martes, 3 de julio de 2012

Reseña: Ríos de Londres

Ríos de Londres.

Ben Aaronovitch.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Minotauro. Col. Fantasía. Barcelona, 2012. Título original: Rivers of London. Traducción: Joan Josep Mussarra. 330 páginas.

Nos encontramos ante una propuesta sorprendente y refrescante, una fantasía urbana diferente a lo acostumbrado, donde el predominio de lo sobrenatural se entreteje sin fisuras con lo cotidiano del retrato de la gran urbe, de sus gentes y sus miserias, al tiempo que permite escarbar bajo la suciedad de sus esquinas y recovecos para mostrar todo un fascinante mundo mágico oculto para la mayoría de los despreocupados ciudadanos de la capital británica. Se podría considerar que Ríos de Londres es una historia de fantasmas, pero sería quedarse muy, muy corto. Es esta una historia de magia y de alguien que se topa con ella sin esperarlo siquiera, de dioses ancestrales y sus muy mundanos enfrentamientos, una historia policíaca con la intensa investigación de unos asesinatos terriblemente violentos que incluso rozan el gore en cierta ocasión, una historia de humor que no convierte en comedia lo narrado ni oculta la seriedad de los sucesos, de venganza dilatada en el tiempo, de envidias y de celos, de duro aprendizaje y de amistad por encima de las dificultades... Una lectura que atrapa desde el brutal y divertido comienzo, y que al terminar deja con ganas de más —y por suerte, lo hay—.

Peter Grant se encuentra a pocos días de terminar su periodo de pruebas en la policía metropolitana de Londres. Cuando es requerido en medio de la noche para custodiar el cadáver de un salvaje asesinato, nunca podría esperar el vuelco que esa vigilancia va a depararle a su vida. Al quedarse solo en el escenario del crimen, ante la iglesia de St. Paul en Covent Garden, mientras su compañera va en busca de unos cafés, un testigo de los hechos acude a él para narrarle lo sucedido. Y todo sería perfecto sino fuera porque el citado testigo es un fantasma y que difícilmente su declaración podría ser aceptada en una sala de juicios. De pronto, toda una nueva forma de ver el mundo se abre ante los asombrados ojos del joven agente: no solo los fantasmas existen, sino también la magia, los vampiros y otros seres sobrenaturales como ciertos espíritus ancestrales, casi dioses personificadores de diversos aspectos de la naturaleza como puedan ser los ríos que cruzan Londres —no solo el poderoso Tamésis, con una curiosa dicotomía en su representación masculina / femenina, sino hasta los más pequeños y desaparecidos bajo la inmensa urbe—.

Conforme los muy sangrientos e inexplicables —por imposibles— asesinatos empiezan a sucederse, haciendo sospechar de la presencia en las calles londinenses de un violento asesino en serie, Grant va a ser tomado bajo la tutela de Thomas Nitghtingale, un enigmático inspector que dirige una muy especial «brigada» de la policía y que se va a convertir de alguna forma en su mentor y maestro, mientras le va introduciendo en el mundo mágico que siempre le había rodeado sin haber llegado nunca a verlo.Y como una de sus primeras tareas, aparte de descubrir y detener a la persona tras los asesinatos y de aprender mucho latín, va a tener que mediar en el larvado enfrentamiento entre las dos personificaciones del principal río de la ciudad: Padre y Madre Támesis, quienes se encuentran inmersos en ciertas tensiones territoriales sobre su particular área de influencia.

Aaranovitch ha creado para la novela una trama inteligente, imaginativa, intrigante, bien desarrollada, aunque resuelta quizá de una forma demasiado celérica, aunque no precipitada —de esas forma que le hacen preguntarse a uno: ¿si podían hacer eso por qué no lo han hecho antes?—, y que perfectamente podría haber trasladado al medio televisivo en el que anteriormente había trabajado —es inevitable imaginarse el libro como una miniserie de la BBC u otra cadena británica—. Lo cierto es que el autor ha conseguido un equilibrio difícil de alcanzar. Con unos crímenes atroces y sin ser en absoluto un libro cómico, el autor sabe introducir el humor justo en el momento preciso, descargando tensiones a la vez que prepara para momentos de máxima crudeza, con una ironía y un toque de comedia que recuerda de alguna manera al de Jasper Fforde aunque sin tanto surrealismo y, dentro del género que nos ocupa, mucha más veracidad. La labor policial va avanzando con un ritmo que no decae, aunque tampoco depare grandes sorpresas, intercalando momentos de investigación, más reflexivos y tranquilos —aunque a veces en el afán del autor de explicar todos los detalles curiosos sobre la ciudad ciertas descripciones queden un tanto «apelotonadas»—, y de aventura con puntuales estallidos de acción y violencia.

