Alex Benedict 2.
Jack McDevitt.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
La Factoría. Col. Solaris # 148. Madrid, 2011. Título original: Polaris. Traducción: Raúl Sastre Letona. 351 páginas.
Tras un buen número de años y libros, retoma el autor a los personajes de la que fuera su segunda novela, Un talento para la guerra: Alex Benedict,
implacable buscador y vendedor de reliquias y antigüedades galácticas, a
quien le es imposible dejar de lado la resolución de un buen misterio
histórico cuando se le pone ante sus narices; y Chase Kolpath,
su ayudante para todo, cuya principal tarea parece sacar a Alex de los
líos a los que sus investigaciones parecen conducirle continuamente.
Mientras uno se dedica a desentrañar el misterio, la otra lo hace a
salvarle el pellejo y, al menos en esta ocasión, a dejar constancia de
la aventura. Cabe decir que no se trata en absoluto de una secuela de la
anterior, sino que, compartiendo universo y protagonistas, Polaris
es una aventura totalmente independiente, que se sostiene por si sola y
que no requiere de haber leído su antecesora para ser disfrutada en
toda su integridad —aunque tampoco esté de más—.
La nave Polaris había sido enviada a Delta Karpis,
llevando a diversas y destacadas personalidades científicas a bordo,
para observar la muerte del sistema solar que va a chocar con una
estrella enana errante; cumplida su misión, en el momento de retornar se
perdió el contacto con ella. Cuando la nave más cercana acudió al
rescate solo encontró un pecio vacío, a la deriva en el espacio con su
tripulación desaparecida de forma imposible. Sesenta años después lo
sucedido a bordo de la Polaris
sigue siendo todo un misterio que ha creado en torno suyo toda una
legión de seguidores con las más diversas y peregrinas teorías para
explicar la desaparición. Cuando una serie de reliquias —uniformes,
vajillas, comunicadores, objetos personales, ropa, insignias...—
pertenecientes a la última misión de la nave vayan a ser objeto de una
exposición, Alex Benedict no podrá evitar intentar hacerse con alguno de
ellos para hacer negocio.
Y
así comienza una nueva e intrigante aventura en la que la pareja
protagonista se va a ver envuelta en un buen número de peligros mientras
intentan desentrañar lo que sucedió tantos años atrás mientras alguien
no para de ponerles impedimentos en su camino. De alguna manera se trata
de resolver el típico «crimen en una habitación cerrada», en este
caso una desaparición inexplicable e inconcebible: Era imposible salir
de la nave pero la nave se encontró indudablemente vacía; así, tan
importante es descubrir qué sucedió como saber cómo tuvo lugar. Y todo
mientras parece haber una importante y peligrosa facción interesada en
que nada de ello se esclarezca y que el misterio permanezca en el olvido
del pasado.
Es curioso que una serie dedicada a un personaje, el tratante de arte arqueológico Alex Benedict, sea narrada en primera persona por otra de los protagonistas, su subordinada Chase
Es de suponer que el carácter más «activo» de la mujer sobre la
personalidad más analítica y de salón de Alex haya influido en la
decisión del autor de cambiar el punto focal de la narración,
centrándose en una parte más dinámica del relato, con varios rescates y
acciones desesperadas en la que la investigación de las pistas que van
surgiendo quedan más en segundo plano al ser la tarea del arqueólogo; la
inmediatez de la acción frente a la reflexión del estudioso. Al no
poder apoyarse, como sucedía en la anterior Un talento para la guerra,
en una historia paralela que surge de la investigación llenando la
narración de épica —la reconstrucción de la «vida y milagros» de Christopher Sim—,
parece obvio que McDevitt ha querido primar la parte aventurera sobre
la intelectual trayendo a Chase al primer plano, narrando desde su punto
de vista la novela, y dejando algo relegado al personaje que da nombre a
la serie. Una decisión totalmente válida, pero que quizá resta algo de
interés a la propuesta.
Al
mismo tiempo, el desconocimiento en muchas ocasiones por parte de la
propia Chase de los procesos intelectuales de Benedict o sobre el
destino y propósito de alguna de sus investigaciones, llevan a veces a
que la propia narradora no sepa exactamente lo que está sucediendo,
transmitiendo al lector un agradable sentimiento de incertidumbre y
anticipación sobre lo que ha de venir. También le permite al autor
mantener el proceso deductivo un tanto en penumbras, sin tener que
justificar algunos saltos intuitivos, y hacer de Benedict el personaje
hábil e inteligente que se suponía de la primera novela sin tener que
estar demostrándolo palpablemente en todo momento.
A
cambio, lo cierto es que la caracterización de Chase como mujer fuerte,
independiente y siempre dispuesta a la acción no termina de funcionar a
tenor de algunas de las cosas relatadas, quedando un tanto falta de
carisma y auténtica profundidad. Supeditada siempre a su «jefe»,
lo cierto es que la joven nunca despega ni adquiere una personalidad
«real», sino que se limita a ser la comparsa y muleta de Benedict
en sus investigaciones. Una vez más, queda patente que el fuerte de
McDevitt no es precisamente la construcción de sus personajes sino el
grandioso escenario galáctico y la investigación arqueológica en que se
mueven.
Siendo
partícipe de todas las características que han hecho grandes y
atractivas las anteriores obras del autor, lo cierto es que se echa en
falta algo, ese toque de grandiosidad, la emoción de los rescates al límite, lo asombroso de los descubrimientos..., y la
historia no termina de cautivar plenamente. Polaris trata básicamente
sobre el tráfico de artefactos antiguos y sobre la superpoblación a que
parece abocada la Humanidad por mucho que se expanda por otros planetas,
lo que, siendo interesante, no alcanza el nivel de la anterior ni
invita de la misma manera a la reflexión. Es una historia más limitada,
más sencilla, con un misterio que a pesar de su indudable interés no
termina de enganchar como lo hiciera el de su predecesora. Se encuentran
las habituales situaciones desesperadas, sin salida aparente, pero no parecen tan
emocionantes como en otras ocasiones, e incluso la repetición de alguna
de ellas —tanto vistas en la anterior novela como dentro de esta misma — hacen
un flaco favor a la intriga del relato.
El
libro, sin duda, es una muy agradable lectura, con abundante acción y
fascinación, planteando un interesante debate filosófico-moral en el que
McDevitt no
se decanta por ninguna de las partes, que sin embargo no consigue
alcanzar la altura de lo que este autor nos había habituado —lo que no
implica que no sea una buena, entretenida y especulativa lectura llena
de sentido de la maravilla—. Se trata de una space opera más
analítica que frenética, lejos de la vertiente más bélica del género,
pero no carente de interés en absoluto. Un pequeño bache en la carrera
del autor, pero que tan solo pierde por la inevitable comparación con
obras anteriores. Eso sí, imprescindible para los completistas.
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Reseña de otras obras del autor:
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