Akutagawa Ryûnosuke.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Quaterni.
Madrid, 2012. Título original: Akatagawa Ryûnosuke tanpenshu.
Traducción: Mariló Rodríguez del Alisal y Clara Mie Cánovas. Recopilada,
anotada y comentada por: Jay Rubin para el volumen “Rashômon and
Seventeen Other Stories”. 422 páginas.
Quaterni
ofrece en una bella edición una selección de los más representativos
relatos de uno de los más afamados autores japoneses de principios del
siglo pasado, Akutagawa Ryûnosuke (1892-1927). Un libro que transmite cariño y cuidado ya desde sus cubiertas «enteladas» y que toma como base la recopilación que Jay Rubin hiciera para el mercado anglosajón, Rashômon and Seventeen Other Stories,
para ofrecer no obstante una traducción directa del japonés de esos
diecisiete cuentos. Diecisiete cuentos que ofrecen una visión general
sobre la obra de Akutagawa desde sus inicios hasta su temprano y trágico
final, mostrando algunos de los relatos que quedaron inéditos tras el
suicidio del autor. Unos relatos que varían desde los primerizos con un
tono histórico fantástico y un irónico humor hasta el desesperanzado
realismo autobiográfico —corriente imperante en aquella época en las
letras japonesas— de sus postreros escritos que destilan melancolía y
tristeza. La edición ordenada cronológicamente respecto a su publicación
original permite captar a la perfección la evolución tanto temática
como de estilo del autor, mientras va abandonando paulatinamente el
pasado y los elementos más sobrenaturales para terminar situando la
acción en su presente con un realismo y una sinceridad desgarradores,
máxime conociendo de antemano el que fuera trágico desenlace de su breve
vida.
La
edición española ofrece dos secciones bien diferenciadas, hasta el
punto de numerar la primera con números romanos y la segunda con
arábigos en un detalle más de los muchos que hacen de esta una edición
realmente cuidada. La primera sección, antes de sumergir al lector en
los cuentos propiamente dichos, es una auténtica «guía» de lectura a la
obra de Akutagawa, compuesta de varios epígrafes y que incluye desde
indicaciones sobre la Pronunciación y orden de los nombres japoneses hasta una Cronología
muy de agradecer, que permite situar al autor en torno al momento
histórico y los relatos en su contexto vital, con interesantes
referencias a las circunstancias en las que se desenvolvía el propio
autor. A la misma le sigue un muy interesante y esclarecedor ensayo de Mariló R. del Alisal —co-traductora de la obra—: Dragón de agua y aire,
sobre la vida, pensamientos y filosofía de Akutagawa, así como las
diversas influencias recibidas tanto religiosas como literarias, y su
importancia posterior dentro de las letras japonesas. Cierra esta
especie de introducción las Anotaciones de Jay Rubin a la recopilación
que él mismo realizara y en la que, como ya he dicho, se ha basado
Quaterni para realizar la española, con unas pequeñas notas dedicadas a
cada relato que ayudan a situarlo en su contexto histórico, explicando
alguna de sus peculiaridades o aclarando las referencias más autóctonas y
alejadas de nuestra tradición occidental para que no se pierda ninguno
de los giros o se pueda situar debidamente a los personajes.
A
su vez, ya entrados en la parte literaria, los cuentos se encuentran
repartidos en cuatro epígrafes según su adscripción temática y temporal,
desde los más fantásticos o los crudamente realistas, aunque de una
forma u otra sobre todos ellos planee la problemática sobre el aceptarse
a uno mismo tal y como se es, a pesar de todas las dificultades y los
tropiezos inevitables.
En Un mundo en decadencia,
los seis primeros cuentos sitúan el escenario en el periodo Heian, e
incluye alguno de sus más afamados relatos, incluidos los dos que dan
título al volumen: el muy atmosférico, cruel y rompedor —socialmente— Rashômon, y el costumbrista —japones— e irónico El dragón, junto al escalofriante y aleccionador El biombo del infierno,
auténtica joya del volumen, sobre los sacrificios de los que es capaz
de realizar un artista para llevar a cabo su obra. Cabe añadir que Rashômon y En la maleza de un bosque,
que versa sobre un asesinato y una violación y las muy diferentes
versiones de los testigos del suceso, darían lugar a la película,
homónima del primero, de Kurosawa en 1950.
