Lavie Tidhar.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Kailas. Col. Ficción. Madrid, 2017. Título original: A Man Lies Dreaming. Traducción: Puerto Barruetabeña Díez. 325 páginas.
Europa, 1939. En Alemania el partido nacionalsocialista no ganó las elecciones de 1933, no pudiendo acceder al poder al ser derrotado por los comunistas, quienes con su política represiva forzaron la desbandada y exilio de los fascistas y de las minorías religiosas como la judía hacia países como el Reino Unido, donde, seis años después, unos pocos han medrado mientras la mayoría malviven entre lo más bajo de la sociedad londinense. Con una violencia visceral, y un humor ácido y corrosivo, sin llegar a ser una comedia en absoluto, Tidhar se sirve del lenguaje del pulp y la novela negra y de los mecanismos de la ucronía para hablar sobre el Holocausto y sobre sus horrores, pero también sobre el poder liberador de la imaginación. Un relato audaz, exagerado, transgresor, violenta y sexualmente explícito, irónico y mordaz, morboso, moralmente retorcido, y que se disfruta con un deje de culpabilidad. El autor propone al lector un juego entre la realidad histórica y la alternativa, consciente de la importancia del personaje central, imposible de borrar de la mente, e implicándolo en una trama de degradación con un carácter especialmente vindicativo. Esta es la historia de un hombre que tuvo en sus manos conseguir las más altas cotas de poder y que ahora es un don nadie que, aferrado todavía a sus inquebrantables principios, arrastra su existencia de la manera más lastimosa.
Herr Wolf, uno de esos destacados fascistas huidos de la Alemania comunista tras pasar un tiempo en un campo de internamiento, y cuya auténtica identidad tras su nombre de guerra es rápidamente identificable —siendo, de hecho, ese conocimiento el que hace que la novela funcione de forma tan certera y espeluznante—, reside en el Soho londinense, rodeado de miseria y prostitutas, con el único consuelo de su amor por los libros. Trabaja como detective privado, obligado por pura necesidad a aceptar cualquier encargo que se le haga, incluso, y a pesar de su enfermizo odio, si la empleadora es una acaudalada y hermosa mujer judía, prototipo irónico de la femme fatale de toda novela negra, que desea que encuentre a su hermana, desaparecida mientras intentaba alcanzar el Reino Unido. Un encargo que le sumerge en una complicada investigación que le va a llevar, de paliza en paliza, por antros exclusivos, burdeles sadomaso, opacas comisarías, sórdidos sótanos o mansiones esplendorosas, que le va a poner en la pista del lóbrego negocio de la trata de blancas y le hará cruzarse en el camino de las subversivas actividades sionistas de aquellos que sueñan con obtener un estado en Palestina, mientras la policía va a intentar cargarle el asesinato de una prostituta que ha aparecido muerta con una esvástica, un símbolo político prácticamente caído en el olvido, grabada en el pecho.
Con un ritmo cuidado con mimo y esmero, y un estilo muy definido y estudiado —magníficamente plasmado en la traducción—, Tidhar echa mano de una estructura narrativa en que mezcla la primera persona del diario de Wolf, donde el personaje vuelca todos sus sentimientos y pensamientos íntimos, y sus reacciones frente a lo que le está sucediendo —diario que se antoja como las notas mentales que el detective se va dictando a sí mismo dada la palpable imposibilidad de encontrar los momentos necesarios para escribirlo—, y la tercera de un narrador omnisciente que sobrevuela toda la acción, desde las vivencias del propio detective privado y de otra serie de personajes con los que se relaciona hasta las de quienes lo observan desde las sombras. Mientras, en otro plano de la novela, también en tercera persona, intercalando escenas entre la investigación, un hombre llamado Shomer, un antiguo escritor del llamado shund —novelas pulp yiddish calificadas como literatura barata—, sueña con un mundo muy diferente de aquel en que se encuentra, cargado de angustia y degradación, estremecedor, lleno de muerte y sufrimiento, donde la evasión mental es la única forma de sobrevivir a tanta atrocidad: Auschwitz. Pero Shomer en realidad no quiere huir de su presente, sino del pasado, de otro mundo que ya no existe y que nunca podrá volver. Así que sueña que escribe una historia donde el principal causante de su miseria recibe de alguna manera justo castigo. Estas secciones, fuera de la ucronía, golpean con fuerza la reflexión moral del lector, convirtiendo el disfrute de la lectura de las aventuras y desventuras del miserable Herr Wolf en un placer culpable, en la proverbial herida que no se puede dejar de tocar por mucho que duela, en el horror del que es imposible apartar los ojos.
