Orson
Scott Card.
Reseña de: Santiago Gª Soláns.
Ediciones
B. Col. Nova. Barcelona, 2015. Título original: First Meetings. Traducción:
Ana Fondebrider. 237 páginas.
El universo de Ender —o Enderverso como también se ha dado
en llamarlo— se ha expandido a través de las seis novelas de la serie «original», con la historia del propio Andrew Wiggin, las cinco de la serie de la
Sombra, y las tres de la Primera Guerra Fórmica —escritas junto
a Aaron Johnston—. A todo ello se
unen una serie de historias cortas como estas que ahora nos ocupan. Cuatro
historias, a caballo entre el relato largo y la novela corta, incluyendo entre
ellas el origen, el embrión que abriría la puerta a toda la serie, y que sirven
para profundizar en la figura y familia del que habría de recibir el
sobrenombre del Xenocida. Unas historias que vienen a rellenar ciertos huecos
dejados en blanco y no explicados en su momento. ¿Cuál es el origen de la
familia de Ender? ¿Cómo es que los padres de semejantes genios parecían ser tan
«anodinos»? ¿Cómo llegaron a conocerse? ¿Cómo fue el inicio del exilio de Ender
y su relación con su hermana Valentine?
¿Qué le sucedió al alcanzar su mayoría de edad?... Estas y otras preguntas son
contestadas en los presentes relatos, que contienen más reflexión que aventura,
y un interés ciertamente bibliográfico en la inclusión del cuento que dio
origen a toda la saga
El primer cuento, El niño polaco, sitúa su
acción pasada la primera guerra fórmica y antes del golpe definitivo, y se
centra en un momento concreto de la infancia del que resultaría ser el padre de
Ender, John Paul Wieczorek —luego Wiggin—, en una Polonia «insumisa» que se resiste a ceder toda su soberanía al
Hegemón pero no puede evitar sufrir las consecuencias de sus draconianas leyes,
como la de la limitación de la descendencia a dos hijos —algo que parece chocar
con la mentalidad católica de los polacos y sus deseos de parir como conejos,
y que demuestra de alguna manera los
prejuicios sobre el catolicismo del propio autor, aunque tan sólo lo utilice
como recurso para mostrar la resistencia de la familia—. John Paul, que resulta
ser un niño superdotado, se ve obligado por la Flota Internacional, que desea enviarlo a la Escuela de Batalla, a pasar un examen del que dependerá no sólo su
futuro, sino el de toda su familia. Un examen y un auténtico «pacto con el
diablo» que una generación después tendrá ciertas consecuencias en el destino
del propio Ender. Es este un cuento que marca la tensión a través de la
confrontación dialéctica, con unos diálogos que muestran el choque de
voluntades y el intento de manipulación de ambas partes, donde todos piensan
que pueden salirse con la suya sin penalización.
La peste del maestro, avanzando un
tanto en el tiempo, presenta el momento en que los padres de Ender, el ya
mentado John Paul y Theresa Brown, se encuentran en la
universidad. Dos arrogantes superdotados, superinteligentes, jóvenes para los
que alguien en las sombras tiene un plan y que en el futuro habrían de dar al
mundo tres genios como Peter, Valentine
y Andrew, empiezan apenas a
conocerse y enamorarse. Además de la «explicación» del origen de la
inteligencia del propio Ender, de nuevo, lo más interesante del relato surge
mediante la conversación y confrontación entre ambos jóvenes, mostrando un
duelo de ingenio entre dos personajes potencialmente insufribles para
cualquiera que no se encuentre a su altura intelectual, destinados de alguna
forma el uno al otro. El sentido de la guerra, el imprescindible papel de las
mujeres como aglutinadoras de la sociedad, la familia, la influencia de la
política sobre la ciencia y la investigación… son temas que surgen más allá de
la técnica de seducción aplicada por Ender.
El juego de Ender es la historia
original publicada en 1977 en la
revista Analog y que Card tomó de base para escribir en los
80 la novela que tanta fama le ha reportado. El relato se inicia con Ender, en
la Escuela de Batalla, haciéndose cargo de la escuadra Dragón y llega hasta el final de la guerra. Por supuesto,
y para quien haya leído la novela, los principales detalles de aquella ya se
encuentran aquí, pero se nota todo muy comprimido y con una escritura todavía lejos
de la que habría de mostrar Card posteriormente, por lo que se agradece la
extensión posterior que añadía nuevas líneas argumentales, nuevas tramas,
nuevas confrontaciones y mucha profundidad, trasfondo y explicaciones a la
historia. Por lo demás se notan ciertos «detalles» que serían modificados en la
novela expandida, sobre todo en la personalidad del propio protagonista,
invitando a estudiar la evolución de la trama, de los personajes y del propio
autor.
El último relato, La asesora financiera, presenta
a un Ender embarcado en su exilio, pasados cientos de años desde el final de la
guerra y marcado ya por la etiqueta de Xenocida, pero que arriba, junto a su
hermana Valentine, al planeta Sorelledolce
con su mayoría de edad recién cumplida gracias a los efectos de la relatividad
en el viaje espacial. La ley marca que a partir de ese momento, cuando toque
cualquier superficie planetaria, debe empezar a pagar sus impuestos, algo que
no resulta tan fácil como pudiera suponerse. En la tesitura deberá verse con
las ansias depredadoras de un funcionario de la Hacienda del lugar, que buscará
la manera de chantajearlo, y conocerá a alguien que habría de acompañarlo
posteriormente en sus viajes. Además, en el interín, decidirá cuál habría de
ser su actividad principal a partir de entonces. Seguramente es el más
satisfactorio y gratificante de los cuatro, con ciertas pinceladas de humor muy
suave y agradable, y mostrando ciertas claves para entender el punto en que se
encuentran Andrew y Valentine al iniciarse La voz de los muertos.
Al contrario que en el caso de la obra
original que diera lugar a El juego de Ender —con la que además
comparte título—, los otros tres relatos que componen el volumen encierran
historias «tranquilas», sin excesiva acción, centrados en el desarrollo de los
personajes, en la construcción de sus personalidades, encontrándose más cerca
de la cotidianidad y el humanismo de La voz de los muertos que del space opera y el militarismo del grueso
de la serie. Unos relatos que, a pesar de durar menos que un suspiro, hacen
virtud de su brevedad, cargados de emoción y sentimientos, con diversos guiños
a los seguidores de la serie —público principal al que van dedicados—, lejos de
las veleidades cuasi filosóficas que impregnaban las últimas entregas de una
saga dentro de la que, no obstante, deben ser entendidos. Y es que, aunque
pueden ser leídos de forma independiente, lo cierto es que sólo adquieren toda
su entidad como parte del conjunto del Enderverso.
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Reseña de otras obras del autor:
Con Aaron Johnston:
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