Mike Mignola y Christopher Golden.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Minotauro.
Col. Fantasía. Barcelona, 2012. Título original: Joe Golem and the
Drowning City. Traducción: Marisa Rodríguez Mayol —Traducciones
Imposibles—. 286 páginas.
Mike Mignola y Christopher Golden aúnan de nuevo fuerzas para ofrecer una novela ilustrada con un contenido que «navega» entre el steampunk y ese horror cósmico que tanto gusta al creador de Hellboy
—y es que aquí tampoco podía faltar el «bicho» con tentáculos—. Para la
ocasión han escrito en colaboración una novela ilustrada —que no gráfica—
que bebe de múltiples fuentes haciéndola difícilmente enclavable en un
género determinado —siempre dentro del fantástico, por supuesto—,
ofreciendo una atractiva mezcla entre la ucronía, la distopía, el post
catastrofismo, el thriller de intriga, el terror, el misterio, la
historia de detectives y la aventura pura. Una aventura breve, narrada
en su volumen justo, sin añadidos innecesarios, que atrapa con un buen
misterio desde el principio y que sabe llenar de incógnitas todo el
relato para mantener atrapada la atención de los lectores hasta el mismo
final.
En 1925 una serie de desastres naturales ha propiciado la inundación del sur de Manhattan,
produciéndose un éxodo en que todos aquellos que pudieron, sobre todo
los ricos y privilegiados, instalándose en el norte de una Nueva York
«seca» abandonaron la que empezó a conocerse como la Ciudad Sumergida
por todos los que no pudieron o no quisieron dejar sus hogares.
Cincuenta años después, una nueva sociedad, bastante miserable y dura,
ha medrado entre los canales y las ruinas que antes eran las calles y
los edificios de la ciudad. Molly McHugh
es una joven de catorce años que ha aprendido por la vía difícil a
sobrevivir entre los restos y que ha tenido la suerte de ser acogida
bajo la protección del anciano Felix Orlov,
un antiguo ilusionista que ahora explota sus dotes de médium para poner
en contacto a alguno de sus conciudadanos con los espíritus de sus
difuntos seres queridos. Pero en medio de una sesión de espiritismo un
grupo de individuos vestidos con extraños trajes de neopreno y con los
rostros cubiertos por máscaras de gas irrumpen en su casa, un viejo
teatro abandonado, con intenciones malignas.
Sin
saber demasiado bien dónde se mete, en la carrera para buscar
respuestas que Molly iniciará a partir de entonces se irá encontrando
con una serie de intrigantes personajes, entre otros con Joe Golem,
un fornido hombre que sufre inquietantes sueños en los que cree ser un
ser de piedra creado para cazar brujas y otras criaturas demoníacas, y
guardaespaldas y compañero del longevo detective de lo oculto Simon Church, cuyo cuerpo maltratado por el paso del tiempo ha recibido ciertas «mejoras» para continuar adelante.
Frente a ellos un malo megalómano de esos un tanto típicos, el doctor Cocteau, un nigromante que persigue a cualquier precio la consecución de un poderoso objeto, el Pentajulum del Lector,
un talismán capaz de conectar las diferentes dimensiones, con el que
Orlov tiene pesadillas recurrentes y que en las manos equivocadas podría
traer nefandas consecuencias. Mientras intenta conservar su propia
vida, Molly se va a enfrentar a una trama que pone en peligro el destino
no solo de la Ciudad Sumergida, sino posiblemente el de toda la
Humanidad.
Y
es que, a pesar del título, será el personaje de Molly quien soporte
más rato el foco de la acción, el auténtico hilo conductor a través de
la que el lector asiste a la trama. Una trama lineal en la que los
autores introducen una serie de flas backs
en forma de sueños y recuerdos que enriquecen la historia al tiempo que
ponen en antecedentes de sucesos que ofrecen el adecuado marco y
explicación a lo que que Cocteau se propone. El escaso elenco de
personajes —apenas los cinco nombrados—, sin embargo, hace de alguna
manera que, siendo una historia que afecta
literalmente a todo el mundo, le reste dramatismo y tensión general al no poder ver directamente cómo afecta a más gente.
Juegan
los autores una vez más con la ironía de mostrar la bondad dentro del
corazón del «monstruo», la nobleza, la lealtad y la amistad, frente a la
deshumanización de la mente enferma del humano «normal». Como un
personaje más la Ciudad Sumergida adquiere un singular protagonismo
ofreciendo un escenario subyugante y enigmático a la aventura, con sus
edificios en decadencia, sus teatros abandonados, sus solitarios
cementerios, sus melancólicos y muy peligrosos canales, sus túneles
inundados, sus desahuciados habitantes y sus piratas «ratas de agua».
Hay poca esperanza entre sus aguas, la vida allí es dura sin duda, y,
sin embargo, un singular sentimiento de camaradería parece subyacer
entre las gentes de corazón generoso. La luz puede prender en los
lugares más insospechados y entre los compañeros más inesperadas. Las
apariencias engañan, sin duda, y el destino del mundo podría depender de
las acciones de una chica de catorce años con el apoyo de un hombre que
no recuerda su pasado...
Joe Golem y la Ciudad Sumergida es
una de esas narraciones que resultan francamente entretenidas de
principio a fin, divertida, intrigante, con evidentes reminiscencias
lovecraftianas, con personajes —uno en concreto— que se hacen querer,
con mucha acción y suspense, abundantes toques sobrenaturales, un ritmo
cadenciosos nada precipitado, una trama imaginativa llena de detalles
curiosos y una realidad paralela de parafernalia steampunk
donde máquinas de engranajes conviven con la magia. La escritura tan
sencilla como efectiva acompaña de manera eficaz al relato y las
ilustraciones de Mignola,
tampoco demasiado abundantes y un tanto repetitivas en ocasiones,
tienen esa cualidad acostumbrada de decir mucho a través de su peculiar
estilo de grandes masas sombrías de tinta negra. Tan confusas como
inquietantes en ocasiones. Si se ha disfrutado de los comics de Hellboy seguro que también lo hará con esta obra. Una divertida y entretenida novela, llena de misterio y de peligro, deliciosamente pulp
detectivesco con ese atractivo toque steampunk. Además, lo bueno si
breve...
No hay comentarios:
Publicar un comentario