Tríptico de Asclepia
I.
Ian Tregillis.
Reseña de: Santiago
Gª Soláns.
Random. Barcelona,
2013. Título original: Bitter Seeds. Traducción: Gabriel Dolls
Gallardo. 446 páginas.
El problema de las
sinopsis de contraportada breves e impactantes es el de crear altas ―y
posiblemente desencaminadas― expectativas que pueden llegar a defraudar al no cumplir de manera exacta las expectativas: “En los albores de la Segunda Guerra Mundial las
fuerzas nazis cuentan con superhombres y las británicas con demonios
de la naturaleza. Pronto, un hombre normal y corriente se verá
atrapado entre los dos bandos”. Dicho así, uno se pone a
imaginar enfrentamientos épicos, hombres voladores derribando
aviones y destrozando con sus manos tanques y fortificaciones,
demonios destruyendo ejércitos completos y arrasando ciudades...,
pero no llega a ser, del todo, el caso, ya que Tregillis ha
elegido un enfoque un tanto más «intimista» para plasmar su historia. Es esta una
ucronía con sabor diesel punk, una Historia bélica alternativa con toques de fantasía oscura ―y si alguien
está pensando en los inicios de Hellboy, salvando las muy
evidentes distancias, no estaría tan desencaminado―.
Con el trasfondo bélico
de la II Guerra Mundial presente, la trama de la novela se
centra en un número limitado de protagonistas en una ambientación
que tiene más que ver con el espionaje y las misiones encubiertas,
tipo comando o de infiltración, que en los enfrentamientos
superheroicos o las grandes batallas. Es una guerra soterrada,
paralela a las grandes acciones y movimientos de tropas, subrepticia,
secreta para la mayor parte de los combatientes en ambos bandos. Eso
no quiere decir que no haya espectaculares escenas de acción ―las
hay―, sino que las mismas se centran en la actuación de unos pocos
individuos y no en grandes compañías de tropas o armamentos.
Raybould Marsh es
un agente secreto de la inteligencia británica que, en plena Guerra
Civil Española, recibe el encargo de sacar de la península a un
científico al servicio de los alemanes que desea «desertar» y que
podría revelar sorprendentes secretos sobre unas nuevas «armas»
que el ejército nazi está probando en el conflicto español. Cuando
finalmente Marsh logre contactar con este individuo, será tan solo
para ver cómo es asesinado en circunstancias inexplicables. De la
misión tan solo conseguirá rescatar un maletín muy deteriorado que
contiene fragmentos de documentos y restos de una película que dan
cuenta de una historia difícil de creer. Cuando la II Guerra Mundial
finalmente se desate, las nuevas armas y su aplicación al conflicto
van a hacer que la Historia se desarrolle de forma algo diferente a
cómo la conocemos.
Y es que en el bando
alemán, un «iluminado» científico, el doctor Von Westarp,
lleva ya años experimentando en niños huérfanos, con diversas
manipulaciones médicas y mediante impulsos eléctricos dirigidos a
sus cerebros, para elevar su potencial y conseguir que desarrollen
dones como la presciencia, la inmaterialidad, piromancia,
invisibilidad, telequinesis... La presencia entre ellos de dos
hermanos de origen gitano, Klaus y Gretel, dará al
traste con la política de pureza racial del Reich, al no poder
renunciar a sus valiosas aportaciones, poniendo de relieve la
hipocresía de muchos de los mandos nazis.
Al otro lado del Canal
una sección secreta de la inteligencia británica, que recibirá el
nombre de Asclepia ―dando nombre también a la trilogía―
responderá a la amenaza que estos super hombres y mujeres suponen
convocando a su lado a una serie de «brujos» que, tras largas
tradiciones familiares, son capaces de articular una lengua
primordial y comunicarse, mediante ritos de sangre, con los
eidolones, seres fuera del tiempo y del espacio poseedores de
devastadores e incontrolables poderes.
Con toques de intriga, de
ciencia ficción y de fantasía sobrenatural, Semillas amargas
presenta, enfrentados en el conflicto bélico, una Alemania nazi
cientifista contra una Gran Bretaña mitológica y mágica. El
superhombre conseguido mediante experimentos e implantes quirúrgicos,
cables y baterías eléctricas conectadas directamente al cerebro,
frente al precio de la sangre que exige la ayuda de seres
primordiales que tan solo buscan su propia satisfacción. Se
desarrolla entonces una guerra oculta al enemigo ―y muchas veces al
propio bando―, subterránea, apoyando en secreto los grandes
movimientos de tropas, influyendo en las batallas un tanto en la
distancia ―los superhombres alemanes son escasos y poco probados, y
no pueden multiplicarse por los distintos frentes―.
