jueves, 30 de abril de 2015

Reseña: El Ojo Fragmentado

El Ojo Fragmentado.
El portador de luz, III.

Brent Weeks.

Reseña de: Santiago Gª Soláns.

Fantascy. Barcelona, 2015. Título original: The Broken Eye. Traducción: Manuel de los Reyes. 984 páginas.

La tercera entrega de El Portador de Luz arranca prácticamente allá donde terminaba la anterior, La Daga de la Ceguera, con los protagonistas no precisamente en las mejores condiciones, sino inmersos en peliagudas situaciones, un par de ellos incluso en inminente peligro de muerte. Por ello, para poder adentrarse con garantías en la lectura de esta novela, es necesario, si no imprescindible, haber leído las precedentes, sin las cuales es muy difícil entender quiénes son y todo lo que les está sucediendo a los personajes, cómo es el funcionamiento de la magia o cuáles son las reglas que rigen la política de este mundo entre otras muchas cuestiones de vital importancia. En la presente novela se hace patente la existencia de una orden de asesinos, el Ojo Fragmentado, de la que ya había indicios en la anterior entrega, pero a la que se creía desaparecida hace mucho tiempo, que añade un nuevo elemento al juego de poderes en conflicto. Weeks factura una fantasía épica repleta de intriga política y de espionaje que no deja insatisfecho al aficionado al género.

Narrado con un ritmo un tanto más dilatado que el de las novelas predecesoras y sin que dejen de pasar cosas en todo momento de forma casi abrumadora, en comparación el relato se caracteriza por una disminución de la acción a gran escala, del enfrentamiento puramente bélico, para bajar a una arena más personal y cercana, más íntima, con abundantes maniobras políticas y choques de menor escala pero igual emoción y, sobre todo, tensión. No hay masivos enfrentamientos de tropas, sino combates, emboscadas o duelos que implican a un número limitado de combatientes pero no una menor importancia, dejando intuir el enorme escenario, las muchas corrientes subterráneas e intereses particulares, el difícil juego de las alianzas y los numerosos frentes en que se desarrolla esta guerra más allá de los grandes campos de batalla.

Sin que pueda considerarse un defecto en absoluto, lo cierto es que la novela sufre en cierta medida del llamado síndrome del «libro de en medio» —algo, que curiosamente, no le sucedía a su predecesor—. Llena de continuos eventos, revelaciones y sucesos realmente emocionantes, de combates vitales, de progresiva construcción del mundo y evolución de los caracteres, de la presentación de nuevos actores en este drama, de nuevas facciones, y de unas cuantas muertes de lo más impactantes, cuando termina deja con la frustrante sensación de que la trama en general no ha avanzado demasiado, que todo ha sido una larga —y muy entretenida— preparación para lo que ha de deparar la entrega final. Sí puede hacerse un tanto pesada cuando se mete en excesivas disquisiciones religiosas y filosóficas, en discusiones y justificaciones de los diferentes puntos de vista particulares o en introspecciones reflexivas en mente de alguno de los protagonistas, pero, por suerte, tales momentos no se exceden en demasía.

Y es que más allá de sustratos de calado más profundo y reflexivo como la lucha y enfrentamiento entre las diferentes interpretaciones del bien y el mal —enormemente difuminados aquí, por otra parte, donde incluso los personajes «buenos» toman decisiones de lo más «grises»—, del «buen gobierno» a pesar del precio y los sacrificios que el mismo requiere, de la predestinación para manejar el poder sobre los demás o el de la esclavitud, cruelmente reflejada, pero aceptada como algo inevitable y consustancial a su sociedad incluso por los personajes de inclinaciones más benevolentes..., Weeks escribe fantasía épica con el simple, que no sencillo, y nada desdeñable propósito de entretener a sus lectores. Y lo consigue plenamente a través de una trama —varias, de hecho— que aúna a la emoción de los enfrentamientos, una serie de conspiraciones, una orden secreta de asesinos mercenarios con «agenda» propia, un acertado uso del humor en los momentos más delicados y, no podía faltar, un sistema de magia cada vez más fabuloso sobre el que se sustenta prácticamente todo el desarrollo de la historia. Una magia cuyo uso penaliza a sus usuarios, acortando su esperanza de vida, y que por tanto debe ser dosificado con moderación, algo que dará mucho juego a lo largo de la novela llevando a alguno de los protagonistas a tomar difíciles decisiones y a verse en más de un problema. Añade una serie de personajes carismáticos envueltos en multitud de problemas y peligros, un juego de cartas —inicial y lejanamente basado en Magic the Gathering— algunas de cuyas barajas parecen cobrar cada vez mayor importancia, una lucha de poderes que rompe el equilibrio que hasta entonces se mantenía, la construcción de la identidad y la búsqueda de aceptación dentro del grupo de alguno de los jóvenes protagonistas, un par —o más— de traiciones, mucha intriga, ciertas confusiones románticas y diversos elementos adicionales que no conviene desvelar que hacen de la lectura una experiencia de lo más placentera, emocionante y, sobre todo, entretenida.

