Miyuki Miyabe.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Quaterni. Madrid, 2013. Título original: Brave Story (ブレイブ・ストーリー). Traducción: Eva González Rosales. 538 páginas.
Después de haber ido ofreciendo con anterioridad algunos de los títulos de serie negra detectivescos de la autora, destinados a un público más adulto, ahora Quaterni publica para los lectores españoles una de sus obras de literatura infantil - juvenil —cuyo máximo referente occidental más evidente podría encontrarse en La Historia Interminable de Ende—.
Una novela de contenido fantástico, con un protagonista de once años en
busca de su destino en un mundo creado por la imaginación de los humanos, que, con toda la ingenuidad que se podría esperar de una
historia que lo coloca en el centro de grandes y peligrosas aventuras, ofrece además una importante reflexión sobre temas normalmente
considerados como para«mayores» tratados con habilidad y cierta pedagogía: la infidelidad y el adulterio,
el divorcio, la búsqueda de la felicidad personal de
forma egoísta, el suicidio, la esclavitud, el racismo, el fanatismo religioso, la muerte, el
asesinato...
Dividida
en dos partes, la primera casi podría considerarse una especie de larga
introducción al relato principal, desarrollándose en el Japón actual;
siendo la segunda el «viaje» e inmersión del protagonista infantil, Wataru Mitani, en un mundo fantástico llamado Visión,
donde emprenderá una tradicional «búsqueda» en la que, haciendo frente a
muy diversos peligros, tendrá que superar una serie de pruebas y
conseguir cinco gemas para poder encontrar la Torre del Destino donde
habita la Diosa que puede concederle el deseo de su corazón.
Para
un lector «adulto» quizá sea esta primera parte la que más interesante
le resulte, con una mezcla de drama e intriga fantástica, interesantes
pinceladas de cultura japonesa y un intenso conflicto creado ante un
niño pequeño por el abandono del hogar de uno de los progenitores. Wataru Mitani
es un estudiante de quinto grado —japonés— con ciertas dificultades
para relacionarse y que, ante los rumores de la aparición de un fantasma
en un edificio en construcción semiabandonado que se encuentra en su
barrio, saca a relucir una vena más racionalista, y algo terca, que sus
compañeros negándose a creer en seres sobrenaturales; algo que le va a
causar el ostracismo y la burla de, sobre todo, algunas chicas de curso.
Al mismo tiempo, en su casa las cosas parecen ir tomando una deriva
algo negativa, así que va volcar su interés en desentrañar la verdad de
lo que sucede en el edificio Daimatsu; especialmente cuando
inexplicablemente empieza a escuchar la dulce voz de una joven a la que
no puede ver en ningún momento.
La
segunda parte es un relato de fantasía heroica juvenil más «habitual»,
con el niño transportado a un mundo de magia poblado de seres
fantásticos creado por la imaginación humana. Visión
es un mundo fuertemente polarizado en dos continentes, el sur, al que
llega el protagonista, más próspero, habitado por una mezcla de seres
pensantes al estilo de animales antropomorfizados —como los acualios con aspecto de lagartos o los minines felinos...— y de ankha que son básicamente humanos. En el continente norte, de clima más extremo y menos próspero, viven prácticamente en exclusiva ankhas
al haber expulsado o esclavizado al resto de razas, con un Imperio que
domina con mano férrea a sus «súbditos» empobrecidos y que fomenta, en
la mejor tradición fascista, la superioridad, moral y racial —o de
especie— de los humanos
sobre cualquier otra criatura de Visión. Así, a pesar de tratarse de un
mundo totalmente imaginario, mucha de su problemática podría
trasladarse al nuestro sin demasiado problema: el maltrato, el abuso, la
esclavitud, el odio racial, el fanatismo político y religioso...
Reflejando de alguna manera
las luchas y peligros físicos a los que va a tener que enfrentarse el
protagonista, corriendo numerosas y arriesgadas aventuras, hay una
profunda lucha psicológica y emocional para dilucidar lo que es
correcto, moral o ético en según qué circunstancias. Dilemas que quizá
se antojan excesivamente profundos para un muchacho de once años. Y es
que Wataru debe enfrentarse, tanto en su Japón natal como en Visión, a
decisiones realmente difíciles y deberá tener muy en cuenta lo que le
dicta su conciencia, actuando con una soltura que se asociaría a alguien
mayor. Aunque también resulta para un lector occidental un tanto chocante las diferentes formas de interpretar ciertos temas, sobre todo en torno a la familia, desde la óptica oriental de la autora.
Existe una evidente contraposición de la vida normal de Wataru,
un chico poco popular, con una familia muy estricta, con un solo amigo
íntimo y que encuentra solaz en los juegos de rol de ordenador, y su
vida en Visión, donde pasa a ser un personaje importante, convertido en
un intrépido aventurero con fieles amigos y un destino por cumplir. A lo
largo de las páginas hay una evidente evolución de la personalidad de
Wataru, un crecimiento en madurez obligado por las circunstancias, por
sus propias acciones y por lo que va descubriendo del mundo al que ha
llegado, al punto de ofrecer un bello mensaje de entrega desinteresada
anteponiendo a sus deseos el bien de gentes a las que ni siquiera
conoce. Aún así, sigue chocando tanta complejidad en un niño tan
«pequeño».
Miyabe
introduce en la trama aventurera temas que por su enfoque podrían
resultar algo «conflictivos» para los lectores más jóvenes, como pueda
ser el divorcio o el suicidio, pero lo hace con habilidad y equilibrio,
reflejando, por ejemplo, lo doloroso de un proceso de ruptura para todos los
implicados, mostrando las razones de ambas partes para llegar a esa situación
sin tomar un decidido partido por ninguna y reflejando que en
realidad todos, sobre todo los familiares, son víctimas...
Como
punto de contacto con los jóvenes lectores, hay en el texto continuas
referencias a juegos de rol de ordenador lanzadas por el propio
protagonista al ir describiendo el mundo al que se ha visto
transportado. Y también existen evidentes influencias del manga y el
anime, con una plasmación muy visual. De hecho las novelas fueron
adaptadas al manga por Yoichiro Ono
apoyado por la propia autora en la escritura —con el protagonista un
poco mayor, es de suponer que para dar algo más de verosimilitud a
ciertas situaciones— y trasladadas al cine de animación y a los
videojuegos posteriormente.
La autora hace gala en Brave Story
de una prosa sencilla y agradable, fácilmente comprensible para el
rango de edad al que objetivamente está destinado, y en la que, dentro
del clima fantástico, se nota el gusto de la autora por la novela negra y
de misterio —uno de los primeros «problemas» que Wataru debe solucionar
tras su llegada a Visión es, precisamente, la resolución de un crimen
del que él mismo es acusado—.
Este primer volumen se cierra sin completar la búsqueda de Wataru, sin haber alcanzado la Torre del Destino
hacia la que se encamina, pendiente así la resolución para una próxima
entrega; pero, eso sí, dejando en la mente de los jóvenes lectores el
mensaje de que los problemas no hay que esconderlos, sino hacerles
frente, a cualquier edad.
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Reseña de otras obras de la autora:
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