Una odisea en el tiempo 2.
Arthur C. Clarke / Stephen Baxter.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
La Factoría de Ideas. Col. Solaris ficción # 159. Madrid, 2012. Título original: Sunstorm. Traducción: Isabel Blanco González. 319 páginas.
Siendo esta novela continuación «directa» de El ojo del tiempo,
lo cierto es que, aparte de las obligadas referencias a sucesos de la
anterior y de compartir una de las protagonistas, ambos libros poco
tienen que ver el uno con el otro. Si en El ojo del tiempo,
con un tono de pura aventura, el lector podía encontrarse con un viaje a
un planeta al que se han trasladado misteriosamente distintas parcelas temporales y
geográficas de la Tierra con personajes relevantes de nuestra propia Historia, en Tormenta solar
lo que va a descubrir es un relato contrarreloj sobre una amenaza planetaria que
significaría el fin de nuestra existencia, con una trama menos «aventurera» y
un contenido mucha más especulativo. En ese sentido, pocas de las preguntas que quedaban
pendientes al final de la primera novela van a ser contestadas en esta, dejadas quizá para la tercera entrega.
La presente historia se desarrolla en una realidad paralela
ligeramente divergente de la nuestra, con, por ejemplo, una mayor
rapidez en la exploración espacial del Sistema Solar y en el inicio de
su colonización. Algo imprescindible para poder desarrollar ciertos
aspectos de la trama posterior.
Bisesa Dutt es devuelta a la Tierra, a Londres, el 9 de junio de 2037, tan solo un día después de haber sido «abducida» de la misma y habiendo vivido cinco años en el planeta Mir.
Llega justo a tiempo de ver cómo el mundo sufre una importante tormenta
solar, acompañada de un pulso electromagnético de tal magnitud que se
convierte en una terrible catástrofe mundial, con gran cantidad de
muertos, heridos y daños materiales al desconectarse todos los aparatos y
máquinas eléctricas causando apagones, pérdida de los sistemas de
comunicación, accidentes aéreos... Sin embargo, dos científicos que
trabajan en la Luna advierten que dicha catástrofe puede no ser apenas nada comparada con el cataclismo que se avecina a cinco años en su futuro. Siobhan McGorran,
astrónoma real, deberá hacer frente al problema, poniéndose al frente
de un grupo de expertos que deben aportar soluciones al problema, aunque
las mismas parecen ser muy limitadas.
La
Humanidad se enfrenta a la extinción global, ¿serán capaces los
distintos gobiernos de ponerse de acuerdo y remar en la misma dirección
para intentar salvar lo que se pueda? ¿O, por el contrario, volverán a
manifestarse las tradicionales tensiones —políticas, religiosas,
territoriales...— que hacen que cada país o facción intente sus propias
soluciones?
Surge
así la posibilidad de llevar a cabo un mega proyecto que aunará los
mayores esfuerzos, pero ¿será suficiente? Se trata de una obra de
ingeniería espacial de dimensiones nunca vistas y que requiere de un
esfuerzo conjunto difícil de alcanzar. Los implicados tendrán que
enfrentarse a enormes problemas y desafíos tecnológicos; cada paso
adelante supone un nuevo reto, una nueva teoría que superar, un nuevo
material que descubrir y fabricar, un nuevo desarrollo técnico
imprescindible..., la tensión es máxima y cualquier fallo o retraso
puede resultar fatalmente letal. Se produce así una tensa carrera contra
el tiempo, esos cinco años de plazo hasta que se produzca la
catástrofe. No hay posibilidad de prórroga, si no se llega preparados a
la cita todo habrá terminado.
En
medio de la búsqueda de soluciones, hay cierto anglocentrismo en toda
la novela. Y es que, a pesar de las menciones a otras naciones, los
personajes británicos y estadounidenses, con ciertas «elecciones» más
que cuestionables —¿el rey de Gran Bretaña en «ese» papel? ¿de verdad?—,
son los que se llevan la parte del león. Como homenaje al propio Clarke
hay una emotiva escena desarrollada en Sri Lanka y sus maravillosos
monumentos y ruinas arqueológicas. NO falta también cierto elemento de
crítica social, con las grandes fortunas del globo intentando buscar una
forma de salvarse a sí mismas mientras los demás, como siempre, tienen
que remar contracorriente.
