El segundo ocaso I.
Virginia Pérez de la Puente.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Ediciones B. Barcelona, 2010. Edición digital (ePub). 560 páginas.
El segundo ocaso es una ambiciosa serie, dedicada a glosar un momento decisivo en la Historia del continente de Ridia, compuesta hasta el momento por seis libros —cuatro de la serie principal y dos precuelas— y de la que La elegida de la muerte no es sino la primera entrega, recogiendo una pequeña parte de lo que es, o más bien será cuando se complete, un relato mucho mayor. Una obra, a la espera de seguir leyendo los posteriores, que se puede inscribir en esa fantasía adulta, oscura y realista que se encuentra en boga actualmente —dotada, eso sí, del necesario toque de originalidad para no terminar convertida en la enésima repetición de los clichés fantásticos—, con una descripción cruda, explícita y acertada de la vida en un medievo ficticio —aunque como tal incluye una serie de actitudes y denuncias que se antojan quizá excesivamente actuales— de reinos enfrentados, reyes y nobles ambiciosos, y soldados y campesinos que sufren por ello, lleno de zonas grises, de violencia e injusticias, de acciones repulsivas cometidas al amparo de la guerra y de personas que tan sólo quieren sobrevivir de la mejor manera posible.
En la Península de Ternia, en medio del telón de fondo de la guerra centenaria entre los dos reinos que la comparten, Thaledia y Svonda, centrada ahora en el dominio del estratégico Paso de Skonje, Isendra de Liesseyal —Issi para los amigos—, una mercenaria dispuesta a alquilar su espada al mejor postor, no sabe si lamentar o bendecir su suerte al haber sido rechazada para luchar en la batalla de los llanos de Khuvakha, que ha terminado con el exterminio de ambos ejércitos enfrentados. Entre los cadáveres, Issi encuentra a un joven soldado muerto sin herida aparente y a una niña moribunda que antes de morir toca su frente marcándola con un misterioso símbolo plateado que va a traerle más de una complicación. Empieza así un periplo que va a llevarla a ella y a algún compañero ocasional, como un antiguo conocido llamado Keyen, donde jamás hubiera deseado haber ido y con mucho más en juego de lo que nunca soñara. Pues el símbolo, el Öi, la convierte de facto en una servidora de la muerte, la llamada Öiyya —en contraposición a la Iannä, servidora de la vida—, parte de un culto que se creía erradicado hace 569 años, desde el Ocaso de Ahdiel y el hundimiento del Hombre.
Existen en la novela dos tramas principales que apenas van a confluir. La búsqueda de respuestas en torno al misterioso «tatuaje» que, por mucho que su compañero insista, no significa que Issi tenga “las tetas más grandes de toda Thaledia”, la llevará a emprender un viaje con incierto destino. Un viaje que se desenvuelve en todo momento con el telón de fondo de la «trama general», la de la guerra que mantienen los reinos de Adelfried de Thaledia y Carleig de Svonda, con la inquietante sombra del adolescente emperador del Imperio de Monmor cerniéndose sobre sus acciones. Traiciones, infidelidades, envidias, complots, luchas de poder, obediencia ciega y adhesiones inquebrantables —hasta recibir mejores ofertas— son de lo más cotidiano en las cortes de ambos reyes. Hay una buena cantidad de política palaciega, muchos secretos que quizá no lo sean tanto, muchas intrigas y conspiraciones tras los tronos, mucho personaje trágico víctima de las circunstancias… Y aunque por momentos se antoje que la distancia narrativa entre la «macro» historia, todo ese conflicto bélico con multitud de agentes y localizaciones —sobre todo cuando otros países como Tilhia o Monmor pongan también en él sus intereses—, no termina de intersectar realmente con la intrahistoria de Issi y Keyen, lo cierto es que, aunque no haya más que contactos esporádicos entre ellas, una y otra sí que se influencian de forma decisiva, viéndose como los sucesos, decisiones y acciones que tienen lugar en una tienen repercusiones en la otra.
De la Puente elige para reflejar ambas tramas una estructura que se demuestra muy ágil para la lectura, aunque propicie cierto desequilibrio y la mencionada «inconexión» entre las tramas, alternando capítulos algo más largos para Issi y Keyen, entre otros mayoritariamente breves recogiendo los puntos de vista de un buen número de personajes dispersos por la geografía de todos los reinos implicados. Cada uno de esos capítulos se abre con una cita de diversa procedencia —tratados como Política moderna; Enciclopedia del mundo; El triunfo de la Luz; Reflexiones de un öiyin; Breve historia de Svonda o Thaledia: seis siglos de historia— a través de la que la autora se sirve para dotar de mayor profundidad a su mundo, ofreciendo retazos de su historia, geografía, política, filosofía y religión en torno a la vida y la muerte, consiguiendo transmitir gran cantidad de información con apenas unas leves pinceladas introductorias.
Cabe advertir que no es esta una novela de acción desatada o de batallas y enfrentamientos encarnizados —aunque también los haya, es obvio, pues no deja de tener todo un trasfondo bélico—, sino que muchas veces discurre en un espectro más íntimo y cercano, más personal y aventurero en torno a las tribulaciones de Issi, consiguiendo un acertado equilibrio entre los momentos más dramáticos y sangrientos, y aquellos otros más relajados. Y si bien hay ciertos pasajes en los que parece que la joven mercenaria ha perdido el rumbo, caminando sin saber hacia dónde a lo largo y ancho de toda la península de Ternia, mientras deja pasar el tiempo —y las páginas— hasta alcanzar el evento decisivo que relance la trama —un poco más de elipsis o concreción quizá hubiera sido conveniente—, cuando los protagonistas se encuentran centrados en la acción la misma no deja de ser de lo más interesante.