El
lector se encuentra aquí con auténticas fábulas morales con muy
diversos mensajes: Sobre no desear más de lo que razonablemente se puede
obtener, sobre la decepción de conseguir lo que se desea o del
inconformismo que lleva a no conformarse realmente nunca con nada como
en La nariz, donde la consecución del anhelo lleva a la decepción y al deseo de volver al anterior status quo. O cuestiones sobre la auténtica naturaleza de la verdad, como en la citada En la maleza del bosque,
típico ejemplo de aquel “en un crimen cinco testigos tendrán cinco
versiones diferentes de lo sucedido” y que hace cuestionarse la realidad
de la observación. O reflexiones sobre la locura y el individualismo
extremo como en El hilo de araña.O
la lección aterradora de no dejarse arrastrar por las obsesiones o las
pasiones hasta su más desgarrador desenlace en la macabra El biombo del infierno, donde los hombres devienen en monstruos sin necesidad de ningún elemento fantástico o sobrenatural.
Bajo la espada
reúne tres cuentos que reflejan el turbulento periodo posterior, con
grandes movimientos bélicos tanto internos como con la cercana China,
y con la presión, social y política, que significaba la presencia en
las islas de los misioneros que intentaban implantar el cristianismo en
las islas. La duda religiosa —y metafísica—, la división interna entre
las tradiciones ancestrales japonesas y la nueva corriente cristiana de
difícil reconciliación, llevan a poner en la balanza el martirio propio
ante la enfermedad de un vástago en O-Gin,
con una desgarradora decisión y un duro juicio para la sociedad de la
época. En un periodo convulso las diferentes fuerzas se ven
personificadas en Lealtad
ante otra decisión difícil, sino imposible, de tomar cuando el
compromiso y el deber se encuentran divididos entre dos receptores, dos
señores, que exigen acciones divergentes e irreconciliables; el honor,
la cordura, la vergüenza por el posible fallo conforman una fascinante
visión sobre la psicología del samurai.
En Tragicomedia moderna,
acercándose ya a su propio presente pero sin terminar de renunciar al
elemento fantástico, se encuentran tres cuentos que demuestran la
maestría del autor en torno a la comedia irónica y agridulce, y donde ya
empezaba a vislumbrarse, como en Puerros,
un muy pragmático «romance», la presencia del propio autor dentro de
sus relatos interpelando de forma directa a sus lectores.
Contradictoriamente a los relatos que el lector va a encontrarse en el
siguiente epígrafe, y a lo que las circunstancias vitales de Akutagawa pudieran augurar, estos se encuentran cargados de un humor visceral, surrealista y un tanto kafkiano. Piernas de caballo
vuelve a hacer inciso en los defectos físicos y en la necesidad de
aceptarse a uno mismo tal y como es cuando al «morir» un hombre se
descubre que ha sido un error y no debiera haber fallecido, con lo que
hay que devolverlo a la vida; por desgracia, en el interín sus piernas
se han estropeado por lo que se decide injertarle las de un caballo,
únicas disponibles a mano, algo que le provocará serios problemas en su
retomada existencia. La Historia de un hombre al que se le cayó la cabeza
es apenas una anécdota divertida precisamente sobre un militar al que
le sucede tal cosa, pero en la que el autor envuelve, sin embargo, una
importante reflexión sobre los principios y decisiones que se han de
tomar en el día a día.
Ya llegando al último tramo del volumen, La historia personal de Akutagawa
recoge textos de la «madurez» del autor, cuando las presiones del
mercado y de sus propios compañeros de profesión le llevaron a escribir
obras más autobiográficas aunque fuera escondiéndose bajo otros alter egos
en sus personajes. Son estas unas obras tristes, conmovedoras y
demoledoras en muchas ocasiones, que reflejan una vida difícil, de duro
aprendizaje, con grandes decepciones familiares —La enfermedad del niño o Crónica de difuntos—
y muchas exigencias, cargadas de nostalgia y melancolía, que dan fe de
su erudición e influencias occidentales y de una presión que finalmente
no pudo resistir, como ejemplifican a la perfección sus dos obras
póstumas aquí incluidas, Vida de un necio, un intenso repaso a su propia vida en 51 imágenes o cuentos ultracortos y el desgarrador y premonitorio Engranajes, auténtica nota de despedida —o velada llamada de auxilio— del autor al mundo.
Fascinantes
relatos que permiten conocer, además, el periplo vital de su autor, tan
contradictorio y atormentado, entendiendo el contexto en que cada uno
de ellos fue escrito, con cuentos llenos de comedia que no esconden sin
embargo el drama al que parecía abocado Akutagawa,
al tiempo que permiten acercar al lector occidental una interesante
visión sobre la cultura e historia japonesa —son muy de agradecer las
anotaciones que acompañan a los textos— y de la región en general. Una
atractiva edición que acompaña a una agradable lectura gracias, entre
otras cosas, al esfuerzo de Quaterni
de haber realizado una traducción directa del japonés para perder lo
mínimo en la traslación. Realismo mágico, tragicomedia, historias de
fantasmas, relatos autobiográficos... Mucho es ciertamente lo que ofrece
la antología para poder descubrir a este autor clásico —al menos en su
país—.
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