La
novela cuenta con todos los componentes de lo que sin duda podría
convertirse en típico guión de una de las película catastrofistas a las
que tan acostumbrado está el cine estadounidense; cuestión precisamente
por la cual, es de suponer, los autores no se privan de meter unas
cuantas pullas a Hollywood
y su general falta de rigor científico a la hora de encarar este tipo
de superproducciones. Y es que aquí, sin avasallar con excesos técnicos o
tecnológicos ni con explicaciones excesivamente complicadas, se
advierte el intento de que todo lo descrito —las teorías y sus presuntas
aplicaciones— sea acorde a la realidad, lo más verídico posible, lo que
acerca el relato al subgénero hard.
Dentro
del mismo, la novela es de alguna manera un canto algo nostálgico a los
grandes sueños de la exploración espacial y la colonización del Sistema Solar;
además de al «invencible» espíritu de supervivencia de la especie, a la
resistencia de la humanidad a desaparecer sin lucha. Es esta una novela
de especulación de «grandes ideas», que utiliza temas muy queridos de
la ciencia ficción más clásica para incorporarlos en mayor o menor
medida a la trama: la estación espacial en órbita sobre nuestro planeta,
la colonización de otros planetas del Sistema Solar
incluyendo la base lunar permanentemente habitada por científicos, la
construcción de una catapulta electromagnética en nuestro satélite para
hacer más barato el transporte de ciertos materiales, el proyecto de
ascensor espacial que permite una salida más económica hacia el espacio,
la Inteligencia Artificial que acompañe a los humanos en su desarrollo
de igual a igual...
Y,
sin embargo, y a pesar de la intensidad y la sensación de catástrofe
inminente que el texto busca en todo momento, a veces el mismo se antoja
en exceso un «informe» —enormemente pedagógico eso sí— con una algo
impersonal relación de los sucesos que van acaeciendo. La prosa es
directa, funcional, sin florituras ni artificios, efectiva. Los
personajes son apenas fachadas, actores dispuestos a recitar sus
diálogos y salir por el foro, sin profundidad y con la mínima
caracterización —y casi mejor, que para un momento de introspección
madre-hija que hay resulta de lo más forzado, al igual que cierto
«romance» que nada aporta sino distracción a la trama general—. La
propia Bisesa
tiene poco peso, a pesar de la gran importancia de sus intervenciones, y
poco de su anterior personalidad se muestra aquí. Bien está que se
encuentre algo traumatizada por la experiencia, pero poco queda de la
mujer decidida y luchadora que el lector conociera en Mir.
La
elección de hacer una novela coral, con muchos y cambiantes puntos de
vista para abarcar toda la crisis, tampoco ayuda a la hora de
profundizar en ciertos apartados que habrían sido muy interesantes y que
se encuentran apenas desarrollados —el aspecto terrorista-religioso,
por ejemplo—. Cierto es que entrar a conciencia en ciertos aspectos,
secundarios si cabe, podría haber «engordado» la novela más allá de una
longitud razonable y deseable.
Tormenta solar
pertenece de pleno, pues, a lo que antaño se llamara «literatura de
ideas», con muy interesantes propuestas y especulaciones, y con los
justos y necesarios mimbres para sostener el entramado
teórico-científico y el sentido de la maravilla buscado por los autores.
Es una novela emocionante y entretenida, pero que nadie busque
introspección psicológica o grandes y perdurables personajes. La trama
de los Primogénitos y sus excesivamente complicados y retorcidos planes,
retomada de la anterior entrega, sirve además para preparar,
supuestamente, el camino a la tercera novela de la saga, que recibe
precisamente el nombre de la raza alienígena como título: Firstborn.
Esperemos que La Factoría no tarde tanto en publicar como el tiempo que
ha pasado entre la que nos ocupa y su predecesora, y que para entonces
se resuelvan aquellas cuestiones que quedan en el aire en esta ocasión (como la supuesta relación con el universo de 2001 y sus secuelas que deja entrever su portada y hasta ahora no termina de verse por ninguna parte).
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Reseña de otras obras de los autores:
El ojo del tiempo (Una odisea en el tiempo 1).
Clarke, Arthur C. con Frederik Pohl:
Baxter, Stephen:
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