Weeks sigue profundizando en los usos y la naturaleza de la luxina —y colores que parecían irrelevantes, como el paryl, cobran cada vez mayor importancia.—, en las complicadas redes políticas entre las diferentes satrapías, en los equilibrios de poder entre los Colores, en los tejemanejes en la sombra de los luxiat y en las ambiciones personales de algunos de los actores implicados, mientras puebla de detalles su mundo y su relato, de forma que hay que tener muy presente todo lo sucedido con anterioridad para que los giros y revelaciones no pillen demasiado por sorpresa. El autor prepara varios momentos en que lo revelado fuerza a reinterpretar ciertos sucesos narrados en las entregas anteriores bajo una nueva luz, ciertas decisiones, ciertos actos que habían quedado sin aparente explicación y que aquí descubren su auténtico significado. El autor ofrece un trabajo metódico, meditado e imaginativo, donde todo termina encajando y adquiriendo su particular importancia.

Como las anteriores, El Ojo Fragmentado es una novela coral, con gran número de personajes —aunque en realidad tan solo con cinco o seis principales y otros muchos en torno suyo, eso sí— y de escenarios en la que, aún a pesar de su longitud en páginas, se echa en falta que se hubiera centrado también un poco más en alguno de ellos, que pasan por la obra apenas de refilón, como puedan ser Liv y su padre o el propio Príncipe de los Colores, que aquí hacen unas apariciones apenas testimoniales a pesar de la importancia que se les supone en toda la historia. Con Gavin atrapado en su propia ordalía y Kip empezando a salir de detrás de su propia sombra, ganando confianza y librándose poco a poco del autodesprecio que hasta ahora mostraba, mientras va haciéndose su propio «hueco» en la sociedad repleta de intrigas en que le ha tocado vivir, Teia y Karris obtienen prominencia en el relato, dos personajes femeninos fuertes que enfrentan muy diferentes problemas, siempre envueltas en un halo de peligro, y obteniendo algunas de las páginas más emotivas de la novela. Y, como era de esperar ya que es lo que el autor hizo en los anteriores, el final del libro es de esos de los que dejan con el corazón en vilo, cerrando ciertas cuestiones, pero dejando en el aire el destino de los protagonistas y de todo su mundo.

Y no se puede cerrar la reseña sin señalar la magnífica labor de la traducción de Manuel de los Reyes, quien no se hace «notar» en absoluto, dándole toda la voz al autor en una tarea que, dadas ciertas peculiaridades de la forma de narrar de Weeks, la longitud de la novela y la complejidad del propio mundo retratado, encerraba sin duda cierta complicación, logrando para el lector una lectura de lo más agradable y placentera.

2 comentarios:

MaríaT dijo...

Yo disfrute muchísimo esta novela, al igual que tu, opino que aunque evidentemente es un libro de transición, eso no entorpece su lectura. Los personajes a los que se le da verdadero protagonismo: Kip, Teia y Karris, sí que los ves evolucionar, con el Príncipe de los colores y con Liv, tendremos que esperar. Y Gavin es una historia totalmente diferente... ¡Ese final! Que manera de dejarnos esperando por el próximo libro.
Saludos

Santiago dijo...

Hola María.

Totalmente de acuerdo contigo. Me acabo de leer la reseña que habéis publicado en vuestro blog y también coincido con casi todo lo que allí comentas, especialmente con lo del cambio de estilo que el autor usa para diferenciar a los protagonistas.

Lo malo es que ahora habrá que esperar a que Weeks termine y publique el libro en los EE.UU., a que se traduczca y se edite aquí, con lo que para entonces no sé si nos quedarán uñas ;-)

Saludos