Julianna Baggott.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Roca editorial. Barcelona, 2012. Título original: Pure. Traducción: Julia Osuna Aguilar. 428 páginas.
Julianna Baggott ha escrito una obra, principio de trilogía, que navega a la perfección entre la distopía tan de moda en la actual literatura juvenil y el post-catastrofismo
de un mundo arrasado donde lo importante es la forma de sobrevivir en
condiciones muy adversas. A pesar de la delgada línea que separa a uno
del otro la autora ha sabido combinar en el escenario una devastación
donde los pocos supervivientes se mantienen a duras penas en medio de
las cenizas, la miseria, las enfermedades, las mutaciones, el hambre y
la anarquía, rodeando al lugar donde los pocos privilegiados, los
«puros», viven a resguardo en su aséptica Cúpula,
gozan de buena salud, una correcta alimentación y de una tecnología
funcional, aunque bajo el gobierno de una tiranía de facto. Cabe
advertir que es esta una novela muy dirigida a un público adolescente
que pase por alto, o perdone, una importante serie de licencias
narrativas, sumergiéndose sin afán analítico en una historia dramática y
muy humana que atrapa el interés por medio de una aventura cargada de
misterio y de acción. Una buena historia, de corte juvenil, en la que sumergirse si se consigue dejar la
incredulidad aparcada a un lado.
En un mundo devastado por las Detonaciones,
la supervivencia es difícil, en una tierra de ruinas, ceniza y polvo.
Las mutaciones están al orden del día, propiciando extrañas y
desquiciadas criaturas a las que apenas puede considerarse humanas.
Malviviendo con su abuelo en una peluquería abandonada, Pressia está a punto de cumplir los dieciséis años, momento en que los milicianos de la ORS
vendrán a buscarla para incorporarla a sus crueles filas, algo a lo que
ella se opone. Pero en un mundo como ese es casi imposible burlar al
destino, así que cuando finalmente se cumpla el plazo todos sus planes
de huida van a conducirla a sitios donde jamás hubiera soñado ni deseado
ir.
Mientras tanto, lejos de la miseria en la Cúpula los privilegiados Puros
que pudieron refugiarse allí antes de que se desatase el «apocalipsis»,
viven sus existencias sin miedo a las enfermedades gracias a programas
de mejora genética y con importantes comodidades que su aislamiento les
permite, de las cuales no es la menor una correcta alimentación —fuera
los alimentos también han mutado haciéndose en muchos casos indigeribles
para los humanos—. Pero allá dentro, el joven Perdiz
no se encuentra cómodo, siente que algo le falta y la simple sospecha
de que su madre pudiera seguir viva en el exterior hará que se plantee
el dejarlo todo y salir a buscarla.
Narrada en todo momento en tercera persona siguiendo en capítulos alternos principalmente a Pressia y a Perdiz,
con el punto de vista de de otros actores cuando la autora necesita
mostrar partes vitales que ambos no protagonizan directamente, como los
de Il Capitano —un mando de la ORS que carga con su hermano fusionado y contrahecho en la espalda— o de Lyda —una joven de la Cúpula que va a sufrir las consecuencias de las decisiones de Perdiz—, la historia de Puro
no versa sobre la catástrofe o sus causas, sino sobre gente intentando
vivir con las consecuencias, por lo que la autora se detiene más bien
poco en explicar cómo se llegó allí —parece ser que una general bajada
de la calidad de vida que propició un aumento de los conflictos— ni se
detiene en las Detonaciones en sí —se sugiere, pero no termina de
saberse muy bien quién tuvo la culpa, quién inició el ataque y si afectó
solo al territorio donde se desarrolla la aventura de Pressia y sus
compañeros o fue algo global—.
Consecuencias
que, desgraciadamente para el lector «resabiado» —o meramente con
cierto bagaje científico—, por mucha excusa que se añada del componente
bacteriológico y genético de las bombas de las Detonaciones, siguen
siendo bastante inverosímiles. Las fusiones y mutaciones producidas como
resultado —¿alguien ha dicho algo de «nanotecnología»?— sobre todo las
que implican la unión de la carne con objetos inanimados —como la
protagonista que tiene una cabeza de muñeca en su puño— o con otros
organismos —como otro personaje principal, Bradwell, que tiene fusionados en la espalda unos pájaros vivos— son biológicamente poco, o nada, viables y difíciles de aceptar.
