Pathfinder, libro II.
Orson Scott Card.
Reseña de: Santiago
Gª Soláns.
Minotauro. Col.
Fantasía. Barcelona, 2013. Título original: Ruins. Traducción:
Manuel Mata. 419 páginas.
Ruinas retoma la
acción prácticamente donde la dejara la anterior entrega de la
serie, Pathfinder. Rigg, su hermana Param, su
amigo Umbo y el resto de compañeros van a embarcarse en un
viaje de descubrimiento en torno a su mundo y los diferentes cercados
que lo conforman, investigando tanto su geografía y habitantes como
la «deriva histórica» desde el momento en que fuera colonizado,
los hechos y decisiones que les han llevado a su particular
situación. A la vez, una determinada amenaza global entrevista en su
futuro va a llevarles a comenzar a trabajar anticipando una posible
solución, para lo que no dudaran en usar sus «poderes» de viaje
temporal, mientras se van enredando en una red de desconfianzas y
choque de intereses en que tendrán que aprender en quién pueden o
no confiar. A lo largo de un diltatado proceso, los jóvenes van a ir
descubriendo cómo es que han llegado a desarrollar esas habilidades
de manipulación temporal y qué se supone que es lo que tienen que
hacer con ellas.
Como parte de un proceso de aprendizaje y maduración, propio de una obra destinada eminentemente a un publico juvenil, los tres jóvenes, junto
a Olivenko y Hogaza, van a explorar el nuevo cercado,
el de Vadesh, al que llegaron tras escapar del suyo en la anterior novela. Mientras lidian con el prescindible del lugar —el robot con
forma humanoide que acompañara a Ram Odín en su viaje
espacial original y se multiplicara en 19 al igual que él—, descubrirán que las inteligencias cibernéticas llevan
milenios manipulando el desarrollo de su mundo y sus habitantes para
estar «preparados» cuando la Humanidad de la Tierra vuelva al
planeta. Las 19 colonias del planeta Jardín se han
desarrollado en direcciones divergentes, han evolucionado por
separado mostrando diversas opciones según las directrices elegidas
por el prescindible a cargo de cada una de ellas. Con un origen
común, siguiendo las órdenes de Ram Odín, las opciones han sido
diversas y cada cercado, y los humanos que contiene, se han ido
separando del tronco común.
Mediante un viaje que les
llevará por diversas localizaciones y atravesando diversas
peripecias, los personajes van aprendiendo a dominar mejor sus
manipulaciones temporales, su alcance y repercusiones, mientras la
acción parece apoyarse mayoritariamente en los continuos diálogos y
los monólogos interiores que se establecen entre los propios
protagonistas o con las «gentes» que se van encontrando. El
consenso y las líneas de actuación se establecen tras largas
charlas, donde se plantean pros y contras, se avanza adelante y atrás
—como en el propio tiempo—, y se extrae finalmente la, supuesta,
acción propicia. Hay debate sobre cualquier cuestión, hasta el
exceso en ocasiones, siempre de forma «didáctica» para hacer fluir
las explicaciones sin párrafos de información directa al lector.
Precisamente de esos
debates surgen temas como el de la responsabilidad personal, de la
asunción de las consecuencias de las decisiones que cada uno toma,
de la confianza que debería imperar en su devenir cotidiano y que
sin embargo es tan difícil de alcanzar. Surge la envidia por el
papel que cada uno juega en la empresa, por la posición social que
cada uno ocupa —o ocupaba y aún ahora quiere hacer valer—, por
la importancia de cada uno dentro del conjunto. Surgen las ambiciones
personales, las tensiones, las dudas, inseguridades y desconfianzas.
En el grupo se instala un cierto grado de paranoia, justificada en
engaños recibidos por parte de algunos de los personajes con los que
se encuentran, pero también entre ellos mismos, que imposibilita
establecer cualquier tipo de jerarquía sin que desemboque en graves
discusiones. Queda claro que no es lo mismo ejercer el liderazgo que
ejercer el poder, y que no todo el mundo sirve para dirigir a otra
personas; influye el respeto, la confianza mutua, la sabiduría, la
empatía...
