Profecía de Merlín,
III.
M.K. Hume.
Reseña de: Santiago
Gª Soláns.
Grijalbo.
Barcelona, 2014. Título original: Prophecy: Web of Deceit.
Traducción: Albert Vitó i Godina. 617 páginas.
Con esta novela llega a
su fin la trilogía dedicada por Hume a glosar las vivencias
de Myrddion Merlinus antes de que llegase a convertirse en
consejero del rey Arturo, deteniendo la acción de hecho en un
punto que la convierte de facto en una precuela de la serie
artúrica de la autora australiana. A lo largo de lo dos libros
precedentes ha ido relatando un periodo de “juventud”, mientras
se iba modelando la personalidad del sanador al tiempo que
profundizaba en sus conocimientos e investigaba sobre sus orígenes.
Ahora, de vuelta a las islas británicas tras su estancia en
Constantinopla, abandonada del todo la adolescencia, cargado con un
bagaje de vivencias y experiencias atesoradas a lo largo de sus sus
viajes y convertido en alguien mucho más maduro, Myrddion va
a verse enfrentado a su mayor prueba al servicio del rey Ambrosio
Aureliano, primero, y de su violento hermano, Úter Pendragón,
después. A través de sus ojos el lector va a asistir al retrato de
una oscura época en la historia de Britania y sus tribus, un
momento de enfrentamiento y cambio, de bellos sueños truncados por
la sangre y las traiciones. Avisar, como es habitual en las reseñas de series y trilogías, que la lectura de los siguientes párrafos puede desvelar información importante de los libros anteriores.
Cuando Myrddion y
sus compañeros ponen de nuevo pie en suelo británico pronto se dan
cuenta de que la cosas han cambiado mucho en los años en que se han
encontrado lejos, con el puerto y el pueblo de Dubris y la
ciudad de Londinium totalmente «colonizados» por los
guerreros y mercaderes sajones, quienes cada vez van reclamando mayor
espacio empujando a los moradores celtas hacia el norte y el oeste.
Los enfrentamientos entre antiguos y nuevos pobladores son continuos
y sangrientas, con avances y retrocesos al albur de la guerra.
Deseando tan sólo volver a su tierra y servir a los suyos como mero
sanador, Myrddion se verá obligado a servir a Ambrosio, quien sin
embargo pronto le demuestra ser en verdad un gran rey, con grandes
planes para el futuro, para los que encarga al joven la creación de
un red de espionaje que le permita anticiparse o enfrentarse a las
crecientes amenazas y tensiones que los mismos puedan despertar.
Ambos, rey y sanador,
trabajarán mano a mano bajo el firme convencimiento de que la única
manera de pervivencia para sus gentes se encuentra en la unidad
efectiva, y no solo de palabra, de todas las tribus celtas para hacer
frente a la creciente presión demográfica de los sajones que
paulatinamente van extendiéndose por el este de Inglaterra. Pero
poner de acuerdo a todos los reyes y caudillos no va a ser tarea
fácil, entre ellos existen muchos recelos, mucha mala sangre, mucho
distanciamiento y desinterés, y mucha incomprensión mutua, algo por
lo que Myrddion tendrá que poner toda su inteligencia al servicio de
esta cuestión. Y cuando piensa que el futuro podría ser incluso
brillante, los nubarrones lo oscurecen. Y es que la fatalidad va a
golpear de nuevo en su vida, y el sanador se verá forzado a servir
al sanguinario Úter, al que le atan el juramento prestado a
Ambrosio, que no se ve capaz de romper, y la amenaza de muerte que
pende sobre sus compañeros y sirvientes. No obstante, también
sentirá a un tiempo que, de alguna manera, todos sus sufrimientos,
toda la maldad que comparte renuentemente, todo lo que se ve obligado
a realizar contra su voluntad y ética, servirán para traer un bien
mayor.
Con un firme pulso
literario, didáctico, historicista y entretenido a un tiempo, Hume
va oscureciendo de forma imparable la narración, desde un inicio
cargado de esperanzas, truncadas luego por la traición y el
asesinato, hasta un futuro que se presenta cada vez más negro para
Myrddion, para sus seres queridos y para todos los habitantes de las
islas. Es, sin duda, un relato «crepuscular», con la lenta e
irreversible decadencia de los restos de la Britania romana, la
pérdida de sus valores civilizadores y la irrupción de una sociedad
más bárbara y violenta, menos cultivada y organizada. La autora,
además, ha ido poco a poco abandonando todo planteamiento fantástico
de la trama e, incluso, los dones proféticos de Myrddion van en esta
ocasión desapareciendo, despojando de mística al personaje, y
dejando ante el público tan sólo al hombre, un personaje que se
eleva por encima de sus contemporáneos por la sabiduría de sus
conocimientos y la fuerza de sus convicciones, antes que por sus
dotes mágicas. Es un Myrddion un tanto amargado, quien atrapado
entre su juramento y sus convicciones morales se ve obligado a llevar
a cabo acciones que nunca hubiera soñadoy que le llevarán a adoptar
un cierto cinismo matizado por un ferviente deseo de autoconvencerse
de que el futuro será mejor gracias a ello.
Brutales afectos y actos
imperdonables marcan también el sufrimiento de las mujeres, los
sirvientes y los tullidos en una sociedad que tiene poco espacio para
ellos y donde la violencia se práctica de muy diversas formas, sobre
todo con los más débiles. Entre batallas, pactos, sacrificios,
torturas, conspiraciones, pasiones prohibidas y envidias, sangre y
muertes, Gorlois, el Jabalí de Cornualles, su mujer Ygerne
y su hija Morgana cobran, como no podía ser de otra manera,
singular relevancia, anticipando sucesos futuros plenamente conocidos
de la leyenda artúrica. De la manera más estúpida los destinos se
truncan, las pasiones dominan las decisiones y la lealtad no se ve
recompensada, el honor es despreciado y pisoteado, el sacrificio no
es valorado sino ridiculizado y la traición es moneda de cambio en
todos los órdenes de la vida.
El libro, como los
anteriores, ve acompañado el texto por un buen número de mapas,
esquemas y croquis mostrando tanto los viajes de Myrddion, como el
orden y secuencia de las batallas o el plano de una vivienda de la
época. Resaltar que, al igual que en el precedente, el nuevo cambio
de traductor, tercero para tres libros ―es de suponer que debido a
la muy de agradecer intención de ofrecer prácticamente de una
tacada en apenas tres meses la trilogía completa―, no afecta en
esta ocsasión a la solidez de la prosa ni al fluir de la narración.
El final del libro, obviamente, no coincide con el final de la vida
«conocida»
de Merlín ni mucho menos, sino con un importante «receso»
de la misma, dejándole a punto de iniciar una nueva y de vital
importancia etapa, con todo preparado, como la autora misma confiesa,
para los eventos narrados en su trilogía del Rey Arturo ―El
hijo del dragón, El guerrero de occidente y El
cáliz maldito―. En todo caso, se trata de un cierre
perfectamente conclusivo, que, si bien invita a leer los libros de la
serie artúrica para conocer los eventos posteriores acaecidos a
alguno de los personajes que aquí aparecen, tiene una entidad
independiente y plenamente asumible como tal. Red de traiciones
cierra un trilogía que se ha dedicado a ofrecer la imagen más
histórica, y menos fantástica, del «mago» más famoso de todos
los tiempos, aún a pesar de la evidente ausencia de fuentes fiables
para reconstruir su figura, ganando interés libro a libro, sobre
todo por el retrato de una época tan oscura como literariamente
apasionante.
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Reseña de otras obras de la autora:
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