Y es que Issi es una protagonista de armas tomar que demuestra su carácter nada más empezar la novela al descargar su frustración mediante el liberador método de soltar patadas a algunos cadáveres —al tiempo que la autora introduce en el relato unas agradecidas notas de humor—. Sin embargo, esta actitud poco a poco se desvela como una armadura que la mercenaria porta ante al mundo para defenderse del recuerdo de cierto drama pasado, pues la verdad es que no se muestra excesivamente pródiga en desenvainar su espada. Contra lo que podría deducirse del título y de la tradición fantástica, ella no es la «elegida» de turno, no es la salvadora prometida que vendrá a hacer cierta la tópica profecía —más bien al contrario—. No, ella es víctima del también recurrente «estar en el sitio equivocado en el momento equivocado» y todo el tema del Öi, y lo que significa para ella, le va a caer encima de forma totalmente inopinada e indeseada, de modo que su mayor anhelo desde que Keyen le haga notar que lleva el símbolo tatuado en la frente será intentar encontrar la manera de deshacerse del mismo. Todo lo demás, las persecuciones, las visiones, las muertes…, vendrá como consecuencia y la protagonista no podrá evitar verse arrastrada por la vorágine, muchas veces dando la impresión de ser empujada por la acción en vez de provocarla.
Intermitentemente a su lado, su «amigo» Keyen de Yintla es el típico pícaro simpático, un risueño «carroñero» que vive de registrar y saquear los cadáveres tras las batallas en busca de objetos de valor para revenderlos luego. Cuando Issi y él se reencuentran en el campo de batalla de Khuvakha pronto se hace evidente que comparten una dolorosa historia pasada que no terminó en las mejores circunstancias. Pérez de la Puente irá desvelando con estudiada lentitud los detalles de ese pasado común, haciendo partícipes a los lectores de la tensión que existe entre ambos por sucesos acaecidos tiempo ha, dotándolos de vida y carácter.
Algo que también consigue, en mayor o menor medida, con otros «actores» como la misteriosa Tije, una especie de hechicera de espectacular belleza y oscuros poderes de la que es difícil descubrir lo que se trae entre manos, un personaje comodín siempre en un segundo plano del que poco se desvela hasta casi el mismo final, interfiriendo a cada paso de los protagonistas, influyendo de formas variadas en su camino y decisiones —sobre todo en las de Keyen debido a ciertos tratos que implican sellarlos en el lecho—. O como los reyes Adelfried de Thaledia y Carleig de Svonda en busca de agrandar sus fronteras; Adhar de Vohhio con su lujurioso amor prohibido por la reina Thais que tanta importancia va a adquerir en las intrigas del reino; Nern, joven soldado con una desgarradora lucha interior; Rhinuv, asesino juramentado que no dejará que nada le aparte de su objetivo tras aceptar una misión; Stave de Liesseyal, noble con poderosas ambiciones y una camarilla de conspiradores a su espalda; Kinho de Talamn con una lealtad inquebrantable a su señor… Muchos personajes a los que seguir, a los que De la Puente consigue manejar de forma que el lector no se pierda entre ellos en momento alguno.
La autora hace gala de una prosa fluida, firme y trabajada, que no da la impresión al lector de encontrarse ante una obra primeriza, sino de que hay ciertas tablas detrás. El relato avanza con las descripciones justas e imprescindibles para hacerse una idea del escenario y los personajes, sin detener la acción, mediante un lenguaje elaborado, incluso preciosista en ocasiones, que contrasta con la crudeza y naturalidad —y cierto tono soez— imperante en los diálogos de la mayor parte de los personajes. Tacos y palabras malsonantes, comentarios procaces, dobles sentidos —muchas veces con una sublectura de connotaciones sexuales— y un humor socarrón, aunque casi siempre bienintencionado, están al orden del día, sobre todo entre aquellos de una extracción social más baja, dando una sensación de verosimilitud y cercanía muy remarcable.
Como primera novela de la serie se puede afirmar que la misma, más allá de todo el tema político-bélico, es autoconclusiva de facto, ya que la línea de la Öiyya tiene un final cerrado, y bien cerrado. Por un lado se nota una voluntad de hacer una novela independiente, de modo que el lector pueda entrar en la saga sin la hipoteca de saber si tendrá continuación; por otro se hace evidente que se trata de un proyecto a largo plazo, sentando las bases geopolíticas de futuros relatos, por lo que ciertas líneas generales quedan necesariamente indefinidas y de otras se hubiera deseado conocer más, algo que seguramente será subsanado en futuras entregas —por ejemplo, las escasas apariciones del emperador de Monmor lo convierten en un personaje de lo más intrigante—. La elegida de la muerte se desvela como una lectura amena, rápida y entretenida, ambiciosa y bien hilvanada, y que prácticamente no muestra, aún con sus fallos, las debilidades normalmente asociadas a una obra de debut. Ya sólo queda encontrar el momento para poder volver a Ridia y explorar el enorme territorio que queda por descubrir.
2 comentarios:
Gracias por la reseña. La verdad es que es una trama que me llama la atención. Estas novelas fantástica que tratan de introducir política en la obra no siempre consiguen que las situaciones políticas sean lo suficientemente complejas, como para añadir verdadero interés. Es una decisión peligrosa. A veces resta más que suma.
No digo que sea el caso de esta novela, pues aún no la he leído.
Un saludo
Hola, Miguel. Gracias por pasarte a comentar.
Cabe advertir que la trama "política" es la menor dentro del total de la novela, pero que tiene bastante importancia. Y hay que entender el término "política" en el contexto medieval de las maniobras para conseguir más poder / territorios / influencia... De ahí las conspiraciones y demás. El tema está bastante conseguido y habrá que ver cómo lo hace evolucionar la autora.
Saludos.
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