rompe los esquemas habituales al entremezclar la narración con
extractos ―fragmentos de publicaciones científicas avanzadas o
citas de obras futuras― y listas de acciones de Cisne ― que dan
cuenta de su extraña mente e inclinaciones artísticas―, e incluso
con los pensamientos de una inteligencia cuántica, pero que otorga
grandes satisfacciones si el lector abandona prejuicios y se sumerge
en su ciencia y especulaciones. El contenido está, sin duda, muy por
encima del continente. Su prosa se podría considerar áspera por
momentos, descriptiva pero poco emotiva cuando se haría necesario,
eficaz en cuanto a la transmisión de ideas y conocimientos, pero
poco inspiradora...
Y eso que Robinson,
más allá de la «maldad» intrínseca tras las acciones terroristas
y sus oscuros objetivos o de la negra situación de la Tierra, imbuye
a toda su obra de un manifiesto optimismo, en ese canto favorable a
la colonización de los más recónditos y peligrosos rincones del
Sistema Solar. Incluso en la tristeza de la constatación por parte
del autor de que el resto de las estrellas quedan más allá del
alcance de la vida humana, lanza un desafío con la preparación de
una misión que no ha de volver jamás. Y está bien que así sea. Al
fin y al cabo, por muy lejos en el tiempo que el autor sitúe la
acción, en realidad esta es una novela que versa sobre nosotros y
hacia dónde vamos como especie, sobre lo que estamos haciendo con la
Tierra y lo que ello puede desencadenar, sobre el arte, la música y
la poesía, sobre lo que significa ser humano más allá de la mera
apariencia externa, sobre el amor por encima de las diferencias,
sobre el espíritu de exploración, sobre las fronteras interiores y
exteriores… y es bueno vislumbrar la posibilidad de una luz más
allá de los posibles desastres a los que parece abocarse nuestro
mundo. 2312 es una novela que, entre otras causas y aunque
solo por ello fuera, merece la pena de leerse por sus extrapolaciones
hacia el futuro y las reflexiones que las mismas conllevan, y por la
belleza evocativa de ciertas y poderosas imágenes del terraformado
Sistema Solar.
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Reseñas de otras obras del autor:
1 comentario:
Estoy terminando de tragarme este libro. Es que voy por la página 300 y no sé para dónde va... Comienza con una confabulación terrorista interplanetaria y una investigación policial y ahora va en nada: una serie de brochazos sobre la naturaloeza, la biodiversidad y otras cuestiones que hacen que la historia inicial se diluya, se arrastre y se olvide. No hay tensión, no hay aventura, no hay suspenso... hay más emociones en un documental de Discovery Channel.
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