martes, 24 de agosto de 2010

Reseña: El Héroe de las Eras

El Héroe de las Eras.
Nacidos de la Bruma 3.

Brandon Sanderson.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Ediciones B. Col. Nova. Barcelona, 2010. Título original: Mistborn 3. The Hero of Ages. Traducción: Rafael Marín Trechera. 762 páginas.

Es muy posible que ―a pesar de que intentaré no hacerlo― esta reseña desvele detalles fundamentales de los dos libros precedentes, así que quien no los haya leído y no quiera que se le chafe ninguna «sorpresa» advertido queda. Que cada cual lea la reseña bajo su propio riesgo y responsabilidad. Para los que sí los hayan leído, pero quieran refrescar la memoria, decir que al final del volumen se incluye un somero resumen de las dos entregas anteriores. Un lugar curioso para ponerlo ―en vez de al principio―, pero ahí están, para quien quiera consultarlos.

El Héroe de las Eras cierra de la trilogía Nacidos de la bruma, situando la acción un año después de los acontecimientos de El pozo de la ascensión con una visión donde el mundo del Imperio Final parece estar avanzando a marchas forzadas hacia su fin: las brumas son más persistentes, no desaparecen con la luz del día y han empezado a matar a algunas de las personas que se internan en ellas; las cenizas han aumentado su intensidad empezando a cubrir la tierra e impidiendo cualquier tipo de cosecha; terremotos y otros desastres «naturales» sacuden las ciudades y pueblos; bandas de koloss atacan indiscriminadamente las poblaciones skaa causando gran destrucción... La fuerza liberada del pozo, Ruina, maniobra en las sombras para acelerar el proceso utilizando a los inquisidores del Lord Legislador como mano ejecutora, mientras Vin y Elend centran todas sus esperanzas en recuperar el contenido de los depósitos que el antiguo «tirano» dejara escondidos bajo diversas localizaciones secretas, con la esperanza de que en alguno de ellos encuentren la clave para derrotar a la terrible entidad que busca acabar con todo lo que conocen.

Sin duda, esta ―y las anteriores― es una novela donde los personajes marcan la auténtica diferencia, donde su desarrollo y acciones es lo que sustenta realmente el interés de la narración, encontrándose perfectamente integrados en las diversas tramas. Personajes en esta ocasión que cargan con el peso de todo lo sucedido hasta el momento, que arrastran un poso considerable de experiencias, que han evolucionado libro a libro, cambiado, crecido en definitiva aunque haya sido a golpes. Personajes atormentados, rotos, contradictorios, llenos de pasiones, desesperanzados, que luchan contra el destino inexorable, que sacan fuerzas de flaqueza a pesar de todo lo que se les enfrenta y del tiempo que llevan luchando sin descanso. Personajes que han ido madurando a lo largo desde que el lector los conociera, preparándose de alguna manera para el acto final, para el último sacrificio, para el postrer intento de salvar su mundo y a sus gentes.

Elend es, sin duda,el que ha tenido un giro más radical, desde su ingenuidad política, desde su inocente visión de cómo debiera ser la sociedad, ha crecido y se ha asentado en su papel de emperador inflexible en sus decisiones, aunque todavía con ciertas dudas y reservas, y lucha para unir bajo su mandato los diversos pequeños reinos y ciudades que han declarado su independencia de la Dominación Central y se oponen de alguna forma a su liderazgo, quieran ellos unirse o no. la justificación de un bien mayor le ayuda a conciliar sus principios morales con lo que “debe” hacer, pero sigue teniendo un interior tierno que hace que le duelan las duras decisiones que debe tomar. Con la ayuda de Vin, el joven erudito ha asumido su liderazgo con los pies más en el suelo, alejándose un tanto del idealismo que mostraba en la novela anterior, enfrentado a los problemas reales del mundo que le ha tocado en suerte. El papel del lider es algo que Sanderson presenta desde muy variadas visiones a través del joven emperador. Elend no quiere ser una nuevo Lord Legislador y sin embargo cada vez tiene que asumir más que tal vez no le quede otro remedio que actuar con medidas de lo más impopulares y aparentemente despiadadas por un bien superior. En un mundo cubierto de cenizas, tal vez no haya blanco o negro, sino una enorme variedad de grises.

Vin ha madurado a golpes y debe asumir realmente su papel; siempre se ha sentido incómoda al tener que abandonar las sombras, pero ahora, con más dudas que nunca tras los sucesos que cerraban el libro anterior, debe confiar en que está haciendo lo correcto, que su lugar es ese, al lado de Elend y que puede que todo lo que había dado por supuesto estuviera equivocado, que ha sido manipulada por un poder superior para cumplir una tarea indeseada que puede significar el fin del mundo y que su intento de enmendar sus errores tal vez no sea nada sencillo ni quizá posible, pero que pondrá en ello todo su empeño.

