Alfredo Álamo.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Viaje a Bizancio Ediciones. Col. Microbio # 1. Sevilla, 2010. 131 páginas.
Se
me antoja tan difícil escribir una reseña de esta obra como poder
definirla. Parece imposible poder enmarcarla en un nicho concreto, en un
género o en un estilo. Y ello encierra tanto una virtud como su propia
maldición, dado que su público objetivo es dificilmente aprensible.
Compuesto por tres «partes»: Lapidario, Feriantes y la propia Lunarias
que da nombre al conjunto, el volumen recopila más de cien microrelatos
que navegan entre lo onírico, lo fantástico, lo terrorífico, lo poético
y lo humorístico —entre otras muchas cosas—. Cuentos, si pueden
llamarse así, ultra cortos, hiperbreves, intensos, descarnados,
irónicos, con textos desgarrados y escuetos, tan afilados como
comprimidos. Cuentos que son como tiernas anécdotas, mensajes perdidos
en una botella, disparos al aire, cuchillos saliendo de la oscuridad y
clavándose profundamente en el cerebro. Sin dar tiempo a la tradicional estructura de planteamiento, nudo y
desenlace, sin presentar personajes, ni necesitarlos; buscando más la sugerencia que la certeza.
Vivencias
en un cementerio, entre lápidas y muertos que no se están quietos, que
gustan de pasear cuando nadie los visita y de dar sustos a los
adolescentes que buscan demostrar su valor u hombría con vacuos gestos
que a la postre nada significan. La Muerte en su más amplia acepción,
mucho más que un lugar más allá de la vida. Epitafios trágicos que
pudieran estar escritos en cualquier lápida anónima.
Una
feria itinerante, una parada de monstruos, tan tiernos a veces como
descarnados otras, donde el horror no se esconde en lo deforme sino en
lo que aparenta más normalidad, donde los marginados encuentran refugio y
los despreciados pueden reirse de su desgracia. La celebración de lo
diferente. El atractivo horror de lo grotesco.
Un
manicomio que muchas veces se encuentrta a cargo de los internos, con
un arquetípico director que investiga la más retorcido de la psique
humana o se oculta del mundo confundiéndose con uno de sus pacientes,
donde la demencia acecha en lo más inesperado y la cordura resiste a
cualquier definición. La luz de la Luna iluminando y produciendo
extrañas sombras, distorsionando la realidad, trocando los sueños en
locura.
Poesía
de lo grotesco, lírica del drama y de lo feo, comedia de humor negro
que chorrea sangre y vísceras a través de una tierna, a veces ingénua,
otras casi amorosa, mirada. Una prosa que navega entre lo real y lo
metafórico. Relatos dotados de amplias influencias y referencias
cinéfilas que conectan con la mente del lector y hacen innecesario un
mayor número de palabras, una longitud mayor de los textos. Imágenes
brillantes y retorcidas en la mejor tradición de todo un Tim Burton:
payasos terroríficos, enternecedores maniáticos, científicos confusos,
monstruos desenfocados, muertos irónicos, enterradores con una vena
artística, excursionistas sin destino, tiernos enamorados, deliciosos
necrófagos... Álamo
«juega» a darle la vuelta a la idea preconcebida y como buen
prestidigitador no muestra sus cartas hasta la sorpresa final que cambia
y da sentido a todo el «truco».
El
libro se muestra como un cuaderno de breves imágenes atrapadas en un
momento estático, pequeños fragmentos de una historia mayor que solo
emerge cuando se leen todos juntos. Pedazos que se degustan en apenas
segundos y se paladean durante un buen rato, persistiendo en la memoria
mucho después de leídos. Un buen montón de imágenes, por otra parte,
entre las que hay que reconocer que existe alguna más desenfocada, menos
perfecta, que otras que muestran un extraordinario colorido. Es difícil
acertar con cada una de ellas, y en ocasiones la anécdota es demasiado
previsible o el chiste ya ha sido contado con anterioridad, lo que no
diluye el valor del total en absoluto. Es cierto que algunos de los
textos no escapan del simple tópico, del intento de epatar con
truculencia gratuita, pero parece inevitable que al disparar todo el
cargador algunas de las balas fallen su objetivo, aunque lo importante
es que muchas de ellas aciertan de lleno entre ceja y ceja o
directamente en el corazón del lector.
Lunarias
es una recopilación para paladear muy lentamente, sorbito a sorbito,
sin querer abarcarlo todo en un momento ni leerlo de un tirón. Hay que
degustar cada fragmento con deleite, dejando que se asiente en la mente,
aceptando lo que sugieren más allá de lo que dicen sus palabras. Hay
que disfrutarlo en silencio, paladeando el gusto amargo, irónico,
tierno... indefinible de sus propuestas. Una obra tan breve como
intensa.
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