Los tres jóvenes, núcleo
central de la trama por sus habilidades, tienen personalidades
fuertes y, sobre todo por las condiciones en que crecieron en sus
respectivas infancias, están destinados a chocar en sus intereses
particulares, incluso sin desearlo. La transición hacia la edad
adulta es dura y desconcertante en las circunstancias en que se
encuentran envueltos. Siguen siendo adolescentes, que por muy rápido
que hayan madurando —al estilo Card, por supuesto—, siguen
mostrando comportamientos y sentimientos de adolescentes. Hay un
interesante choque de intereses, con ironías diversas, malentendidos
por falta de experiencia y graves tensiones de lealtad.
Junto al desarrollo de
las personalidades de los protagonistas, las complejidades y
paradojas de los viajes temporales —y espaciales— ocupan gran
parte de sus disquisiciones y dudas, planteándose las repercusiones
de sus manipulaciones históricas y sus consecuencias sobre ellos, su
«misión» y el resto del mundo. Las idas y vueltas de los
compañeros hacia su pasado, creando y deshaciendo nuevas líneas
temporales, conforme van entendiendo más cómo funcionan sus
particulares habilidades se muestran con prolíficas demostraciones,
con un buen número de teorías y explicaciones. Se antoja en ciertos
momentos que Card ha querido dotar la trama de tanta complejidad y
retorcimiento que lo que consigue es volver confusos alguno de los
hechos narrados —cuando no directamente contradictorios, pero ese
es otro cantar—. El autor juega con la causalidad y las diferentes
versiones posibles de la realidad de forma arriesgada y no se puede
decir que siempre salga triunfante en el empeño. Diversos
rompecabezas de lógica terminan de forma incongruente —ilógica,
si eso es posible—, mientras otros son resueltos de la forma más
brillante.
La exploración y
descubrimiento de nuevas formas de evolución de la Humanidad en los
diversos cercados de Jardín a los que van accediendo, incluye
toda una serie de especulaciones sobre la manipulación genética
para adaptar los individuos a ciertos entornos o para obtener ciertas
características presentes de forma débil —recesiva— en los
antecesores y que lleguen a convertirse en hereditarias. Card
aprovecha para introducir una interesante reflexión sobre qué es o
qué hace ser a un Ser Humano, hasta dónde puede estirarse el
genoma, alejándose de la hélice inicial, para poder seguir
considerando humanos a los descendientes ampliamente adaptados a sus
transformaciones. ¿La «Humanidad» intrínseca de cada individuo se
encuentra en su ADN, en su ascendente o en la mente, el pensamiento,
el «espíritu»? ¿Cuántas transformaciones son necesarias para
dejar de pertenecer al tronco común?
Card va incluso
más allá, planteando cuántos genes humanos harían falta para
considerar a cualquier otra especie como humana, con la presencia de
una raza de pequeños mamíferos, genéticamente modificada, que
mediante la manipulación de los habitantes de un cercado concreto
han alcanzado cierto grado de inteligencia grupal y que van a
adquirir gran importancia en el devenir de la trama.
Como libro «central» de
la serie —anunciada en principio como una trilogía, aunque con
Card nunca se sabe— Ruinas resuelve toda una serie de
cuestiones que se habían planteado en la anterior entrega —por
ejemplo, se explica qué son las 19 gemas que la había dado a Rigg
su «padre» o qué sucedió con su verdadero progenitor en el
cercado de Lar o la procedencdia y función del puñal de Umbo— y
se avanza en diversas direcciones nuevas, sin llegar en realidad a
cerrar el tema principal, por muy cerca que pareciera que se estaba
de una resolución Al final del libro, Rigg debe enfrentar un
difícil dilema moral y elige una acción que sin duda debe tener
enormes repercusiones más adelante; al tiempo que el problema
central de la trama queda pendiente, sin solución evidente ni
sencilla en absoluto.
==
Reseña de otras obras del autor:
No hay comentarios:
Publicar un comentario