I. Baile de
serpientes.
J. Valor
Montero.
Reseña de: Santiago
Gª Soláns.
Fantascy.
Barcelona, 2015. 460 páginas.
Es esta una ucronía
que presenta la historia de la Roma
clásica de manera muy diferente a cómo sucedió en la realidad de nuestra
línea temporal. Una Roma, más bien una
Barcelona —Barcinomagna—, en
clave steampunk latino —alejado de todo victorianismo— donde los
adelantos tecnológicos se sucedieron mucho antes que en nuestra realidad
gracias a la aplicación práctica de las máquinas de vapor diseñadas por Herón de Alejandría. Cabe remarcar, antes
de que el lector inadvertido se sumerja en su lectura, que deben tenerse en cuenta un par de detalles nimios pero importantes: se
trata de la primera entrega de una serie y tiene un claro aire de literatura
juvenil. Eso sí, se trata efectivamente de una novela cargada de aventuras con un protagonista adolescente, pero que no
rehuye en absoluto la crítica social y la sólida construcción del mundo
romanizado que sirve de escenario. Los trenes se han desarrollado ya en el
siglo III y ello, unido a otros avances como los dirigibles, ha permitido al
Imperio Romano expandirse por gran cantidad de territorios llegando a compartir
fronteras con el Imperio Chino, un indeseado vecino con el que se ha alcanzado
un inestable equilibrio y una frágil paz ante las ansias expansionistas de
ciertos poderosos personajes que, ante la gran superioridad tecnológica y
militar romanas, desean seguir ampliando sus fronteras a costa de sus también
poderosos vecinos. El conflicto está servido.
Diseños en 3D de Laura Llimós |
Más allá de la aventura, la intriga y la conspiración
que atraparán ya de por sí la atención de cualquier lector —siendo ese, por
supuesto, el principal motivo del relato—, el steampunk de Valor Montero
presenta una auténtica Revolución
Industrial, en la más sucia y contaminante de sus acepciones, con cielos
grises cargados de humo y cenizas provenientes de las florecientes fábricas,
masas de trabajadores insatisfechos, movimientos que luchan contra la
injusticia, y gobernantes que solo sirven al poder económico.... Un steampunk que, más allá de autómatas,
dirigibles e inventivas armas pneumáticas que marcan una muy atractiva estética,
posee una soterrada, pero nada escondida, vertiente social, haciendo hincapié
en temas de profundo calado como el desarraigo de la inmigración, la
esclavitud, el patriotismo mal entendido, los prejuicios raciales —el odio al extranjero, al diferente—, la pobreza y las desigualdades económicas y
laborales, el papel de la mujer en la sociedad, los enfrentamientos religiosos
y políticos… Presentando diferentes filosofías, ejemplarizadas en los violentos
luditas y en los seguidores de la
pacífica Via Virtutis, que se enfrentan al status quo —representado por el xenófobo movimiento de los Verdaderos Romanos— partiendo de una
misma base, queriendo mejorar la situación social del pueblo, pero con un
enfoque diametralmente opuesto
La Barcino
de Valor cobra un especial
protagonismo en toda la trama, sus diferentes barrios, sus edificios
singulares, sus habitantes... Saliendo de la mano de un arquitecto parece
inevitable que la narración se recree en aspectos singulares de la ciudad
imaginada, que se antoja especialmente bien diseñada, aunque en ocasiones con
un detallismo innecesario para la trama al entrar en una excesiva, y en
ocasiones redundante, profundidad descriptiva. Una auténtica especulación en
torno al desarrollo y crecimiento de la ciudad sobre las bases que las nuevas
tecnologías permiten y, casi, obligan. De sus calles, sus vicinae y su ampliatio,
de la distribución de la población según su riqueza, de la crueldad de sus
barrios pobres, de la ampulosidad de los salones del poder...
Valor
hace gala de una prosa adecuada, agradable, ágil, amena y fluida, aunque la
novela peca de cierta falta de ritmo en algunos pasajes. Junto al acierto de
los escenarios, de la creación del mundo, a toda una estética steampunk
profundamente latina, y a una historia imaginativa e intrigante, entretenimiento
puro, la narración tan pronto se acelera como se remansa, tanto le da por
correr, se emociona —y emociona al lector— dejando algunos detalles en el aire,
como se centra en describir ciertos pasajes al nivel de auténtica disección. El
autor ha creado un mundo muy interesante y le puede al ansia de mostrarlo en
toda su plenitud, de no dejarse nada en el tintero, y a un mismo tiempo ha
imaginado una excelente trama a la que quiere explotar cuanto antes, poniendo
al lector en situación de forma algo apresurada. Cierto es que conforme avanza
la novela y la acción se va centrando más interés va despertando la misma. Es
de esperar que, con algo más de experiencia y libre ya de las debidas
presentaciones de personajes principales y escenario, este ritmo aleatorio,
encuentre una mejor definición en la próxima entrega, esa a la que en su mismo
cierre este Baile de serpientes le
abre el camino.
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