En el escenario de un Londres atemorizado, en el que los Camisas Negras del partido de Oswald Mosley, la Unión Británica de Fascistas, campan de forma violenta e impune por sus calles a la espera de las cercanas elecciones, el detective no se guarda para sí ninguna de sus opiniones antisemitas y no duda en escupir en derredor todo el odio que acumula, toda la frustración que atesora por el fracaso de su elevado destino. Y sin embargo, víctima de la rigidez de su propio código moral, no va a poder evitar hacer algo de bien sin desearlo, casi como un accidente derivado de sus acciones. Las pinceladas autobiográficas que Wolf va introduciendo en su diario, donde habla de un padre maltratador, de una juventud miserable, de unos amoríos ilícitos —aunque él no los considere así en absoluto—, de su paso como soldado en las trincheras de la I Guerra Mundial, o de sus aspiraciones artísticas y políticas, son un reflejo distorsionado de la vida del personaje histórico. Mas, donde en una su resultado sólo es fuente de eterno desprecio aquí llegan casi a causar conmiseración —casi— y una alienante y sucia clase de empatía. Las víctimas depositarias del odio de Wolf, ya sean judíos o mujeres, se convierten en involuntarios verdugos, en parte vital de su descenso a los infiernos.
Y mientras el detective arrastra su cuerpo golpeado y dolorido por medio Londres, un buen número de personajes históricos pululan por las páginas de la novela a modo de cameo: políticos de diferentes tendencias, altos cargos del nacionalsocialismo junto a aquellos que les acompañaban, editores y escritores —hay en la novela grandes homenajes a la Literatura y a algunos autores destacados a los que es interesante seguir el rastro—, gentes del mundo del cine o supervivientes del Holocausto, se codean con Herr Wolf en algún momento de la trama. Y no todos tienen el papel que se podría esperar de ellos: antiguos nazis convertidos en proxenetas, en capos del hampa o en simples matones; millonarios judíos que se comportan como auténticos gángsters; dominatrix escapadas del sueño nazi, vestidas de cuero con insignias de las SS, en tugurios sadomaso; políticos de segunda que sin embargo podrían conseguir implantar el fascismo en Inglaterra...
Repleta de escenas explícitas, gráficas y escabrosas, no aptas para el estómago o la mente de todo tipo de públicos, el lector se encuentra ante una novela descarnada, narrada desde las entrañas, que no esconde la fealdad del mundo que retrata, la sordidez de la prostitución en las callejas de un Londres sucio y desencantado, el sexo brutal y salvaje que se convierte en un juego de humillación y dominación, la violencia apática, la mutilación y la vejación, que resultan más terribles por la indiferencia con que son ejecutadas, el nivel de degradación al que pueden llegar los poderosos... Una novela, no obstante, con una vertiente más amable, pero no menos terrible, que habla del poder evasivo de la ficción para afrontar el horror; el valor que la imaginación y el escapismo, el poner la mente en otro sitio y lugar creando allí un refugio, tienen como medio para olvidar por un momento la situación traumática a la que uno se enfrenta.
Y a través de toda ella, haciendo de la novela algo incluso más actual ahora que en el momento en que fue publicada en origen, se pueden rastrear en su trasfondo ecos de las causas que aparentemente han llevado al Brexit y al auge de los extremismos en Europa, del renacimiento de los nacionalismos y fascismos exacerbados, de la demagogia ante la inmigración y el odio al extranjero —causante, cómo no, de todos los males—, de la crisis de los refugiados y del mensaje xenófobo interiorizado por una parte de la sociedad, del deseo de cierre de fronteras o del proteccionismo. Comportamientos plasmados en un Londres alternativo a las puertas de unas elecciones vitales y con la sombra de una guerra que se avecina en el continente, pero que tienen un claro reflejo hoy en día cual si de una Historia cíclica se tratara.
Tidhar no busca en absoluto, a pesar de toda la diversión implícita en la lectura y de todos los guiños humorísticos que la misma contiene, trivializar el horror de los campos de exterminio y el Holocausto o rebajar la naturaleza del terror causado por el régimen nazi, y no obstante Un hombre sueña despierto es una novela que no rehuye resultar polémica en la utilización burlesca de una figura tan central del Siglo XX. Inteligente, bien documentada, entretenida, inmersiva, es una revancha sobre una de las personalidades más despreciables, y despreciadas, de la Historia de Europa, ante cuya humillación y, en cierta forma, indefensión, el lector siente una morbosa satisfacción. Una novela dura, que se puede disfrutar —y se disfruta— tan sólo por sí misma, pero cuyo deleite aumenta de manera exponencial cuanto más sabe el lector del periodo histórico que la ucronía subvierte. Las palabras son armas y, aún en el momento más oscuro, cuando ya no queda nada más, las historias pueden ser la única fuente de esperanza, y no hay mejor forma de vencer al enemigo que despojarlo de su dignidad y convicciones.
2 comentarios:
Hola :) Desde su presentación en el Celsius me dejo con mucha curiosidad, y ahora le tengo todavía más ganas tras la reseña. Lo malo en mi caso es que tampoco soy un documentado de la época en la que establece esa ucronía, pero creo que será interesante ir descubriendo cosas a la vez de su lectura. Este cae fijo. Un abrazo^^
Hola, Mangrii.
Como digo, no es imprescindible conocer a fondo la época histórica que la ucronía sustituye, aunque el saber quién es quién ayuda mucho al disfrute según van apareciendo algunas personalidades (en su versión alternativa) en la vida de Wolf. Pero ya digo que no es imprescindible y la novela merece mucho la pena por sí misma.
Saludos
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