La historia se convierte
en un pulso entre los intentos de los superhombres alemanes de
decantar el destino de la guerra a su favor y los intentos, cada vez
más desesperados, de los brujos británicos de evitarlo, apoyándose
incluso en poco fiables aliados. El desarrollo de los acontecimientos
bélicos cambia sustancialmente debido a las intervenciones de unos y
otros, variando en gran forma los parámetros que siguieron en
nuestra realidad. Sin embargo, Tregillis, en vez de buscar una
descripción generalista del conflicto, se decanta más por cierta
introspección, prefiriendo centrarse en unos pocos individuos,
aquellos que a la postre van a decantar la balanza hacia uno u otro
lado, y en su evolución moral debido a las decisiones que deben
tomar o en los actos particularmente crueles en que se ven envueltos,
sobre todo en el bando británico, quienes tendrán que poner sobre
el tapete el concepto del «mal necesario»: ¿Hasta dónde se puede
llegar éticamente para ganar al enemigo? ¿Está justificado
sacrificar a unos pocos para salvar a otros muchos? ¿Cuándo se hace
demasiado alto el precio? ¿Es menos terrible ese sacrificio cuando
se trata de anónimos desconocidos que cuando implica a familiares o
amigos?
El autor va a llevar a
sus protagonistas hasta el extremo, forzando su moralidad más allá
de sus principios ―quien los tuviere ya de partida―, haciéndoles
tomar decisiones imposibles que podrían destruir sus conciencias. Y
todo ello, según van a ir descubriendo, fruto de una sutil
manipulación de la que ninguno podrá escapar.
No se trata, en absoluto,
de una lectura optimista. El tono narrativo es mayoritariamente
sombrío, tirando a negro. Hay mucha desgracia, muerte y sufrimiento
―al fin y al cabo es una guerra, pero los poderes implicados
complican aún más la ecuación―, y Trelligis no ofrece ni un
resquicio de luz a tanta oscuridad ―y cuando parece que aparece ya
se encargará de taparlo―. Los protagonistas se deslizan por una
pendiente moral que les llevará a realizar actos impensables que
manchan irreparablemente sus almas, cuestionando las motivaciones
últimas que podrían llevarles a un grado de desesperación tal que
les impulse a cometer semejantes atrocidades. Y es que, ¿cuándo se
ha hecho todo lo «necesario» para vencer al contrario, cuánta
humanidad se ha perdido por el camino?
Los personajes deben
avanzar a través de todas las atrocidades de la guerra, de grandes
sacrificios enfrentados a mezquinas ambiciones. Cuestionándose a
cada paso el sentido de la responsabilidad, de aceptar las
consecuencias de los actos y decisiones tomadas más allá de lo que
les dictan sus conciencias o de lo correcto de poner el bien común
por encima del bien individual con un inmenso coste personal.
Entre secretos,
politiqueos, infiltraciones, persecuciones y huidas desesperadas,
traiciones y arriesgadas misiones, la novela avanza en un crescendo,
empezando presentando a los protagonistas con pequeñas acciones para
ir poco a poco aumentando las apuestas y las vidas en juego. Conforme
se va llegando al final, hay algunas decisiones, sobre todo
estratégicas, que van a decidir el resultado de la guerra, algo
cuestionables y que se escapan de la comprensión, cambiando malo
conocido por malo por conocer cuando tal vez se podría haber
resuelto con otras soluciones; también se echa en falta cierta
espectacularidad en ciertas escenas o una mayor implicación directa
de los superhombres en el frente de combate más allá de la «gira»
en que se ven envueltos. Pero bien podría argumentarse que, al
tratarse de la primera entrega de la serie, posiblemente el autor
buscara más establecer el quién es quién y la nueva situación
geopolítica en Europa que la acción desatada o una total
coherencia.
Como primera parte del
Tríptico de Asclepia, la novela se cierra razonablemente
bien, con el fin de la contienda, pero dejando a los protagonistas
embarcados hacia nuevos destinos y con una situación más que
explosiva en el continente.
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