Sin
embargo, superado el escollo, la autora ha creado un mundo realmente
atractivo, muy duro, donde la supervivencia darwiniana está a la orden
del día y el pez grande siempre se come al chico. Según ha confesado en
alguna entrevista, Baggott
escribió el libro con una intención enormemente cinematográfica,
llenándolo de imágenes impactantes y resultonas —utilizado el término
sin ningún ánimo peyorativo—, de escenas de acción y buenas dosis de
misterio, con los debidos momentos de introspección —para demostrar que
incluso en lo más oscuro se puede encontrar algo de belleza—, abundantes
enfrentamientos, paisajes crepusculares plagados de peligros, de acción
frenética y unos protagonistas llevados al límite. Es un relato
enormemente visual, que busca esa espectacularidad de imágenes a pesar
de la comentada falta de coherencia para llegar a ellas que hace que
una, en principio, historia de ciencia ficción roce en ocasiones la fantasía,
más que nada por la falta de explicaciones un poco más detalladas:
¿Cómo se fusiona metal, plástico o roca con la piel y la carne sin
llevar a la muerte al organismo «receptor»? ¿Cómo se fusiona un niño con
su madre y siguen ambos viviendo, pero solo crece ella mientras él se
queda para siempre en la infancia? ¿Cómo se convierte un ser humano en
un remolino de arena?...
Es
esta una narración dura, oscura, violenta y triste. La desesperación
suele ensombrecer cualquier rayito de esperanza, cualquier brote es
pisoteado sin piedad. No hay sitio para el humor y el romance apena se
vislumbra, más como un inconveniente que como algo deseable. La autora
ha situado en ese mundo a una serie de personajes decididos pero
desorientados, todos buscando algo aunque no sepan demasiado bien el
qué, quizá tan solo que alguien les quiera y les ofrezca algo de
seguridad en un mundo donde no hay donde encontrar reposo. Personajes al
límite, siempre al borde de la muerte que allí fuera muestra un buen
número de caras y donde la amistad y la bondad son bienes muy caros de
encontrar y de mantener. Personajes que luchan porque no saben hacer
otra cosa, marcados, retorcidos por los defectos físicos, por la fealdad
de las mutaciones que sin embargo no los hacen menos humanos en
absoluto, con todas sus contradicciones y maldades, junto a la capacidad
para hacer el bien.
Ofrece la autora junto a la frenética aventura una reflexión sobre la eugenesia,
sobre la «pureza» y la mezcla o el mestizaje, sobre los totalitarismos y
el peligro de dar el poder a los radicales, de la resistencia organizada
frente a la opresión, del crecimiento y el cambio físico y mental, de
las difusas fronteras de la crueldad humana... Ejemplariza dos tipos de
«gobierno» autoritarios, de unos pocos sobre poblaciones subyugadas.
Dentro de la Cúpula unos cuantos hombres, los políticos y científicos
que construyeron el lugar, dirigen el destino de todos los que se
encuentran allí dentro, marcando firmemente su futuro, controlando
firmemente el uso de la información, dirigiendo sus inquietudes hacia la
vida militar para ellos y hacia la vital tarea reproductiva para ellas;
a cambio de la seguridad y el bienestar todo está programado, y el
ambiente cerrado no permite que nadie pueda salirse del camino marcado
bajo la amenaza de la «reeducación» de los «disidentes» en asépticas
instalaciones entre médicas y carcelarias.
En
el exterior, la milicia —a pesar de que el relato tan solo sigue a una
muy pequeña facción de la misma y de sus dirigentes tan solo aparece
uno— muestra una forma distinta de totalitarismo, la del dominio de los
más fuertes sobre los débiles, dando a los miserables supervivientes tan
solo dos alternativas: o entran a formar parte de las tropas de los
dominantes o convertirse en las víctimas de un brutal juego de caza
humana.
Ambas
vertientes inciden en la deshumanización que lleva a los dirigentes el
uso del poder absoluto. En ambos casos, la autora muestra unos
dirigentes encumbrados por encima de todos los que les rodean, gozando
de injustos privilegios y comodidades imposibles de alcanzar por el
resto de ciudadanos, abusando de su posición de fuerza y de su posesión
de las materias primas, alimentos o armamentos.
Puro
encierra también una historia de superación ante la adversidad, de la
búsqueda de algo de bondad en un mundo que ha dejado de ser bueno. Una
lectura sobre la lealtad, sobre la lucha por conseguir algo mejor, sobre
el uso del poder y las manipulación política, sobre el egoísmo y la
ambición que lleva a alguien a poner su comodidad por encima del bien de
todos los que le rodean; una advertencia sobre aquellos que quieren
jugar a ser dioses manipulando las naturaleza a su antojo para conseguir
sus egoístas objetivos, sobre ese sueño de la razón que produce
monstruos, sobre la ciencia desatada y sus terribles consecuencias.
Una
lectura recomendable sobre todo para un público joven que busque más la
aventura y la emoción que el análisis o disección científica de lo que
se está narrando. Con la suspensión de la incredulidad funcionando, y
evitando ciertas incoherencias, lo cierto es que Puro
deja unas cuantas perlas sobre las que reflexionar al tiempo que ofrece
una frenética, tensa y dramática historia, narrada con buen pulso y
ajustado ritmo. Habrá que estar atento a las continuaciones.
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