Sazed se erige con un mayor protagonismo todavía, ha perdido la fe en su tarea, cuestionándose todas las religiones que ha llevado a cuestas en el recuerdo de sus brazaletes, deprimido y sin esperanza, no puede asimilar la muerte de Tindwyl y busca retirarse a un papel secundario que las circunstancias parecen no desear para él. La certeza de haber sido engañado en muchas de las cosas que creía saber, de haber sido inducido en sus investigaciones para desatar acontecimientos desastrosos y, lo peor de todo, el haber perdido al amor de su vida, le hacen replantearse todas las certidumbres de su vida, sin encontrar alicientes para seguir adelante hasta un momento en que quizá sea demasiado tarde. Su crisis de fe y su investigación religiosa, no obstante, lejos de aportar algo importante a la trama se siente algo postizo, que entorpece y ralentiza la acción más que la lanza hacia delante. Su búsqueda de respuestas será imprescindible, no hay duda, para la resolución de unos cuantos dilemas y misterios planteados tanto anteriormente como en el propio libro, pero la insistencia en el tema no aporta nada verdaderamente interesante, pudiéndose haber pasado sobre ello con mucha más rapidez y menos páginas.

El joven Fantasma, siempre a la sombra del resto de miembros de la banda de Kelsier, de la que no se siente un componente de pleno derecho al haber entrado en ella tan solo por encontrarse bajo la tutela de su tío, y apesadumbrado por la muerte del mismo en la defensa de Luthadel mientras él había dejado la ciudad, siente que debe dar un paso adelante y tomar sobre sus hombros un mayor protagonismo. Así, destacado como espía e informador en la ciudad de Urteau, en un intento de demostrar su valía, la situación le forzará ―aunque con buena disposición por su parte― a dar un paso al frente y asumir el manto del Superviviente, luchando contra la injusticia del nuevo estado skaa que no es tan trigo limpio como quiere aparentar. El desarrollo de su personalidad, llegando a convertirse casi en un icono de la nueva religión, es de los más destacables del libro, adquiriendo una profundidad muy de agradecer en una trama aparentemente «secundaria» ―que no lo es en absoluto―.

Entre los «secundarios», Marsh se resiste inútilmente con todas sus fuerzas a Ruina, que utiliza a los antiguos inquisidores como los ejecutores de sus planes, sin ningún resultado. Impotente y atormentado por su papel en el drama que se está desarrollando y por su abandono de la rebelión de Kelsier justo en su momento de triunfo que le hace sentir como un traidor, intentará por todos los medios oponerse a los designios del poderoso ente, viéndose sin embargo obligado, una vez más, a enfrentarse a sus antiguos amigos. Ocupando muchas menos páginas que muchos de los otros, su protagonismo será no obstante vital para conseguir los objetivos de Ruina, obteniendo así una importancia enorme en el orden de las cosas.

Un papel vital también será el de TenSoon, el kandra que vuelve ante los suyos para ser juzgado por su traición a sus leyes y que, sin embargo, puede dar un vuelco radical a la situación si consigue transmitir sus conocimientos a las personas que podrían interpretarlos; una difícil misión, puesto que será condenado por los suyos y encerrado a la espera de su sentencia.

Y junto a todos ellos, un plantel enorme de secundarios ―nuevos y viejos―, cada uno con su pequeña o gran aportación imprescindible para la trama. Los tejemanejes políticos, las maniobras militares, las intrigas, las traiciones y misterios, las luchas desesperadas, los descubrimientos inesperados, el tiempo que se acaba... todo está presente en la narración como ya sucediera en los volúmenes anteriores, pero habiendo involucrado Sanderson a dos entes demasiado poderosos en la liza le hace mucho más difícil al lector sumergirse en un relato que hasta ahora era de super héroes y aquí pasa a ser de dioses enfrentados ―claro que también podría argumentarse que lo mismo no se aparta demasiado del esquema superheróico del cómic estadounidense con muchos y variados ejemplos de deidades varias tratando de imponer su razón o dominio sobre el mundo―. El cambio de registro y de escala es importante, aunque de alguna manera se puede alegar que sus cimientos ya estaban colocados en las dos novelas anteriores.

Demuestra que Sanderson tenía todo pensado y planeado desde un buen principio o una especial maestría para dar explicación satisfactoria a todos los pequeños interrogantes que había ido dejando caer y venía arrastrando desde un buen principio atándolos a la perfección. Es un cierre perfecto, sin apenas preguntas sin respuesta, pero que deja un resquicio suficiente como para que el autor ofreciese un «epílogo» a la historia que podría resultar verdaderamente interesante.