Para ello el elenco de protagonistas, principales y secundarios, está perfectamente elegido, con personajes bien construidos, bien diferenciados y bien caracterizados, ocupando cada uno su parcela y complementado a todos los demás.

Grant, el principal protagonista, posee una mente científica que se ve obligada de repente a creer en los sobrenatural, porque llega un punto en que no puede negar de ninguna manera lo que le está sucediendo. Pero en ningún momento pierde ese análisis racionalista de la magia, cuyos principios fueran sentados, al fin y al cabo, por el mismísimo sir Isaac Newton. Simpático, algo despistado y dado a distracciones, sin embargo, buen y aplicado alumno, no pierde el foco cuando las circunstancias lo demandan. Coloquial y divertido, se hace cercano de inmediato.

La agente compañera, de Grant, Leslie May, inteligente y observadora, es mucho más que un mero apoyo bonito por mucho que él suspire por meterse dentro de sus pantalones. Nightindale es el perfecto mentor, algo enigmático y misterioso, que esconde más de lo que aparenta. Los mandos e inspectores de la policía, por breve que sea su aparición, trascienden con mucho los arquetipos más acostumbrados. El asesino no es uno de los sospechosos habituales. Cierta ninfa acuática, con predilección por que le dejen conducir, llena de fascinación e ingenuidad todas las páginas en que aparece...

Además, es imposible no sentirse cautivado o enamorarse un poco de ese Londres subterráneo, oculto, hermanado con el Neverwhere de Gaiman, con sus recovecos secretos, sus ríos soterrados, tapiados o canalizados, sus monumentos desconocidos y olvidados con tanta historia en cada piedra. Es ese Londres antiguo, y no tanto el actual y algo sucio que se suporpone sobre aquel, el auténtico protagonista, devorado por el tiempo pero todavía presente a poco que uno mire con atención, algo que Aaronovitch parece haber hecho con extremo mimo y cariño. Una ciudad donde los trolls duermen junto a los sintecho, donde deidades prácticamente olvidadas por el común de los mortales protegen celosamente su territorio, donde los vampiros chupan toda la esencia de la vida de sus víctimas, donde los fantasmas toman forma y un espíritu burlón y maligno puede desatar una ola de ira y violencia inexplicable entre los ciudadanos convertidos en marionetas.

Ríos de Londres abre una nueva serie, de la que ya están publicados o anunciados dos títulos más, pero para aquellos que no se decidan a iniciar nuevas sagas sin saber cuál va a ser su final, cabe decir que esta es total y absolutamente autoconclusiva, por lo que no es necesario leer nada más para disfrutarla plenamente. Añadir sin embargo que, como se podrá suponer por todo lo anterior, a mí la novela, como entretenimiento inteligente, apasionante y divertido, me ha encantado, así que lo único que me resta es preguntar: ¿para cuándo la próxima en español?

2 comentarios:

Jorge dijo...

Es terriblemente divertida, entretenida y agradable. Es una de esas sorpresas que no esperaba y me dio un par de días estupendos. Como dices, también me recordó la primera temporada de una serie de la BBC.

Y me confieso encandilado por esa ninfa.

Santiago dijo...

Hola Jorge.

Desde luego, coincidimos en casi todo en torno a esta novela (quien lo desee puede leer la reseña de Jorge en:
http://literaturajuvenilyfantastica.blogspot.com.es/2012/05/rios-de-londres-de-ben-aaronovitch.html )

Además, yo también estuve a punto de comentar que no tenía nada que ver con Harry Potter pero al final no lo incluí.

Gracias por pasarte y comentar.

Saludos