El ritmo, sin embargo, se ralentiza demasiado para presentar la nueva situación a la que se enfrentan los protagonistas; Sanderson se toma excesivo tiempo para colocar las «piezas» en su sitio de cara al enfrentamiento final, se demora quizá en exceso reiterando los problemas a los que se enfrentan, hasta que con unas cuantas revelaciones inesperadas la acción se lanza hacia delante y ya no hay forma de parar. No posee del todo la tensión y emoción de los anteriores; las escenas de acción, a pesar de estar tan bien descritas como en ocasiones anteriores, no son ya tan apasionantes al no contar con el «factor novedad», les falta un punto de frescura, algo de sorpresa y les sobra, quizá, una pizca de repetición ―ya hemos visto a Vin volar empujando metales, ya les hemos visto combatir, conocemos sus habilidades y una nueva demostración de las mismas se antoja algo irrelevante por mucha «tensión» que añada a la acción y a los personajes―. Aprovecha para dar a conocer un tercer tipo de magia, junto a la alomancia y la feruquimia, la hemalurgia, que tendrá una gran importancia y que no está en absoluto sacado de la nada, sino de la que había ido sentando las bases, sin que el lector se percatase, en multitud de detalles de los dos libros anteriores.

Muchas de las ideas que el lector se había ido creando hasta el momento dan aquí un vuelco total, dando un giro importante a todo lo que se creía saber sobre los acontecimientos que habían llevado a la situación del Imperio Final. Sanderson ha ido intercalando todas las pistas, guardándose unos cuantos ases en la mano ―como la misma hemalurgia― para sorprender al lector con la perfección de un reloj suizo con la que funciona la trilogía al completo, engarzadas finalmente todas las piezas sin el más mínimo resquicio para que el relato funcione con precisión milimétrica, ofreciendo un retrato tal que solo al leer la última página se puede completar al completo. Los protagonistas, y con ellos el lector, empiezan a cuestionarse todo lo que creían saber empezando por la figura del propio Lord Legislador, cuyos actos empiezan a mostrarse bajo una nueva luz. Los fragmentos introductorios de cada capítulo, escritos de forma obvia con posterioridad a los sucesos del propio libro por un narrador anónimo, sirven para encontrar un nuevo significado a mucho de lo que se ha contado hasta el momento, clarificando muchos puntos o dando las claves para entender ciertos actos, motivaciones y comportamientos, conduciendo certeramente al lector hacia la revelación final y dando respuesta a unas cuantos cuestiones pendientes.

Sin embargo, después de alardear de originalidad respecto a la fantasía que le antecede, como lector tal vez no estaba preparado para una explicación tan teocentrista de la historia, que vuelve a dejar la resolución del «misterio» en manos del enfrentamiento de dos fuerzas mega poderosas, entre un principio constructor y uno destructor que, roto el equilibrio, buscan eliminarse mutuamente. Desde luego, hay que reconocerle a Sanderson la capacidad de sorprender libro tras libro con los giros de la trama, pues cuando el lector intuye, piensa o se espera que la historia continúe de una manera esbozada anteriormente, toma otro camino totalmente diferente y, sin embargo, muy coherente ―a posteriori― con lo que el autor iba dejando caer. Como un buen prestidigitador, se ha guardado cartas en la manga, es cierto, pero cuando finalmente las enseña, el lector descubre satisfecho que ha asistido a un ejercicio de auto sugestión, que todas las piezas se habían ido colocando en su sitio desde un buen principio y que solo hacia falta la iluminación adecuada para todo encajara en su lugar a plena vista.

Dotado de una prosa rápida y ágil, con mucho diálogo y párrafos mayoritariamente cortos, directa, muy «visual», El Héroe de las Eras consigue una experiencia placentera de su lectura, erigiéndose en un auténtico pasapáginas que se termine en un momento a pesar de su longitud. Es, sin duda, a pesar de la «sobre explotación» de la alomancia, una buena novela parte de una de las mejores trilogías de fantasía que se han podido disfrutar en los últimos años que merece un sitio en la estantería al lado de gente como Martin y su Canción de Hielo y Fuego, Sapkowski y su Geralt de Rivia o Steven Erikson y su Malaz, por citar solo a alguno de los autores que están destacando actualmente en el género. Entretenida y a ratos sorprendente, no va más.

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Reseñas de otras obras de Brandon Sanderson:


Elantris.

El Imperio Final. Nacidos de la Bruma 1.

El Pozo de la Ascensión. Nacidos de la Bruma 2.


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